Verdad, Care Santos: resumen
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Verdad es una novela dedicada al público juvenil publicada por la escritora catalana Care Santos en 2017.
RESUMEN
Primera parte: Vida nueva
Prólogo. Las estadísticas dicen que los menores que han estado recluidos en un centro no vuelven a reincidir. También señalan los factores de riesgo que provocan una mayor tendencia a reincidir: no tener familia, no tener trabajo, no tener una casa donde vivir, tener amigos delicuentes, etc. Lo que no dicen las estadísticas es como te trata la gente y la sociedad en general cuando saben que has estado en un centro, que no es más que un eufemismo para nombrar a una prisión para menores, y es que te tratan mal, con una desconfianza absoluta, con muchos prejuicios. En mi caso, nadie se interesó por mí, nadie preguntó.
Capítulo I: Libertad
Me llamo Eric. Tengo 18 años y me he pasado desde los 14 años en el centro. Hoy voy a salir libre. Mi tutora, Laura, está conmigo, algo emocionada. Se preocupa por si tengo todo listo y me recuerda que estará siempre dispuesta a ayudarme. Me he despedido de mis tres colegas de celda, con los que me he llavado bien. Siempre les he respetado y me he hecho respetar. El respeto mutuo, buena lección de convivencia. Omar ha sido especial entre ellos, y Merche, preciosa, que ya salió. Recorro los pasillos del centro, fríos e hipervigilados. En la salida, Carlos, el director, un tipo duro pero que suele ir de colega. Me dice que no me mezcle con mala gente. Y finalmente el guardián me entrega mis pertenencias iniciales: un móvil sin batería, claro, y un par de llaves. Las llaves del piso de mi primo, que puso a mi nombre antes de morir, y del que soy dueño ahora. Fuera me esperan Xenia, mi amor, y su madre. Y Alberto, del centro, que me acompañará al piso.
Capítulo II: Xenia
Mientras Alberto va a mi piso para ver que todo va bien. Xenia y su madre me invitan a merendar. Vamos a Plaza Catalunya. Xenia está rara, parece haber llorado. La madre va a hacer compras y nos deja solos. Le pregunto a Xenia que le pasa. Comienza a llorar. Dice que es la última vez que nos vemos. Me quedo perplejo.
Capítulo III: Adiós
El silencio se apodera de mí y de Xenia mientras merendamos. Pero al final, le pregunto si hay otra persona. Xenia dice que no, que son sus padres, no quieren que salga conmigo. Solo le han dejado despedirse de mí. Xenia dice que planeará algo, mandar cartas o así, del ordenador, ni pensar. Le digo que convenceré a sus padres, que les mostrará que es respetable. Estudiar, trabajar. Llama su madre. Xenia se tiene que ir.
Capítulo IV: Palomas
Un último beso y xenia desaparece. Mandará cartas, dice. Bajo a plaza Catalunya. Las palomas de siempre, ¿o son otras palomas diferentes de aquellas que recordaba de pequeño? Diez años han pasado. La gente alrededor parece feliz, igual son las palomas las que transmiten esa felicidad. Xenia no está, pero al menos tengo un sitio donde ir.
Capítulo V: Lista
Cosas que tengo que hacer y que apunté con Laura. Móvil, ir al paro, currelo, y adivinar quién mató a Ben (esto ultimo no lo apunté con Laura). Y es que mu gusta saber la verdad de las cosas. Y recuperar a Xenia. Lo de un techo para dormir, ya estaba. O eso pensaba.
Capítulo VI: Ben
A Ben lo mataron en el barrio por meterse donde no debía. Lo mataron los Medina. Ben trabajó para ellos traficando, pero quiso ir por su cuenta. Ese fue su error, aunque legítimo, un error.
Capítulo VII: Setenta
Tengo setenta euros. Compro un billete de metro, solo uno, no un bono de diez aunque salga al final más barato. Es que tengo comprar también una tarjeta de móvil y comida. Con Ben sería distinto, me consideraba su hermano y me daba dinero cuando lo necesitaba. En realidad era como un primo, porque era el hijo de la pareja de mi tío Anselmo, el hijo de María. Pero María se murió y al final se casó con una tía mía. Total, que Ben era desprendido con el dinero, conmigo y también con Anselmo, mi profe de taekwondo, que también era como mi primo. Bueno, tengo cita con Alberto.
Capítulo VIII: Escalera
Llego al piso siguiendo las indicaciones. Ni rastro de Alberto. Abro la puerta con mis llaves. Subo las escaleras. En el que por lo visto es mi piso se oye voces, dos chicas y uno o dos chicos, risas. Meto la llave pero no gira. Toco el timbre. Ellos también se quedan en silencio. me escondo en el rellano del piso superior. Un chico abre la puerta, ve que no hay nadie y deja paso libre a las chicas, que quizás son tres. Se van. Dentro queda el chico o chicos. A los pocos minutos, se abre la puerta y se oye una respiración fuerte de alguién que escruta en la oscuridad. La noche va a se larga, me acomodo en el rellano.
Capítulo IX: Largo
No puedo dormir. Me pongo a oír los sonidos del piso de abajo. Mi piso, es decir, el piso de Ben. Ruidos domésticos, pero también conversaciones por teléfono. Pasa un tiempo y alguién abre la puerta del portal. Sube, se para en la puerta de mi piso, pero luego sigue hacia arriba. Le veo, un tío enorme, pintas de macarra. Al verme, dice. Largo! Me coje violentamente, apenas puedo recoger mi mochila y me empuja hacia abajo. Me tira hacia fuera ya en el portal y caigo al suelo. Me dice que ni se me ocurra volver o me dará una paliza y me dejara tirado con droga en la mochila en la comisaría para que pase otra temporada en el trullo (cárcel). Alguién observa desde mi piso. Me levanto. Camino a una plaza y me tumbo en un banco. Guardo las llaves en mis calzoncillos, algo que aprendí de Ben, donde esconder las cosas. Duermo abrazado a mi mochila. No tengo más que eso y mi amor por Xenia.
Carta de Xenia
Querido Eric. No puedo dormir. Pienso en ti desde que no hemos despedido. Mi madre me ha dicho que no había otra solución y que con el tiempo entenderé que es lo mejor. Llego a casa y me voy a la ducha directa. He llorado en la ducha. Mi madres está algo contrariada con mi actitud. Me da igual, no puedo soportar estar sin ti. Tengo que hacer algo.
Capítulo X: Currículum
Me despierta una niña de 6 o 7 años. Su madre la llama Noa y le dice que no hable con extraños. Me ha llegado a preguntar si he dormido ahí. Me levanto. Miro alrededor: estoy en una plaza y en los muros de alrededor hay murales curiosos, graffitis realmente vistosos. Pero tengo un hambre atroz. Voy a una tienda y me compro galletas y un batido. Y una tarjeta para el móvil. Voy a la oficina del paro. Allí aprovecho para cargar el móvil y asearme. Llega mi turno de entrevista. Le voy contando según me pregunta: solo he hecho el taller de montaje de bicis (en la cárcel, bueno, el centro de menores). Me recomieda hacer algún curso. Hacer el currículum. Al final me saca que he estado en el centro. Me pone en la ficha que aceptaré cualquier trabajo. Estoy dispuesto. Me pide el carnet. Ve que está caducado. No puede hacer nada con un carnet caducado. Se acaba la entrevista. Absurdo.
Capítulo XI: Resurrección
Activo la tarjeta del móvil. Mando sendos mensajes a Alberto, Laura y Carlos. Les doy mi nuevo número. Mando un mensaje a Xenia: te quiero. Alberto me llama al instante. Lo siente mucho, se ha muerto su madre y no puede ocuparse de mí. Necesita 48 horas. Vale. Y luego, mensaje de Xenia, bueno, de su madre: que no vuelva a poner en contacto con Xenia.
Capítulo XII: Anuncio
Veo un anuncio en una frutería que pide un repartidor. El tendero me deja bien claras las condiciones: 4 horas o lo que haga falta, 250 euros. Me pregunta si tengo experiencia. Me dice que hace falta ser fuerte. ¿Has estado en la cárcel? Le digo la verdad, ingenuo. No es posible, no quiere líos. He aprendido la lección. La verdad es de tontos.
Capítulo XIII: Pelos
Voy a la oficina del DNI. Necesito dos fotos. Voy a la tienda de enfrente. Me sienta en un taburete, que me aparte los pelos, no amablemente por cierto. 6.90 euros. Mi fortuna va bajando a toda velocidad. Vuelvo a la oficina. Me dan cita para mañana. Ruego que sea hoy. No hay nada que hacer, tienes suerte chaval, me dice además el poli. Decido volver al piso, el piso de Ben, que quiso que fuese para mí, aunque igual vete a saber lo que dice la ley ahora sobre esas cosas. Igual Ben perdió el piso en una partida de póker. Me quedo fuera, vigilando. Se acerca una anciana. Me pregunta si estoy esperando entar al tercero, al piso de las putas. Y empieza a decir que está harta de la gentuza de va a ese piso, gentuza como yo, con esos pelos me dice. Ella tampoco va muy bien peinada, por cierto. Mientras, alguién observa desde la ventana del tercero.
Capítulo XIV: Carmen
Voy a la plaza donde dormí. Llamo a mi tía del bar del barrio. Me saluda afectuosamente, contenta de que haya salido. Le pregunto si se acuerda del piso de Ben, pero no me hace mucho caso. Está atendiendo en el bar. Le digo que no quiero vivir en el barrio. Me responde que adonde voy a ir. Le pregunto por Kevin y Marcelo. No sabe nada de ellos desde hace tiempo. Marcelo ya no da clases de taekwondo. Se fue cuando mataron a Ben. Me dice que vaya al bar, que me prepara un bocata de tortilla, de aquellos de cuando era peque. Me acuerdo de aquella época, cuando iba al bar cob Ben. Pero tengo que volver al día de hoy. Mi tía me pregunta si voy a ver a mi padre. No digo nada, pero evidentemente no. Para qué. Nunca se ocupó de mí. Me despido abruptamente y cuelgo. Voy al super, compro cuatro mierdas y me las como. Me quedan 40 euros.
Capítulo XV: Dorayakis
La cosas no están saliendo bien. No quiero llamar ni a Laura ni a Carlos. Y a ver que pasa con Alberto. Doy vueltas por ahí. Un grupo de malabares pide dinero para la casa okupa. Les pido dormir una noche en su casa. Me dicen que está llena. Veo un anuncio de camarero en un bar. Pero el dueño me mira de arriba a abajo, y dice que ya está cubierto. En fin. Laura me manda un mensaje: recuerda todo lo dicho, me dice. No le contesto. Veo un puesto de cocina japonesa: dorayakis a dos euros. No sé lo que es un dorayaki. La señora me lo explica. los come Doraemón. No sé quién es, tengo que ponerme al día. Pero compro dos de esos dorayakis y me los zampo, están buenísimos. Voy al portal de mi piso, bueno, por ahora es un decir. Hay luz en el tercero. Me pongo a vigilar desde el portal de enfrente.
Capítulo XVI: Ángel
Dos tíos llegan al portal y pegan cuatro timbrazos al tercero. Alguién se asoma a la ventana del tercero. Se abre la puerta, Suben. Bajan al rato. Luego llegan dos chicas, falta corta y tacones. Timbre y les abren. Ahora al asomarse el tío de la ventana, creo distinguir a Kevin. Bajan. Llega otro tío. Parecido. Está claro: en mi piso se trafica con droga. Llega un chaval, camiseta de Darth Vader, el malo de Star Wars. Va borracho. Le conozco: iba a taekwondo, desastre en los estudios. Es un Medina, uno de los nietos del capo Medina. No quiere subir y por el interfono pide que le tiren la droga por la ventana. Tras una discusión, el de arriba acepta de mala gana. Tras recoger la droga se larga, continuando la discusión por el móvil. Un capullo. Ángel Medina, recuerda este nombre. Un Medina canalla de arriba a abajo.
Capítulo XVII: Pizza
Desde el portal de enfrente veo llegar a un repartidor de pizza. Llama al tercero. Misma escena, se asoma el que sea por la ventana, mira quién es y le abre. Reacciono rápido. Alcanzo al repartidor y le digo que la pizza es para un amigo, que si quiere la subo yo, que voy para allá. El chico incluso se alivia. Le tengo que pagar, no habia pensado en eso. 22.50 euros, me quedo con apenas 15. Y subo. El del piso salió al rellano, pero algo debió sospechar porque mientras subía entró atropelladamente en casa. Pero fui rápido y le pude ver la cara, estaba ya claro, la cata del asqueroso de Kevin. Aporree la puerta, gilipollas le dije, a ver que hacía en mi casa. Nada. Me quedé en el rellano y bueno, devoré la pizza. Volví al parque, me tumbé en el banco, me sentí muy desgraciado, pero al final me dormí.
Capítulo XVIII: Dolor
Me desperté con un dolor punzante. Me estaban dando patadas. Pude distinguir su figura: el matón macarra de las botas rojas, que me había echado del portal de mi casa. Patadas y patadas, me palpé la cara, estaba sangrando. Perdí el conocimiento.
Capítulo XIX: Advertencia
Me volví a despertar, ahora ante la mirada de la niña del otro día. Me pregunta qué me ha pasado. Me he caído del banco, le digo. Me dice que vaya al médico, mientras su madre asustada tira de ella. Busco mi mochila, se la han llevado, cabrones. Lloré. Ben me decía que nunca llorase, que los problemas hay que resolverlos, y no lamentarse. Tengo las llaves, bajo los calzoncillos, y en un bolsillo las fotos del carnet. Y me hna metido una bolsita de cocaína con un mensaje: primer aviso. Digo adiós a los murales y la chimenea de la plaza, y empiezo a caminar hacia mi antiguo barrio.
Carta de Xenia
Querido Eric. Mis padres me tienen totalmente controlada. Pero hoy, diciendo que iba a ir al gimnaso, he cogido el metro para ir a tu casa: calle del Profeta, 20. Pero mi madre me ha llmada al móvil. No he contestado, pero como tienen una aplicación de rastreo, saben donde estoy. Me he encontrado a mi madre a las puertas de la estación. Bronca buen me ha caído. En casa, mi madre ha llamado al trabajo para pedir días de vacaciones. Si antes estaba controlada, ahora muchísimo más. No se va a apartar de mí.
Segunda parte: Barrio viejo
Capítulo I: Aviador
Camine todo el día, dolorido y magullado, como un zombi, hasta llegar a mi barrio, ante la mirada asustada de la gente. Pero lo conseguí, no hay que rendirse. Llegué a la barriada de las Palmeras, casa bajas, gente normal, humilde. Llegué a la casa donde vivíamos Ben y yo. Quién viviría ahora allí. Caminé más adelante, ya al anochecer, entre el ambiente callejero de barrio. Y llegué al bar de mi tía. Cuando me vió, se asustó. Pedí quedarme a dormir. Claro, me dijo, aunque con cierto disgusto. Me llevó a su piso de arriba, a la habitación que había sido de su hija. Me trajo una pastilla y un vaso de leche. Me ayudó a tumbarme. Caí muerto en la cama. Mi tía me dijo que tendría que contarle un montón de cosas al día siguiente, pero yo solo pensaba en descansar. Y en Xenia.
Capítulo II: Rosa
Me desperté en la habitación de mis primas, a las que apenas conocía. Todo era rosa. Era insoportable, como el barrio. Ya me decía Ben que debíamos largarnos de ahí. Fui al baño con las toallas que me había preparado mi tía. Tenía el cuerpo y la cara llenos de moratones. Me metí en la ducha y sentí un placer infinito. Nada que ver con la ducha de la cárcel, que compartía con otros tres tíos, sin intimidad. Pero mi ropa estaba hecha un asco. Me vestí y baje al bar, intentando ser optimista, aunque me dolía todo.
Capítulo III: Desayuno
Mi tía me recibió con alegría y ordenó al cocinero que me preparase una tortilla. Además, zumo de naranja. Un placer desayunar fuera de la cárcel. Me senté en la barra, rodeado de hombres, alguno con cara de mala hostia. Le pedí dinero a mi tía, dijo que haría lo que podría, que cuanto necesitaba. Le dije que lo que pudiese, pero que tenía que comprar un móvil, que el viejo me lo habían robado. Lo tendría que consultar con mi tío. Le dije que quería trabajar y estudiar, y que devolvería todo. Mi tía dijo que debería mirar en las cajas que había en la habitación de mi prima, la habitación rosa. Eran cajas de Ben, de su casa, dijo. Y que si había algún teléfono ahí, que me lo quedase. Le pregunté quién vivía ahora en la casa de Ben, que en realidad creía que era mi piso, y me dice que Andrea y su hija vivían ahí, que el marido de Andrea hace tiempo que se fue. Cuanta información de golpe.
Un cliente que apestaba a alcohol me dijo al oído antes de irse que ojalá volviese pronto a la cárcel. No le conocía. En la tele dieron entonces una noticia de última hora. El hombre se quedó para oírla.
Capítulo IV: Noticia
En la tele dijeron que habían encontrado muerto a Ángel Medina, de 16 años, flotando en el mar. El periodista dice que llevaba una camiseta de Star Wars, la camiseta misma que le ví en el portal de mi casa. Tenía cocaína encima. La noche anterior le habían visto en las discotecas del entorno, trapicheando con droga. Ajuste de cuentas, quizás. Mi tía se lamentó. Uno de los clientes dijo que era muy raro, que Medina nunca pone a menores a sus servicio. Quizás iba por cuenta propia. Subí arriba al piso.
Capítulo V: Cajas
En las cajas encontré ropa y objetos de Ben. Se notaba que le gustaba la ropa de calidad. En la última caja encontré ropa mía y algunas cosas, el libro El Principito de la biblioteca, que me dio que pensar en su momento. La ropa me quedaba pequeña, no me podía creer que hubiese crecido tanto. Me probé la ropa de Ben, me quedaba perfecta y me la deje puesta. Me cogí varias coas suyas, gafas y cosas por el estilo. Pero no había ningún móvil. Bajé de nuevo al bar, mi tía se sorprendió al verme. Pregunté por el resto de cosas de Ben y mi tía me dijo que se habían quedado en casa de Andrea, es decir, en casa de Ben. Me llevó aparte y me dio un billete de 50 euros. Se lo agradecí, prometiendo la devolución. Me presentó al cocinero, de origen sirio, Hussam. Le di un beso de despedida a mi tía que no se esperaba.
Capítulo VI: Trueque
Fui con los 50 euros a una ferretería del barrio de un tipo que sabía que vendía móviles robados. Me conoció al instante y comentó algo sobre mi salida. Le pedí un móvil barato. Yo quería que cogiese como parte del pago dos pares de gafas que había cogido de las cajas de Ben. Regateamos una y otra vez. Las gafas y 25 euros a cambio de un móvil con tarjeta.
Capítulo VII: Yom Chi
Me dirigí a Yom Chi, el gimnasio donde solía ir, aconsejado por Ben, y donde trabajaba Marcelo. También allí conocí a Xenia. El mismo portero de siempre estaba por allí, pero más envejecido. Le pregunté por Marcelo. Me dijo que no trabajaba más allí. Le dije que era su primo y que le buscaba, y le deje apuntado mi número de teléfono por si volvía Marcelo por allí. El viejo no parecía muy colaborativo.
Capítulo VIII: Biblioteca
Mi barrio no tenía biblioteca, pero no muy lejos había una. Me dirigí allí. Tenía que devolver el libro El principito. La bibliotecaria fue muy amable, se extrañó de que devolviera el libro pasados cuatro años, pero me renovó el carnet y no me puso penalización por retraso en entrega. Me animó a que en el Facebook de la biblioteca pusiese una reseña sobre el libro. Fui donde los ordenadores y me hice una cuenta de Facebook y puse una reseña del libro: un libro que desde su simplicidad enseña lo profundo de la vida, lo importante que son las cosas menos visibles. Consulté el correo: nada de Xenia, y un anuncio de trabajo: lector en casa particular, todos los dias dos horas. Interesante.
Capítulo IX: Lector
Llamé al número de teléfono del trabajo. Me hicieron varias preguntas: edad, a qué me dedicaba, experiencia. Les dije que iba a hacer segundo de bachiller. El trabajo era todos los días, por la tarde. Leer en voz alta dos horas para una persona. Nada más. Me pidió una entrevista. Quedamos ese mismo día, a las siete, en un barrio de clase alta de Barcelona.
Capítulo X: Asesino
Ahora tenía que ir a la comisaría de policía a renovar el DNI. Noté que alguién me seguía. Cogí el bus, mirando a todos lados. Yo ya subido, se montó un tío, rubio y chupa de cuero, vaqueros. Se sentó a mi lado y apretándome la rodilla hasta sentir dolor me dijo que me largara del barrio, que si no me pasaría lo mismo que a mi primo. Me llamó asesino. Lo negué. Al principio no lo reconocí, pero al final me vino a la mente: era el hermano de Marta Viilanueva.
Capítulo XI: Marta
Marta era una pesada. Estaba colada por Ben y no hacía más mandarle mensajes y colgar historias en las redes. Me preguntaba todo el rato por él. Ben estaba harto de ella. Iba a mi clase y era repetidora. Otra chica de clase, Vero, que se gustaba de mí, pensaba que estaba liado con ella. Total, que Marta no hacía más que liar la manta con Ben, que no quería saber de nada ella. Un día, Marta colgó en internet una foto suya desnuda y se armó una buena entre la peña. Esa noche, Marta murió. Fue atroplleada en un descampado y murió finalmente de un golpe en la cabeza que le propinó Ben. Ben, no sé si estaba o borracho o que esa noche, me pidió un favor. Cavamos una fosa entre los tres y tiraron el cuerpo. Me pidió como favor que me inculpase de su muerte, por ser menor, y así lo hice. Pero revisaron mi caso tras morir Ben y me declararon inocente al final. Pero eso no lo sable en el barrio, tampoco el hermano de Marta.
Capítulo XII: Carné
Tuve suerte de me hiciesen un hueco en la oficina del DNI. Milagrosamente, las fotos del carnet todavía las tenía, despues de todo lo pasado. Me preguntaron por mis heridas, pero les dí largas. No se creyeron nada, pero no preguntaron más. Me dijeron que esperara pero al final me hicieron pasar a un despacho. Un sargento me dió el carnet y me dijo que porqué había vuelto al barrio, que tuviese cuidado, sobre todo con los Medina. Le dí las gracias, fingiendo tranquilidad.
Capítulo XIII: Clan
Don Nicolás es el jefe supremo del clan de los Medina. Empezó en el negocio de la droga hace ya 40 años, y ha tejido toda una red con sus hermanos, cuñados, hijos, nietos y sobrinos. Serán en total unos 30. Todo el mundo les respeta, en una mezcla de admiración y temor. Llevan una vida de lujo y desenfreno: fiestas locas, coches y una casa de lujo en Collserola. Contactos políticos, mimebros del clan en la policía. Don Nicolás está en la cárcel, pero desde ahí sigue controlando todo el negocio del clan. Fue él quien dio la orden de matar a Ben, que empezó a traficar con droga por su cuenta, rechazando la colaboración con los Medina, primero poco a poco y luego quitando clientes a los Medina. Entró en un terreno peligroso. Y los Medina le mataron. Dieron la noticia, pero a los segundos todo el mundo se olvidó de él, menos yo.
Capítulo XIV: Trato
Tras salir de la comisaría me dirigí a la oficina de empleo con mi flamante nuevo DNI, pero me estaban esperando. Dos macarras en la calle y otro más en un coche Mercedes de lujo. Seguí mi camino, pero enseguida se pusieron a mi par subidos ya al coche. Me dijeron que subiese. Subí, mejor era no contradecir a los Medina. Iba acojonado pero intenté mostrar tranquilidad. Me llevaron a una nave de un polígono industrial. Allí dentro, un tipo bien vestido me recibió en un despacho. Intentó desde el principio mostrarse amable conmigo, decía que me conocía desde pequeño. Le seguí la corriente, pero al mismo tiempo mostrándome duro y hermético. Finalmente, me ofreció trabajar para ellos como distribuidor de cocaína, al 50%. En las discotecas, con mis amigos de la cárcel, ... Dijo que me hacía un trato de favor, que sabía que yo no era traidor como Ben, que era un buen tipo. Me puso delante un paquete de droga. Le dije que no me interesaba. Ahí cambió su forma de hablarme. Dejo claro que no tenía opción. Me callé. Mi silencio lo interpreto como aceptación del trato. Pregunté por Ben, quién lo había matado. Me dijo que Ben se metió donde no debía, que no importa quién lo mató. Que debía aprender a no hacer preguntas inadecuadas. Me pasó el paquete de droga. Que volviera en una semana. Pensé en Xenia, en Ben, en mí. Cogí el paquete.
Capítulo XV: Twitter
Fui a casa de mi tía y escondí la droga en un peluche. Cogí mi móvil. Mandé mensajes a Carlos y Laura, y a Alberto, para darles mi nuevo número de teléfono. Laura me contestó amablemente y me deseó lo mejor. Alberto no contestó, normal, si se le ha muerto su madre. Me hice cuenta en Twitter y me hice seguidor de algunas cuentas. Entré en la cuenta de Ángel Medina, el que apareció gritando en el portal de mi casa. Qué tío más cutre y macarra: fotos ordinarias, insultos, ... Se le veía en una foto con Kevin y tres mujeres desnudas. Reconocí a una de ellas: era Merche, una chica que conocí en la cárcel, buena gente y guapa, pero que sabía lo que la esperaba sola en la calle, a merced de todo tipo de tíos que iban a lo que iban con ella. Y así había sido. En la foto era evidente que estaba a disgusto. Me daba asco pensar solo que Merche estuviese con el asqueroso de Kevin.
Capítulo XVI: Desierto
En 1935 Antoine de Saint-Exupery se estrelló en el desierto del Sahara con el avión que pilotaba. Sobrevivió al accidente, pero solo en el desierto al cabo de los días se deshidrató. Empezó a alucinar: quizás vió que un príncipe le pidió que le dibujara un cordero, que el príncipe vivía en un planeta cuyos volcanes limpiaba y cuidaba una rosa. Finalmente fue rescatado por unos nómadas del desierto. A raíz de esa experiencia, escribió el libro El principito, que comenzaba con la historia de su accidente y lo que vió despues: el príncipe. Parece un libro para niños pero no lo es. Es un libro para todos, porque habla de la vida. La vida es como el desierto al que él se tuvo que enfrentar.
Capítulo XVII: Padre
Creía que mi padre no iba al bar de mi tía, por discusiones que tuvo con su marido. Pero mi tía subió al piso, para decirme que mi padre estaba en el bar. Bajé. Nos miramos fijamente. Todo lo que recordaba de él era malo. Me hizo algunas preguntas, qué me habia pasado en la cara, cuándo había salido. Le contesté con monosílabos. Me invitó a trabajar con él, en su empresa. Ni loco, aunque mis tíos, al lado, me miraron perplejos. No había nada más que decir. Antes de irse, me abrazó, sin más. Me deje hacer. Cuando se fue, mi tía me echó la bronca, por haber tratado así a mi padre y por no aceptar el trabajo. Dijo que no me daría un euro más. Pasé de ella, no tenía ni idea de como me había tratado mi padre. Me largué dando un portazo.
Capítulo XVIII: Llamadas
Cogí el metro para ir a la entrevista de trabajo de lector. Cuando llegué, localicé el portal. Un edificio lujoso. Antes de entrar. Llamé a Laura, missing. Llamé a Alberto, missing. A Carlos, missing. Solo en el mundo, pero me quedaba la persona que mas quería. Llamé a Xenia, missing (el teléfono confiscado, claro), pero saltó el contestador, y estuve callado dos minutos. Tanto que decir, que no pude decir nada.
Capítulo XIX: Hugo
Entré al edificio y un portero me guió al ascensor, de esos antiguos. Subí. Me abrió la puerta un hombre con chaqueta, el mayordomo. El piso era inmenso, con estancias enormes. Apareció otro hombre, que me hizo pasar a un salón, donde estaba también su esposa. Jaime y Adela, se presentaron. Me aclararon que preferían un chico para el trabajo. Me hicieron leer un cuento de Allan Poe, El gato negro, como prueba. Estaba supernervioso, pero les gustó mi lectura. Me ofrecieron 15 euros por hora, todos los días. Y a continuación me presentaron a su hijo que trajo el mayordomo en una silla de ruedas, Hugo. Era además ciego. Nos dejaron solos. Tuvimos una conversación extraña, el chaval parecía ir siempre a la ofensiva, provocando, buscandome las cosquillas. Yo le replicaba. Le pregunté que le pasaba para estar así, en la silla y ciego. Que me importaba, dijo. Se mofó de mis gustos literarios. Que de donde había salido yo. Dijo que no necesitaba a nadie. Pero yo sí, le contesté. Eso le descolocó. Le dije que había estado en un centor de menores 4 años por asesinato. Alucinó. Entonces me contó lo de su enfermedad. Mi turno: quería saber más de mi. El proximo día, le dije. Tocó la puerta, vinieron a buscarle. Entró Jaime y dijo que todo había ido bien. El puesto era mío. Todos los días y sin poder renunciar antes de un mes. Al día siguiente empezaría.
Carta de Xenia
Ayer pude coger mi móvil mientras mi madre se duchaba. Vi tu llamada y tu mensaje. Un largo silencio, pero que me decía tanto. Ves como podemos comunicarnos, aunque nos quieran aislar físicamente. Sentí tu soledad, tu desesperación. Solo quiero que sepas que te quiero.
Capítulo XX: Sweety
Cogí el metro y volví al barrio. Y llegando al barrio de mi tía, me encontré con una escena de película. Tres coches de la poli al lado del bar de mi tía, y mucha gente alrededor. Mi tía fuera del bar, nerviosa, desolada. Su marido, con cara de querer matarme. Un policía me preguntó si era Eric González. Afirmativo. Me esposó. Habían encontrado la droga en el peluche. A comisaría. La gente reunida allñi me gritaba asesino. Al menos me iba de ese maldito barrio. Solo pensaba en Xenia, y lloré por ella.
Capítulo XXI: Apuestas
En comisaría me permitieron llamar a Alberto. Le conté lo que había ocurrido con un mensaje al contestador. Me llevaron a una celda asquerosa y fría, pero al poco tiempo tenía una visita. Me llevaron a la sala de espera y allí me esperaba Horacio Medina. Chaval, veo que tienes problemas, dijo. Me propuso un trato: salir en unas horas de allí, haciendo ver que lo que se me había incautado no era cocaína, pero a cambio tenía que poner mi piso a su nombre, el piso que me había dejado Ben. Libertad a cambio de hacerse con mi piso. Le propuse yo otro trato. Mi trato fue decirle donde estaba su sobrino Ángel Medina, por donde andaba, el día que murió. Medina pensaba que iba de farol y subió la apuesta: piso y contarle lo que supiera de Ángel, contra no meterse con Xenia. Encontró mi punto débil. Firmé los papeles del piso. Le pedí garantías de que iba a dejar en paz a Xenia. Solo me dió su palabra. Le pregunté cuando iba a salir. No, dijo, ese era el primer trato, ahora me tenía que conformar con no meterse con Xenia. Así perdí la partida de póker. Derrotado, humillado.
Tercera parte: Resplandor
Capítulo I: Alberto
Alberto llegó a la mañana siguiente a comisaría. Le conté toda la historia desde que salí: el piso, el gordo de Kevin, Ángel, la paliza de los Medina, regreso a mi barrio, mi tía, el capo de los Medina, la droga y la detención. Una trampa. Al menos no vendí la droga, me dijo Alberto, eso hubiese sido tráfico. Le dije que le dijera a Xenia que ya no la quería. Alberto se quedó perplejo, pero era la única forma de dejarla a salvo; además, no quería que volviese a visitarme a la cárcel, no se merecía eso, yo no la merecía a ella. Se fue a hacer sus gestiones de abogado y pasado un tiempo volvió: lo que tenía en casa no era droga, sino harina.
Capítulo II: Hábitat
Salimos de comisaría. De momento me alojaría en casa de Alberto. Nos digimos a mi barrio, al bar de mi tía, a recoger mis cosas. Mientras lo hacía, le dije a mi tía que no podía seguir en el barrio, que no era mi hábitat natural, que quería olvidar mis 18 años, y estudiar, ser profe, ... Mi tía sollozó. Me abrazó. Y luego fui al coche de Alberto y nos largamos.
Capítulo III. Sargento
Alberto vivía en una casa con su novia y un gato. Alberto ya era para mi más que mi abogado, era mi amigo, y el hecho de que me acogiera en casa lo confirmaba. Fuimos a comer a una pizzería, y al acabar habló por teléfono con alguien. Tras colgar me dijo que quería que conociese a alguien. Al rato apareció ese alguién: un hombre fornido que Alberto me presentó como el sargento Roig. Hablaron entre ellos de muchas cosas. Y al final comentó que estaban preparando una operación contra el clan Medina. Aprovechando que se iba a acelebrar el funeral de Ángel, al que incluso iba a ir Nicolás Medina, el capo, que estaba en la cárcel, se iban a reunir todos los Medina, entre ellos también Horacio claro, en la villa que tenían en Collserola. Y que era un momento ideal para trincarlos, pero para ello necesitaban un confidente, no solo un informante, sino un colaborador estrecho. y entonces me ofreció a mi ser su confidente: quería que me infiltrase en la fiesta que los Medina iban a celebrar en Collserola.
Capítulo IV: Rosa_solitaria
Despues de la propuesta me dirigí a casa de Hugo, a mi primera sesión de lectura. Igual que la víspera, Hugo me recibió de forma arisca. Me puse a leer casi de inmediato: El guardián entre el centeno, uno de mis libros favoritos. Le leí 117 páginas de un tirón. Al terminar, me preguntó si era realmente un asesino, le dije que no, pero que conocía unos cuantos. Le corté el rollo, y me despedí. Necesitaba el dinero de la primera sesión, pero no puede cobrarlo porque jaime, el padre, no estaba en casa.
En el camino de casa de Alberto, miré mi cuenta de Twitter. Un seguidor, Alberto. Tenía un mensaje de la bibliotecaria preguntándome por el trabajo, le dije que lo había cogido, y quedamos para un café. En el muro de Facebook de la biblioteca donde puse el comentario del libro El Principioto, tenía tres respuestas a mi comentario. Uno de ellos, de una tal Rosa_solitaria, que tras un mensaje emotivo, me decía que me echaba de menos. No tenía ninguna duda. Era Xenia.
Capítulo V: Sam
Tras levantarme al día siguiente en casa de Alberto, vi que ellos no estaban. Lo tuve claro: estaba molestando, invadiendo su intimidad, aunque la novia de Alberto se mostrase amable. Y decidí buscar otra solución. Deje limpia mi habitación y cuando llegó Alberto le convencí para que me buscara otra solución. Lo pensó y al mediodía me llevó a conocer a un tipo especial. Llegamos a una casa con un crucifijo en la entrada. Era el padre Samuel, que acogía en su casa a expresidiarios hasta que rehiciesen su vida. Les daba alojamiento y comidas. Me cayó bien. Me dijo las horas de comida, que avisase si no podía ir y me enseñó mi pequeño habitáculo, diminuto, pero al menos tenía un sitio donde estar. Le di las gracias a Alberto.
Capítulo VI: Venganza
Kevin Martínez, conocido como "bola de sebo", apareció desangrado con un corte en el cuello en la bañera de su casa. Los vecinos dijeron que habían visto a tres tipos grandes entrar en el piso. Todo eso lo supe porque el sargento Roig me llevó al piso, que en realidad era mi piso. En el piso encontraron droga y dos millones de euros. Lo que pasaba era que Ángel era utilizado por Kevin para desviar cantidades de droga que le pasaban los Medina para vender. Ángel se metió en el negocio porque su tío, Horacio Medina, no le dejaba participar de los negocios como el quería. Vendía la droga en las disoctecas de Marmágnum. Por ahí le encontraron muerto ahogado: quizás se cayó porque iba borracho o le tiraron. Vete a saber. Pero lo cierto era que los Medina se habían vengado de Kevin por lo de Ángel y también por engañarles, claro. Los velatorios de los dos jóvenes eran contiguos el uno con el otro: el de Ángel estaba petado de gente de los Medina, berreando falsamente. Al de Kevin, no fue nadie, sola la vecina fue a rezar un padrenuestro. Al final, fui yo responsable de la muerte de Kevin: yo le vi con Ángel, yo le insinué a Horacio que Ángel andaba en asuntos raros y ellos tirarían del hilo.
Capítulo VII: Desenlace
Fui a casa de Hugo. Antes quise hablar con jaime. Este me adelantó que no les importaban mi pasado y mis circunstancias, lo cual era de agrecer, pero solo le quería pedir que me pagase el trabajo de la víspera, para poder tener algo de dinero. No hubo problemas. Me dijo que estaban contento conmigo yque Hugo también. Yo también, le dije, aunque Hugo fuese borde a veces. Era comprensible. Terminamos de leer El guardián entre el centeno. Le gustó el libro. Retiró que mis gustos literarios eran una mierda. A la salida, el mayordomo me dio la paga: 90 euros. Me sentí rico.
Capítulo VIII: Entrenamiento
Se acercaba mi supuesta infiltración en la fiesta y seguramente partida de póker en la villa de los Medina. Roig me dijo que debía entrenar al póker, que la pasta para apostar la pondrían ellos. Para entrenar mi cogí a dos compañeros del piso del padre Samuel, y luego el propio padre Samuel se apuntó. Jugaba bien, pero gané yo. Las apuestas, garbanzos.
Capítulo IX: Timba
LLegó el día de la fiesta de los Medina. Roig me pasó una invitación que habían conseguido. Tenían más infiltrados, pero yo no sabría quienes eran. Me puso micros en la ropa (me vistieron ellos con ropa adecuada para la fiesta). Me dió un sobre lleno de billetes para apostar. 100.000 euros. Debía dejar ganar a Horacio Medina. Un dron de la poli sobrevolaría la mansión. Llegué en taxi. Una mansión lujosa. Me hicieron pasar los gorilas, enseñando la invitación. Horacio me dio la bienvenida. Comida, bebida, todo en ambiente de lujo. Mujeres guapas, con poca ropa. Distinguí a Hussam, el cocinero de mi tía, pero a sueldo de Medina. Una voz femenina me interpeló. Era Merche, mi compañera del centro. Alegría mutua, pero se lamentó, no tenía otra opción que trabajar en la fiesta para Medina, como chica de ya se sabe. Me entristecí. Llegó la hora de la timpa o partida. Horacio me invitó, asombrado del dinero que llevaba. Al comenzar, me dijo que conoció a mi madre, me entristeció que quizás trabajó para él, igual que Merche. Frente a frente, dos tíos muy diferentes, físicamente, él grande, gordo, moreno y cabrón y yo rubio, pequeño y legal. Empece perdiendo, a veces naturalmente, otras dejándome. Medina se mosqueó. Para que me animase y jugara mejor, apostó el contrato de cesión de mi piso. Me tocaron cartas buenísimas. Horacio pensó que le había preparado una trampa: dejerame perder, para luego machacar. Dijo que era un traidor. Y entonces entró la policía a la fiesta, muchos. Horacio salió corriendo. Miré sus cartas: eran ganadoras. Rompí el contrato de cesión. Rodearon a Median y sus gorilas. Entre los que les apuntaban, Merche. Cruzamos las miradas y sonreímos.
Capítulo X: Éxito
La noticia salió en la tele. Horacio y sus colaboradores detenidos. Dinero y droga incautada. Y todo ello gracias a una operación tejida con infiltrados. O sea, casi era famoso. Los días siguientes: con ayuda de Alberto, recuperé el piso, y lo puse en venta. No quería vivir allí. Estuve con Elena, la chica de la biblioteca, merendando. Le dije que quería estudiar literatura en la uni, y se puso supercontenta. Me animó incluso a escribir. Fui a ver a Roig y le expliqué el problema con Xenia. Roig llamó a su madre y le explicó que yo era buena gente, y que había colaborado con la policía como un profesional. Al poco, se madre me mandó un mensaje pidiendo disculpas por su comportamiento. No he encontrado a marcelo, pero sí lo tengo pillado en Twitter, sé que está casado con un tal Germán. Me gustaría hablar con eĺ, y no solo de Ben o del barrio. He leido El principito a Hugo. Quedé con Roig, y me trajo a Xenia. Nos abrazamos. Por fin, me susurró. Le prometí no separarme más de ella, y hasta hoy lo he cumplido.
FIN
Anexo: Personajes
- Eric, soy yo. Estuve 4 años en un centro de menores por un asesinato que no cometí pero que confesé para proteger a mi primo Ben.
- Ben, mi primo. Lo mataron, por ir a su bola en el tráfico de drogas.. Todo se lo debo a él. Me dejó su piso tras morir, pero me lo había ocupado Kevin.
- Carlos, director del centro de menores donde estuve
- Laura, asistenta social o tutora del centro de menores donde estuve
- Alberto, mi abogado
- Roig, sargento de la policía y amigo de Alberto. Monta la operación contra Medina, donde participo.
- Hugo, chico ciego al que leo libros y Jaime, su padre.
- Padre Samuel, durante unos días vivo en su casa, antes de la patida de póker con Medina.
- Kevin, traficante de droga, con los Medina, a los que traiciona montando su propio negocio. Tipo asqueroso, ocupa el piso de Eric.
- Ángel Medina, colabora con Kevin y aparece muerto.
Como citar: Sarasola, Josemari (2024) en ikusmira.org
"Verdad, Care Santos: resumen" (en línea) Enlace al artículo
Última actualización: 22/09/2024
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