Mentira, Care Santos: resumen

Mentira es una novela dedicada al público juvenil publicada por la escritora catalana Care Santos en 2015.

De los miles de delitos cometidos por menores de edad la mayoría son cometidos por jóvenes de 17 años. La mayoría son robos y hurtos, luego vienen las lesiones y finalmente, los que menos, los homicidios. En todas estas categorías, según va disminuyendo la edad menos son los delincuentes: de los 44 homicidios que hubo supuestamente cometidos por menores, la mitad o así tenían 17 años y solo tres tenían 14. Algo raro matar con 14 años, cosa de pirados. Pues yo soy uno de esos raros. Y cosa rara, si lo hubiese tenido 13 años, no me hubiese pasado nada. Hasta los 13 años, está completamente exento de culpa ante la socieda.

PARTE I: SALINGER (VOZ DE XENIA)

Capítulo I

Me llamo Xenia. Voy al instituto, y vivo en casa con mis padres, como la mayoría. Pero mis padres son algo raros. De momento, están siempre discutiendo, no de mal rollo, en plan debate. Resulta más bien aburrido. El otro día vieron en la tele una agresión de un menor a un inmigrante. Pillaron al agresor. Mi madre decía que era una lástima que el menor hubiese llegado a la agresión, que algún problema tendría. Mi padre, en cambio, defendía a la víctima a capa y espada, diciendo que merecía justicia. Por otro lado, mi madre meanda simepre controlando el teléfono e internet. Ya les digo que no soy una niña y que sé que peligros tiene la red. Pero es en balde. Mi padre le da la razón, pero no se pone tan nerviosa y a la defensiva como mi madre. Tengo más confianza con él. De hecho, estuve a punto de contarle lo mío con Marcelo, las emociones tan intensas que estaba sintiendo. Pero no le dije nada, por miedo de que se lo contara a mamá.

Capítulo II

En ese tiempo yo andaba algo despistada. Hacía cosas incongruentes. Y mi madre se dio cuenta. Me preguntó por la evaluación y los exámenes. Todo bien, le decía. Pero yo sabía que no andaba bien en los estudios. Tenía una semanas para revertir la situación, pero el hecho es que me estaba sucediendo una cosa muy importante, una cascada de sentimientos imparable. Y esa cascada se llamaba Marcelo, al que conocí por en un foro de la biblioteca hablando sobre el libro El guardián entre el centeno, foro que me recomendó la bibliotecaria. Entré en el foro y vi este mensaje:

Este libro me cambió la vida. Es increible que el protagonista siente y piense como yo. Me gustaría hablar con su autor, con Salinger. Yo, como el protagonista, también soy un caso perdido. Es una pasada de libro. Leedlo. 

Me entró el gusanillo y empezé a leerlo. Va de un joven expulsado del insti, que hace un montón de locuras. Hoy en día es todo un clásico de la literatura. El caso es que no podía dejar el libro, estaba enganchada. Al día siguiente entré al foro, y respondí al mensaje que vi sobre el libro, la dirección de email era Holden..., como no. Le puse en el mensaje que me gustaba mucho el libro, pero que no me gustaría conocer al escritor, como él, que me daba un poco de miedo. Le dije que me gustaría saber porque se identificaba con el personaje de Holden. Y así comenzó mi historia, ...

Capítulo III

Me contestó a la semana. Me dijo que el mundo estaba loco y a ver si yo no había hecho ninguna locura. Y que me faltaba todavía lo mejor del libro. Le contesté que ya había leido el libro entero, y que sí que estabamos todos un poco locos. Por el trabajo del libro me habían puesto la mejor nota de clase. Le dije mi nombre y le pedí el suyo. Y su whattsapp. Enseguida contestó: no tenía móvil y me dijo que se llamaba Marcelo. Y que le gustaba hablar conmigo, y que parecía una empollona. Le contesté que había sacado un 10 con el trabajo del libro, pero que necesitaba esas notas para entrar en medicina. Le dije que alucinaba con que no tuviese móvil: todos los jóvenes tienen uno. No me contestó, igual tenía una madre supercontroladora, como yo. Pero a los días, recibií otro mensaje: no podía tener móvil donde estaba, pero que le gustaba hablar conmigo y saber como era yo. Le mandé una foto, algo sexy, con escote. Estaba temblando mientras pensaba que la estaba viendo. Me escribió que estaba preciosa. Ya estaba enamorada. 

Capítulo IV

Con el tiempo me di cuenta de que Marcelo me escribía en horas y días concretos. Empece a imaginar que quizás escribía desde su puesto de trabajo y estaba muy controlado. Vete a saber, cuando conoces a alguien por Internet te lo tienes que imaginar todo. Y si hubiera hablado con Sandra, igual me hubiese ayudado a ver las cosas más objetivamente, pero salía con un chico de la uni y estaba ultimamente algo rara conmigo. 

La siguiente vez Marcelo me pidió otra foto, pero le dije que le tocaba a él enviarme a mí una foto suya. Y tuve éxito. me mandó una foto, que loca por los nervios, con el corazón a cien, abrí, aunque mi madre anduviese por allí. Vi una foto de un choco alto, delgado, con ojos azules y verdes, con traje artes marciales. Me dijo que hacía taekwondo.  Cinturón negro, primer Dan. Le pedí una cita para que contara más de él, me moría por conocerlo. Me contestó que lo que más le gustaba de mi era el interior. Sí, le contesté, a mi también me gustaba su interior, y también su aspecto físico. Y le dije que quería quedar con él. Soy muy impaciente, ya lo dice mi madre. Y la respuesta fue desilusionante: me dijo que todavía no quería quedar, que ya me lo explicaría. Le contesté que igual me había precipitado, o que igual yo no le gustaba tanto. Seguía supernerviosa. Me llegó un mensaje al rato donde decía que yo era lo más importante que le había sucedido en la vida, que me quería, aunque sonara raro, pero que era la verdad, pero que no podíamos quedar. Yo te espe...., así acababa el mensaje. Abruptamente. Le dije que solo quería saber cosas de él, que esperaría lo que hiciese falta. Durante varios días no recibí ningún mensaje, para mi desesperación. Hasta mi madre se dió cuenta de que me pasaba algo. Solo me quedaba esperar, cosa que odiaba, además de pensar que igual estaba esperando a un fantasma.

Capítulo V

El lunes seguía sin noticias de Marcelo. Decidí buscarle con las pocas pistas que tenía. La primera: en el foro se había registrado poniendo que su insti era el Ricard Salvat, que no quedaba tan lejos de donde vivía yo. Al mediodía, a la hora del comedor en el insti, me dirigí a su instituto y sin más entré. En la oficina pregunté por él. No le sonaba el nombre a la secretaria y tras comprobar en listas, descartó que estudiase allí. Llamó al director, por si acaso, pero este tampoco lo conocía, estaba seguro de que no estudiaba en el insti, además él también hacia taekwondo (le comenté ese hecho) y le habría llamado la atención. No me extrañé especialmente, seguro que había una razón para que pusiese el nombre de ese insti en en el foro. Ese día no comí, pero a mi madre le dije que en comedor pusieron lentejas. 

Capítulo VI

Tenía otra pista para encontrar a Marcelo. Detrás de su foto en el gimnasio aparecían las letras "m Chi". Buscando en la red, no encontré nada en Barcelona con ese nombre. Pero luego me enteré que en taekwondo existe la expresión "yom chi". Mi madre andaba por ahí y tuve que decirle que hacía un trabajo sobre artes marciales.  Con ese nombre sí que encontré algunas direcciones, pero mis padres me llamaron para cenar. Me acordé que no había consultado el correo y pedí usar el ordenador después de la cena pero mis padres no me dejaron. En la cama no paraba de dar vueltas, pensando en como encontrar a Marcelo. Al día siguiente, en el camino al insti, miré el móvil. Mensaje de Sandra: que no sabía nada de filosfía, y es que teníamos examen . Lo había olvidado.

Capítulo VII

Fue el peor examen de mi vida. A mi madre le dije que me quedaba en el insti para comer, que tenía que hacer un trabajo. Lo cierto es que quería usar los ordenadores para contactar con Marcelo. Vi que había recibido un mensaje suyo: me decía que no había podido conectar. Yo tampoco, le contesté, y a ver si le había pasado algo. Luego seguí con la búsqueda de Yom chi, y a la primera y en primer lugar, apareció lo que buscaba: Yom chi, gimnasio en el Prat, y la foto de Marcelo como profesor de taekwondo, cinturón negro, para niños.  Fui para allí. Solo pensaba en él. Sabía lo que me esperaba en casa en pocos días cuando se enterasen que había perdido el trimestre, pero me daba igual. Cogí el tren y luego, preguntando, llegué a pie a la dirección del gimnasio. Pero habrían a las 16:00. Fui a un bar de al lado y pedí un bocata y un refresco. Al final ni me lo comí, de nerviosa que estaba.

Capítulo VIII

Un hombre mayor abrió el gimnasio a la hora prevista. Le pregunté por Marcelo y me contestó que llegaría a las cuatro y media. Podía esperar alli mismo, añadió. Pasé unos minutos supernerviosa. ¿Cómo sería nuestro encuentro? Iba a conocer al amor de mi vida. Y al final le vi entrar, alto, ojos verdes, mayor que en las fotos. Unos segundos que parecieron en cámara lenta. Pasó delante de mi y no me reconoció. Hola, ¿Marcelo? le dije. Me miró y me preguntó si nos conocíamos. Soy Xenia, le dije. Xenia?. Perdona, tía, de qué me conoces? Le respondí: Salinger? Y me dijo: qué? Nada, yo. Lo entendí al final. Salí del local. Espera, me dijo Marcelo. Pero me fui, quería irme ya, coger cualquier bus. Me fije en el bar y los que estaban allí, que me miraron curiosos. Bar Carmen, leí. Un nombre curioso para un bar de hombres. 

Capítulo IX

Marcelo salió detrás mío. Me preguntó qué pasaba. le explique que alguien había suplantado su identidad. Cómo me había podido dejar engañar por la red, dijo. Gracias, pero que me iba, yo. Pero luego tuvo el morro de pedir (tía, me decía) mi teléfono para quedar. Otro día, le dije. Y que no me llamara tía. Me preguntó que era eso de challenger. Por Salinger. Paleto. Le dije que un escritor. Que no le conocía. Que ya se notaba, le dije. Subí al bus. Me gritó desde fuera que a ver que quería decir con eso de que se notaba y que era una imbécil y una creída. Lo tenía claro: no volvería a ese sitio nunca más.

Capítulo X

Llegué a casa. No tenía ganas de cenar. Mis padres estaban preocupados por mi estado. Y yo me sentía culpable por haberles mentido. Y por las notas que iba a llevar a casa. Me fui a la cama, entre sus palabras de cariño. En la cama, no paré de hacerme preguntas. Quienquiera que fuese, qué pretendía? Pasadas un par de horas, mi madre entró en la habitación para arroparme y mostrarme de nuevo su cariño. Estaba preocupada. Me dijo que al día siguiente no iría al insti. 

Capítulo XI

Le envié a comotellames un correo, así con ese nombre, y con el asunto de mentira. Le dije en el correo que sabía que todo era mentira, y que por esa mentira yo también me había visto obligada a mentir a mis padres, cosa que nunca había hecho antes. Todo por su culpa. Que le odiaba por haberme roto el corazón. Que era la peor persona del mundo. Y que hasta nunca.

Capítulo XII

Al dái siguiente me dieron la nota de filo. 1.5. La peor de mi vida, la peor de clase. Sentí culpa, vergüenza. El profe se extrañó y me hizo saber su extrañeza. Le dije que lo arreglaría. Llegué a casa y convoqué a mis padres pata hablar con ellos. Extrañados y perplejos, escucharon que iba que a sacar las peores notas de mi vida, que no quedaba a estudiar a las tardes en el insti, que se había colgado de alguien por Internet. Les conté absolutamente todo. Me preguntaron como iba a arreglar lo de las notas. Les dije que iba a estudiar como nunca. Me dijeron que me podía haber pasado algo realmente malo (aunque ya era bastante malo que me rompieran el corazón) y que había sido noble y valiente al contarlo. Que había sacado en limpio una buena lección. No me abroncaron, al contrario me tyrataron con compresión. Y les dí las gracias por ello.

Capítulo XIII

Dicen que el enamoramiento dura tres meses. Menuda tontería. Depende, diría yo. En mi caso, no volví a ser la misma. Me encerré en mi misma, me volví desconfiada. Incluso con Sandra, que me daba envidia con su novio. Yo no podía olvidar a ... no sabía ni su verdadero nombre. Aun así, remonté en las notas y en junio me presenté par a subir nota y llegué a sacar 8. En ese examen el profeso volvió a preguntar sobre la libertad y la respondasibilidad. Ahora sí que me lo sabía: la libertad tiene el límite de la responsabilidad. Justo después de darme la nota, el profe me dijo que me pasara por dirección, que había un paquete para mí. Fui a las oficinas, y el director me dijo extrañado que había llegado un paquete de un centro de menores, a mi nombre. No conocía a nadie que estuviese en un centro de menores. Pero abrí el paquete intrigada, dentro había un cuaderno, lo abrí por la primera página, Comienzo tenía por título, y empecé a leer. Una letra redonda y trabajada. Enseguida supe de quien era. Apenas pude contener las lágrimas, cogí el cuaderno, y me despedí de él dicieńdole que sí, que era para mí. 

HOLDEN (VOZ DE ERIC)

Capítulo XIV: Un comienzo

Decir la verdad no ha ido conmigo hasta ahora. Pero desde que has llegado tú a mi vida, todo ha cambiado. Voy a empezar de nuevo. No sé si esto es una carta.

Capítulo XV:  Segundo intento

Me llamo Eric y tengo 18 años. Estoy en una cárcel, ya te iré contando. mi historia. Estudio primero de bachiller. No soy tan bueno como tú en los estudios, pero me gusta estudiar, aprender y también el silencio cuando está estudiando. En mi barrio se podía también aprender, pero otras cosas: delinquir, traficar, huir de la poli, ...  No me gusta mi barrio. Soy tranquilo y hablo poco. Aquí me hicieron un test psicológico que dio como resultado que era antisocial. O sea, que soy un psicópata. Xenia, no hago más que repetir tu nombre. Quiero ir a la uni, aunque aquí la gente ni se saca el graduado escolar. No puedo mandarte una foto desde aquí, y creo que aparte no me he sacado fotos nunca. Soy alto, delgado y no tengo tatuajes. Atraigo a las chicas, sobre todo a una de aquí que se llama Vanessa, pero paso de ella. Está colgada. Nunca he tenido novia. He pensado a veces que era gay, como mi primo Ben, aunqeu tampoco estoy seguro que lo sea. Tengo o tenía muchos amigos. Entre ellos, Marcelo. Ya le conoces. Lamento mucho lo que pasado, Xenia, no quería hacerte daño. Al revés, eres todo lo que merece la pena en mi vida.

Capítulo XVI: Latas

Empiezo por mis padres. No son como los padres ricos del tipo del El guardían entre el centeno. Mi madre es una prostituta.  Cuando en la escuela había que rellenar algún formulario con la profesión de la madre, ponía una raya. Puedes imaginarlo? No sé donde viven. Mi madre pasaba de mí completamente cuando era pequeño, siempre borracha o durmiendo la mona. La llevaba yo a la cama, en vez de ser ella la que iba a mi cama a contarme un cuento. Todo lo comiamos de lata. Ni le gustaba concinar, ni lavaba, ni hacía nada de nada. Solo desplumar a los tíos que se acostaban con ella. De joven dicen que era guapa. Decía de mi cosas del estilo: ojalá te hubiese parido en el váter, mejor si hubiese abortado. Un día se largó a Londres, de allí nos mandó una postal un 20 de febrero felicitando la Navidad. Que te parece. Igual estás asustada, pero es la familia, es un decir, que me ha tocado. De mi padre no sé nada, vino al juicio y en mi vida solo he hablado un par de frases con él, que recuerde. Pero creo que no es mala persona. Me dijo que no me mezclara con desgraciados y mencionada especialmente a Ben, no andes con él. Lios de familia. Ya te contaré.

Capítulo XVII: Ben

Mi primo Ben fue el único que me protegió a lo largo de mi infancia. Mi padre era camionero y casi siempre estaba fuera de casa. No se ocupaba prácticamente de mi. Llegué estar desnutrido, sin ropa adecuada y carencias de higiene. Ben le recriminó su actitud y le dijo que me denunciaría. 

Un día en el cole, tendría 8 años o así, le robé el bocata del recreo a una chica de clase. No me pude resistir al delicioso olor que desprendía, y estaba muerto de hambre. En el recreo ella se dio cuenta de que le faltaba el bocata y me escabullí para que no me viese. El bocata estaba buenísimo. Pero ern esto que vi a la profesora llegar con la chica y preguntarme si le había quitado el bocadillo a Sara, así se llamaba la chica. Confesé que sí. Me dijo que no debería robarle la comida a un compañero, y que fuera la última vez. Pero me lo dijo sin echarme bronca. Y para acabar, me obligó a pedir perdón y a dar un abrazo a Sara. Pero ahí no acabó la cosa porque a la salida me estaba esperando su madre, una rubia gorda. Me vi perdido. Al mismo tiempo pasaba mi primo Ben por el otro lado de la reja del cole. Me fui para allá. Pero la rubia empezó a echarme una bronca, diciendo que eso no se hace, bla, bla, bla, que ya sabíua que le había pedido perdón, bla-bla-bla,, que si necesitaba un bocata ya me haría alguno un día, bla-bla-bla. Hasta que Ben intervino, presentándose. Le espetó que ya me había pedido perdón y que a ver si quería además que le besara el culo, y que se metiera el bocata por el culo. La rubia se arredró, pidió disculpas y se fue. Empecé a llorar. Ben me dijo que no debía llorar, sino buscar soluciones. Que si necesitaba algo se lo pidiese. Y asi, a partir de entonces, me llevaba con él a comer, me compraba ropa y deportivas o ibamos al cine juntos. Mellevaba también con sus amigos. Al final denunció a mi padre, que seguía igual. Y así retiraron mi custodia ami padre y me internaron en un centro de menores, donde sí que cuidaban bien. Al final volvía al centro solo por las noches y pasaba mucho tiempo con Ben, con quien nunca me faltó de nada. 

Capítulo XVIII: El móvil

Tengo tantas cosas que contarte que no sé ni por donde empezar.

Aquí en el centro de menores llevo 4 años, 3 meses y 23 días. Sin móvil. No te dejan tener móvil aquí. Por eso mi comunicación contigo era tan extraña. No se lo permiten ni a las visitas. Una vez tuve un móvil que me regaló Ben, era su propio móvil ya usado. En él tenía muchas fotos de Marcelo, que era su hermanastro, por parte de mi tía Carmen. Marcelo era su mejor amigo y le admiraba. Era, y es, ya losabes, profesor de taekwondo en un gimnasio. Ben me dijo que íbamos a ser los amos del barrio y que para eso teníamos que estar fuertes. Habló con Marcelo para darme clases de taekwondo. Marcelo era paciente y simpático. Fuerte. Tenía atractivo para las chicas pero no tenía novia. El caso es que no me gustaba mucho el taekwondo. Lo que me gustaba realmente era estudiar, leer libros,  y así se lo dije a Ben, que quería estudiar e ir a la universidad.  Le dije que quizás estudiar derecho estaría bien. Para defendernos. Se quedó a cuadros. Pero me dijo que lo pensaríamos. Total, que el móvil está confiscado, por eso no podía contactar contigo cuando quería.

Capítulo XIX: Por favor, no dejes de leer

Pienso a veces que estás enfadado conmigo y que no vas a pasar de la primera página. Y lo paso mal. Todas estas páginas no servirían para nada. Pero guardo la esperanza de que sigas leyenda y al final seas mi amiga. Nunca he tenido amigos. 

Capítulo XX. El guardián entre el centeno

He leido la novela El guardián entre el centeno, de Salinger, lo menos 12 veces. La primera cuando todavía vivía en el barrio. Lo cogí de la biblioteca. La biblioteca no estaba en mi barrio, no tendría sentido, la gente no lee libros allí, pero estaba cerca. Entré por curiosidad, no sabía lo que era una biblioteca. Me gustó el silencio. La bibliotecaria me vio perdido y me recomendó la novela de Salinger. No sabía como funcionaba una biblioteca, pensaba que era una librería, y me lo explicó. Me saqué el carnet y me lo llevé. El libro me atrapó desde la primera páginas: Holden, el protagonista era como yo, aunque teníamos diferencias también. Terminé el libro en dos días y lo devolví. La bibliotecaria me recomendó entonces El fantasma de canterville que es sobre un fantasma que no da miedo y sufre por ello; intenta por todos los medios dar miedo pero no lo consigue, era muy divertido. Llevé el libro debajo de los calzoncillos para que no me lo vieran en el barrio. Ben me vio el carnet de la biblioteca y le expliqué que cogía libros de allí y los leía. Ben opinaba quelos libros no sirven para nada, que mejor si iba al gimnasio. Pero respetó mi decisión. Yo lo tenía claro, no me gustaba el gimnasio, lo que gustaba era leer, estar entre libros. 

Capítulo XXI: El barrio

Solía estar con Ben en el parque al lado de la biblioteca. Ahí hacía sus negocios. Venía gente, le daban dinero y el les pasaba algo que tenía en el bolsillo. Yo no preguntaba nada, cuando eres pequeño esas cosas te dan igual. Ganaba muchísimo dinero. Me llevaba al bar a comer lo que quisiera. Decía que bebiera mucha leche para crecer, aunque a mí no me gustaba. Aún así, llegué a ser un par de centimetros más que él, lo que para mí era una proeza, porque veía a Ben como un tío imponente. Tenía unos abdominales que me dejaban asombrado. A veces tenía borncas con sus clientes y le sacaba una navaja; entonces, su guardaespaldas, Kevin, me llevaba a casa. Ben me llamba Ric, que decía que sonaba mejor que Éric. El verdadero nombre de mi primo es Rubén, pero no le gustaba ese nombre. Decía que Ric y Ben molaban más. 

En el que era mi barrio viven obreros. Trabajadores a los que despiden de mala manera y no se les da otra oportunidad, de modo que terminaban delinquiendo o alcohólicos o drogatas. Los gobernantes no entienden que todo el mundo tiene necesidades, igual que ellos. Ben se compró una bonita casa en el barrio. cerca de las pistas del aeropuerto. El sitio estaba bien, pero había mucho ruido. Una noche lo tuve claro: un día me iría de ese barrio para no volver.

Capítulo XXII: La familia

Aunque considero a Ben mi primo, y a él le gusta decir que soy su hermano pequeño no somos ni siquiera primos. Te lo explico, es algo complicado. El hermano de mi padre, Anselmo se casó con una mujer que ya tenía un hijjo que era Ben. Lo tuvo a los 16 años. Y mi tío Anselmo lo adoptó y le puso su apellido, que es el mismo que el mío. Pero cuando Ben tenñia 10 años, su madre murió. Mi madre y la de Ben eran muy amigas y mi madre llevó muy mal su muerte, de hecho creo que se fue a Londres por eso. Ya no aguantaba más en le barrio y menos sin su íntima amiga. Luego mi tío Anselmo se casó con otra mujer, Carmen, o sea que es mi tía política. Esa mujer tenía ya tres hijos, un chico, Marcelo, y dos chicas. Ben se puso a vivr en la casa familiar y con Marcelo, el del gimnasio, se llevaba muy bien. Creo que igual eran más que amigos. Pero con las chicas fatal. Por eso Ben se fue a vivir con su amigo kevin a un piso. 

El asunto es que a mi tía Carmen le toco la lotería. Tampoco para ser rica, pero montó el bar. El bar Carmen. Como se llamaba ella. Un negocio redondo. Estaba siempre repleto de gente, ya que en el barrio había muchísimos hombres que no trabajaban. Se convirtió también en lugar de reunión de los capos y canallas de alrededor. Se organizaban partidas de póker ilegales, con apuestas enormes. Fue a raíz del bar que mi padre se dejó de hablar con mi tío, porque a mi padre no le dieron nada del premio, ni una propina, y encima le cobraban las consumiciones. Eso no le pudo aguantar. Y por eso se separaron para siempre. Ben estaba siempre en el bar. Lo convirtió en su centro de operaciones. Él también jugaba al póker. Le pedí que me enseñase y me dijo que no, que yo a los libros, que quería tener un socio abogado. Yo le hacía caso. Le creía en todo. 

Capítulo XXIII: Una cosa

¿Sabes una cosa? Las tres de personas más importantes para mi son Ben, Salinger y tú. Ben, por haberme arrancado de mi vida asquerosa, Salinger, por enseñarse cosas de mi mismo, y tú, porque contigo merece la pena vivir.

Capítulo XXIV: Excrementos

Donde estoy lo llaman "centro de menores", pero es una cárcel. Digan lo que digan. Y eso que este es una antiguo palacete de ricos que se arruinaron. Que se fastidien. Asi seguramente aprendieron de la vida, No me gustan los ricos. Son egoistas. 

Así que estoy en una cárcel. Cḿaras, vigilantes y cristales de seguridad por doquier. Los módulos tiene nombres de vientos (Mistral, Levante, ...) y están pintados de colores, Piensan que así es más llevadero, que mola. Cuando la verdad es que la sociedad no  nos quiere. Para la sociedad, somos excrementos. Por eso nos tienen aquí.

Capítulo XXV: Lo que todos quieren saber

Tienes que saber una cosa. Lo que todos quieren saber de mí. Por qué estoy aquí, en la cárcel, o centro de menores, como le llamen. Lo quieren saberl el juez, el psicólogo, el dire de la cárcel. No tengo problemas en decirlo. Salió en los periódicos y en la tele. Pero contigo no ha resultado fácil. Ahí va: soy un asesino. Lo dijo un juez.

Capítulo XXVI: Rejas

El dá qut todo cambió estabamos en casa de Kevin. Ben y yo. Kevin habia pedido una pizza rara, con todos los ingredientes posibles. Una asquerosidad. Pero ese se lo traga todo, así está de gordo. Cogí un trozo, no estaba tan malo, ya sabemos que a las pizzas les echan aditivos y esas cosas para que te gusten. Y en esto llamaron dos veces fuerte a la puerta. Era la policía. No podíamos escapar por la ventana porque tenían todas rejas al ser un piso bajo. Tuvimos que abrir. Entraron tres polis que nos cachearon, de mala modos. A Kevin le encontraron una navaja, a Ben un montón de pasta, dijo que eran sus ahorros. Edades: 20, 19 y yo 14. Nos pidieron las llaves del coche de Ben, que estaba fuera. Nos esposaron y en dos cohes nos llevaron a comisaría. Nos llevaron a habitaciones separadas. Tenía derecho a llamar a mis padres, me dijeron. Dije que mi tutor era el estado, porque estaba a cargo de un centro de acogida. Dijero que necesitaría un abogado. Hablé poco, como siempre me dijo Ben. Me pregunté como estarían Ben y Kevin. A mi nunca me habían detenido. 

Luego vino un hombre que no conocía. Dijo que era mi abogado y que estaba para ayudarme, pero para eso tenía qeu contarle la verdad. No dije nada al principio. Se enfadó un poco. Al final, me dijo que dijese nada a la policía, que no acojiese a mi derecho a no declarar. Y que ganaríamos el caso. Él nunca había perdido. Entonces pensé que mi caso sería el primero. 

Capítulo XXVII: Confesión

Pasé a un despacho donde un poli me preguntaba y el otro escribía en el ordenador. Me preguntaron por lo que hacia el martes pasado, si conducía el coche de Ben, quién era Marta Villanueva y si la conocía. Y al final, si maté yo a Marta Villanueva. Y dije que sí. Se miraron atónitos. Me miraron como a una escoria. Sabía que todo el mundo me miraría así a partir de entonces. 

Capítulo XXVIII: Primer día de eternidad

Me llevaron a la Ciudad de la Justicia. Me metieron en un calabozo. Se me hizo eterno. Me dieron de comer, pero no tenía hambre. A las cinco de la mañana., apareció Alberto, mi abogado. Iba trajeado. Venía con el fiscal y luego pasaríamos al juez. El fiscal me hizo un montón de preguntas. Estaba nervioso. Me enteré que a Ben lo habían dejado libre. Kevin me importaba un bledo. El fiscal me preguntó si estaba seguro de lo que decía. Si había tenido ayuda., Si conocía las consecuencias. Si decía la verdad. Y le dije que sí. Suspiró.

Me trajeron aquí. al centro, em un furgón. Me recibió la subdirectora. Vacié mis bolsillos. móvil , dinero, llaves. Podía hacer una llamada. Llamé a Ben, me dijo que me animase, que fuese fuerte, que la tristeza es de cobardes. Que me visitaría, pero no parecía muy sincero. 

La mujer me pasó a una habitación con cama. La cama tenía correas. Ese día dormiría allí. Y luego pasaría al módulo. Y conocería a más gentede mi edad, como yo. Segun ordenó el juez, debía psar aquí 5 años, y luego 3 de libertad controlada, si me portaba bien. 5 años, una eternidad, 1825 días iguales, encerrado. Me dio las normas del centro en unas hojas. La tristeza es de cobardes, decía Ben. Tenía ganas de llorar. Comencé a leer las normas. 

Capítulo XXIX: Las normas

Tienes estos deberes durante el tiempo que debes permanecer en el centro:

  • seguir las clases que te correspondan
  • obedecer a los profesionales del centro
  • ser respetuoso y considerado con todos
  • cumplir normas de higiene y orden
  • ordenar y limpiar tu habiración y las dependencias comunes que se te asignen

Si no cumples tus deberes:

  • serán amonestado en privado o en público
  • puedes ser sancionado según se establezca
  • si la conducta es grave puede abrirse una causa penal contra ti

En el centro hay psicólogos, educadores, personal de servicio y servicio de salud. Hay equipos de vigilancia.

Se te asignaŕa un tutor que te dirá las actividades en las que debes participar.

No se pueden tener botes de colonia, fotos de carnet, tijeras, mecheros, cerillas, objetos peligorsos o bolsas con bolsillos. Poseerlos es falta grave.

Es falta grave insultar, desobedecer y causar daños a las instalaciones.

Tienes derecho a ser visitado por tu abogado o familiares cuando corresponda y según se establezca. Si no es así se pueden suspender. 

Las sanciones disciplinarias pueden ir desde el aviso a la separación del grupo  de tres a siete días. Puede utilizarse la fuerza contra tí.

Capítulo XXX: Lunes, miércoles y viernes de 4 a 5

Tengo que contarte porque te escrbía siempre lunes, miércoles y viernes de 4 a 5. Teníamos que ir a clases. Te parecerá mentira pero yo era el único que hacía bachillerato. Era buen estudiante y por eso me dieron permiso para navegar por internet, solo por la página de una biblioteca. Me registré en la biblioteca y pedí un libro online, ya sabel cual, El guardían entre el centeno, aunque ya lo había leido. Entré en el foro de la biblioteca y me apunté, con mi correo y con el nombre de Holden, aunque tenía prohibido mantener contacto con nadie. Escribí la reseña sobre el libro de Salinger, y luego me contestaste. Desde el principio supe que eres una chica especial. Aprovechaba las clases de lengua para escribirte. Al principio el profes no se dió cuenta pero al final sí. Hizo la vista gorda una vez, pero a la segunda se chivó a la tutora, que me prohibió usar el ordenador. Entonces me hice el enfermo, me tiré al suelo e hice convulsiones de mentira para que llevaran a enfermería. El médico me dejo en observación y  cuando tuvo que salir de su ordenador te escribí un último mensaje. Se lo dijo al director y me cayeron 5 días en aislamiento, en una habitación con una cama sin sábanas. Pasaron esos días y en la clase de lengua posterior pude en un descuido del profe mandarte un último mensaje pero me volvió a pillas y me cayeron 7 días de aislamiento. Protesté chillando y como castigo estuve un día atado a la cama.

Capítulo XXXI: V/F (Verdadero/Falso)

Me tocó en el módulo Garbí del centro. Una habitación para cuatro. Yo estaba en una litera superior. Un corcho para pegar tus cosas (nada de fotos de chicas y eso, son las normas). Una mesa y una silla para cuatro. Una ducha, lavabo y retrete para los cuatro. Las duchas a la vista de los otros. Los que me tocó en la habitación, sin más. Cada uno a su rollo. Casi acababa de llegar a la habitación se presentó Laura. Me dijo que sería mi tutora. Velaría por mi comportamiento y los progresos que iba haciendo, sería como mi hermana mayor. No me gustó nada el papel que desmepeñaba. Me pasó unas pruebas para hacer: un texto de Robin Hood y preguntas sobre él. Lo hice perfecto. Mis problemas de una lista: cansancio y soledad, puse. Mis aficiones: leer y pasear. 175 pregunta v/f:  .... me siento desorientado: v ..... estoy casi siempre solo: v ...... En realidad me daban igual las preguntas y las respuestas.

Capítulo XXXII: Régimen de visitas

Mi primo Ben tardó más de un mes en venir a verme. Me dijo que andaba muy ocupado, pero que vendría en adelante y asistiría al juicio. Me contó que se había comprado un piso en el barrio de Gracia, que cuando saliera seríamos socios y ganaríamos mogollñon de pasta. Le pedí ropa porque la que me daban en el centro no me gustaba, dijo que intentaría traermela. Le conté que me habían aconsejado los educadores que pidiese perdón a los padres de Marta. Ben dijo que eso era una chorrada y que no metiese la pata. Me preguntó por lo peor y mejor del centro: lo peor, los horarios, dije; y lo mejor, la comida, los bocatas de la tarde. No vi a Ben hasta el día del juicio. Nunca me trajo la ropa que le pedí.

Capítulo XXXIII: Perder el tiempo

Ya sabes que Alberto es mi abogado de oficio. La primera vez que vino a verme estaba enfadado conmigo porque había confesado que había matado a Marta. Dijo que la había cagado, que ya me dijo que no tenía que declarar nada. Que intentaría arreglarlo diciendo que el interrogatorio fue de madrugada y que estaba con sueño, mareado o nervioso. Me preguntó si Marta había sido mi novia. Le dije que no. A Alberto se lo había dicho Vero, una de clase que se gustaba algo de mí, y que nos vio juntos en la fiesta de Halloween. Lo que quería Marta en realidad, esto no se contñe a Alberto, es que la llevara a casa, para estar con Ben, que es a quien ella realmente buscaba. Estaba colgada por Ben. Le dije que Ben no se gustaba de ella y que se largara. Ella insistía, diciendo que ya se las arreglaría para gustarle, que conocía a los tíos. Alberto me preguntó porque estaba con Marta esa noche en que murió, si le vendía droga, qué había pasado con su móvil, ... No le respondí o le daba largas, que no me acordaba. Alberto se cabreó mucho con mi actitud de no hablar claro. Solo le dije que le dí un golpe con el Vokswagen Scirocco de Ben, y que luego le pase por encima dos veces. Me enseñó fotos de Marta muerta y me dieron ganas de vomitar. Me dijo si le había golpeado con una pala para matarla, despues de atropellarla. Le dije que sí. Me dijo que para hacer la zanja para enterrar a Marta tenía que haber sacado 1440 kilos de tierra en apenas 5 horas y que era imposible que un tío como yo, sólo, lo hiciera. Alberto estaba seguro de que protegía a Ben o lo tenía miedo, estaba convencido de que no lo hice o al menos no directamente. Le dije que Ben no estaba esa noche conmigo, que no sabía dónde estaba. Alberto sabía que tenía una relación especial con Ben y que era el segundo camello de El Prat, por detrás de los Medina. Y se enfadó porque sabía que le estaba ocultando muchas cosas. Al final, cabreado, me dijo que le daba igual, que me iba a defender siguiendo el argumento de que era imposible que yo cavara la zanja. Buen tipo, Alberto. Yo no estuve a su altura y boicoteé su trabajo.

Capítulo XXXIV: Minifalda

Si buscas Marta Villanueva en la red, encontrarás su muro de Facebook. Muchas condolencias y mensajes de recuerdo y también su último mensaje de Facebook.

Yo no tenía especial relación con Marta, aparte del cole. Tenía 15 años, un o más que yo. El caso es que Marta estaba zumbada, colgada por Ben. Consiguió su teléfono, yo no se lo dí, y no hacía más que llamarle, al final por números ocultos. Le mandaba poemas. Ben no quería saber nada de ella. Le mandaba fotos horribles con minifaldas diminutas, donde mostraba lo que ella creía que eran piernas bonitas cuando eran flaquísimas. Al final en el Facebook puso una foto desnuda suya, pública, diciendo que ese cuerpo iba a ser para Ben. Ese fue su último mensaje. Una hora más tarde estaba muerta. 

Capítulo XXXV: Aviones

Fui con el juez y los polis a donde ocurrió todo. Al lado del aeropuerto, en las campas. Se veía en lbarrio de las Palmeras, donde estaba la casa de Ben. Allí en esa campa, donde los aviones están a punto de aterrizar, probamos también el primer coche que se compró, un Seat 127. Subimos y Ben empezó a hacer trompos con el coche. Me dijo que había ganado el coche en una partida de póker. Y que luego se iba a comprar una casa en el barrio y que luego compraría otra en Barcelona. Y que nos largaríamos de esa mierda de sitio. Luego me dejo probar el coche, yo no sabía conducir, pero me enseñó lo básico, embrague, aclerador, frenos. Al principio no lo conseguí, pero luego pude andar cien metros o así. Luego compró el Volkswagen Scirocco, flamante, nuevo, supermoderno. Lo compró con billetes de 500 euros en el concesionario. El vendedor flipaba. Cuando iba a entregar el último billete, le dijo al vendedor que quería un descuento. No podía, dijo el vendedor. Bueno, suele haber muchos incendios por aquí en el polígono, insinuó. Acojonado, le tuvo que hacer el descuento. Y cuando nos fuimos, me dio los 500 euros últimos para que lo celebrara.

Capítulo XXXVI: El juicio

En el juicio Ben hizo muy bien su papel. Aparecio apesadumbrado por la muerte de Marta. Dijo que Marta le gustaba y que pensaba en pedirle salir juntos. Que yo también estaba loco por ella, y que sentía celos por él. Que era un tío muy callado y que era difícil saber si podía llegar a ser violento. La noche de los hechos él estaba jugando al póker con sus amigos. Enseñó fotos de la partida. No sabe que pasó. Vivía conmigo, pero declaró que cuando llegó a casa tarde, ya de mañana, yo no estaba en casa. Vero también declaró: dijo que era un tío raro, que daba un poco de miedo, pero que aún así a ella todavía yo le gustaba un poco. Luego habló Alberto que estuvo muy bien; demostró que era imposible que yo cavara solo  la zanja donde apareció Marta. Llegado mi turno, confirmé todo lo dicho por Ben, confesé el asesinato. Y así sentenció el juez. Alberto se fue sin despedirse de mí.

Capítulo XXXVII: Ejecución penal

Todo esto fue hace más de 4 años. Me quedan 8 meses en el centro. Tengo miedo, aunque aquí dentro no me ha ido mal. Me he portado bien, de modo que ganas derecho a hacer cosas como recibir llamadas y visitas o tener un MP3. Me lo regalo Merche, una chica maravillosa (y muy guapa) del centro que cuando llegó su día de salida me lo regaló. Ella no quería salir, sus padres estaban en la cárcel, no tenía estudios, sabía que solo tenía su atractivo cuerpo para salir adelante, y no podía con eso. Eso pasa con nosotros, que cuando salimos se olvidan de nosotros, como si fuesemos normales, cuando en realidad nadie nos quiere. Unos cosiguen salir adelante, otros no. Y vuelven queriendo entrar, para ver a colegas o así. Pero no les dejan entrar. La ejecución penal se ha cumplido. Por todo eso tengo miedo. Pero también ilusión: en 223 días salgo y me gustaría ver tus ojos. 

Capítulo XXXVIII: Clanes

Solo he salido una vez en los cuatro años que llevo aquí. Fue para ir al funeral de Ben. Fue el día mñas triste de mi vida. Me acompañó el director. Al funeral fuimos cuatro gatos. mis tíos, Kevin y Marcelo. El cura dijo que Ben no había ido por el camino recto, pero que Dios le perdonaría y que iría al cielo. Tenía 24 años. Le mataron los Medina, un clan, una familia grande de 30 tíos. Ben se había metido en su territorio para vender droga. Le pillaron, lo llevaron al descampado de los aviones y le golpearon, según dijo el forense, con piedras y barras, hasta matarle. Tenía el rostro desfigurado. Le quitaron el dinero pero no el móvil. Hace más de un año de eso. No han detenido a nadie. 

Capítulo XXXIX: Nokia

Mi tía Carmen vino a visitarme después de un tiempo. Me trajo cosas de Ben en una caja de zapatos, que guardarían en el centro hasta que saliera. Le debió decir a Marcelo que me dieran esas cosas si le pasaba algo. Era una baraja de poker, unos móviles, un móvil era el de Marta Villanueva, y las llaves de su piso de Barcelona. A la noche, estuvo pensando en esas cosas y llegué a la conclusión de que Ben me quería aunque de una forma especial. 

Capítulo XL: Dos palas y un pico

El día que Marta murió fui a la blbioteca por la tarde. Me había hecho amigo de la bibliotecaria, que ya tenía paciencia conmigo, que era un tío que raro que hablaba poco. Me recomendó El principito de Saint Exupery, un libro que parece para niños,corto, con dibujos, pero muy profundo. Me fui para casa y empecé a leerlo. A las pocas horas, apareció Ben, alterado, diciendo que le teía que ayudar, que a ver si no le habñia visto sus mensajes, que tenía un marrón que quitarse de encima. Dejó encima de la mesa el móvil de Marta, dijo que la había matado a las 8, y que luego se había ido a jugar al póker y que había ganado un montón de pasta. Kevin estaba con él y casa. Me enseñó el móvil de Marta, había un montón de fotos de Ben. Marta estaba colgadísima de Ben, y Ben muy quemado con esa historia. Contó que la había atropellado tres veces en el descampado y que su cuerpo estaba allí mismo. Subimos a su VW Scirocco, nos pasamos por casa de Kevin a coger un pico y dos plas (Kevin era albañil), y nos fuimos para el descampado. Esta vez no había música en el coche. Paramos. Vi el cuerpo de Marta, cavamos una zanja cerca de allí, lo justo para meter el cuerpo. Ben me mandó al coche. Entre Kevin y Ben, cogieron a Marta, que todavía se movía algo, y la tiraron. Dentro, Kevin la golpeó dos o tres veces con la pala. Echaron tierra encima y alisaron el terreno más o menos. Salimos de allí, no volvimos al barrio, sino a otra zona. Al lado del río Llobregat, paró, se bajó y tiró las herramientas al río, ante las quejas de Kevin. Ben le dio mil euros para callarlo. Volvimos a casa. Intentamos dormir. Al día siguiente por la mañana, me dijo que le tenía que ayudar: yo me tenía que hacer culpable de la muerte de Marta, porque si no a él le iban a caer 20 años, y a mi solo 5 en un centro de menores, por tener 14 años y ser menor de edad. Me dijo que cuando saliera, nos iríamos de allí y haríamos negocios juntos. Le dije que sí, que me explicara bien lo que tenía que decir a la policía. 

Capítulo XLI: Préstamo interbibliotecario

Ya te lo he contado todo. Nunca pensé que se lo contaría a nadie. No llegué a devolver el libro de Saint Exupery, antes ya me habían pillado. La bibliotecaria seguro quec está enfadada conmigo. Eso me fastidia. Cuando vine aquí, había otros dos que habían matado a personas. Yo era el tercero. No sé que hicieron los otros dos. Igual nada, como yo. 

PARTE III: LOS PATOS EN INVIERNO (VOZ DE XENIA)

Llegué al centro en un taxi con mi madre. Nos recibieron Alberto, el abogado de Eric, y el director del centro. Dejamos nuestras cosas. Estaba muy nerviosa. Fuimos al despacho del director. Era muy simpático. Alberto dijo que había razones suficientes para revisar el caso, habían encontrado las herramientas en el río, tenían los mensajes de Ben en el móvil de Marta y el de Ben donde decía a Kevin que la habían cagado con Marta, y la prueba de que Eris estaba en la biblioteca, el préstamo de El principito. Habían hablado con la bibliotecaria y se acrodaba de Eric. Dijo que necesitaba que testificara. Lo que ocurrio fue que le enseñé el cuaderno a mi madre y ella se puso en contacto con el centro. Sabía que Ben había sido inteligente. ¿A dónde van los patos en invierno?, como se preguntaba Holden en El Guardíán entre el centeno. A un sitio seguro. Y Ben pensó que un sitio seguro para Eric era el propio centro. Allí los Medina no le podían hacer nada. Y a la vez guardó todos los móviles para que al final se supiese la verdad. Alberto gestionó la revisión del juicio, mi madre dijo que se lo merecía. El director me dijo al final que Eric no sabía que estaba allí, y que si quería verle. Fuimos a la sala de visitas, estaba nerviosísima, pasaron 82 segundos, los conté. Y al final llegó, alto y más delgado de lo que creía, mñas guapo. El guardia se fue. Nos miramos. No me dijo nada. Ya sabía que no le gusta hablar. Yo era la chica más feliz del mundo. Al final, a la par, nos abrazamos. Profundamente, en silencio. Y luego comenzamos a hablar.

FIN (Gracias)

Nota a lo lectores

He perseguido emocionar con este libro, como yo me emocioné con tantos libros de joven. No es una historia real, pero está basada en situaciones reales. Hubo realmente un asesinato de una chica en Barcelona en los 90. Los nombres son ficticios. 

Personajes

  • Eric, protagonista
  • Xenia,protagonista
  • Ben, primo de Eric. A Eric le suele llamar enano. 
  • Marcelo, Eric se hace pasar por él al conocer a Xenia por Internet. Es profesor de taekwondo en un gimnasio y amigo de Ben
  • Alberto, abogado de Eric
  • Kevin, amigo y socio de Ben

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