Miedo, Care Santos: resumen

Estaría bien que leyeras Mentira, Care Santos: resumen y luego Verdad, Care Santos: resumen, para entender esta tercera parte de la trilogía. 

Miedo es una novela dedicada al público juvenil de la autora catalan Care Santos. Se publicó por primera vezen 2019 y es la continuación de las novelas Mentira y Verdad de la misma autora, y como en aquellas con Eric y Xenia de protagonistas. 

RESUMEN

Los suicidios es una de las principales causa de muerte, sobre todo entre los jóvenes. Muchas personas que llevan una vida normal piensan en ello, algunas lo intentarán, unas pocas lo conseguirán. Son muchas las razones para suicidarse: una ruptura sentimental, soledad o depresión. Hay razones que se escapan de toda lógica, pero en todas subyace la misma razón: el miedo a vivir. Este libro trata de una de esas personas. 

Capítulo I: Contratiempo

Me llamo Eric. Me dirijía a casa de Hugo, un chico de familia acomodada ciego al que leía libros en voz alta. Acababa de mandar un mensaje cariñoso a Xenia, mi chica. Cuando llegué a casa, el portero me saludó afable, como siempre. Me abrió la puerta Armando, con solemnidad como siempre, un mayordomo de los de antes, y entré a esa casa a la que nunca me acostumbraré por el lujo que desprende en todos sus rincones. El mayordomo me dijo que debía ir a la biblioteca, cosa rara, porque siempre estoy con Hugo en su habitación, donde él se encuentra más a gusto. No me extrañó en realidad, los padres solían hacerme entrevistas para ver que tal iba Hugo. Yo siempre les decía que bien, que a veces era insoportable, pero ellos me repetían que debía tener paciencia. Hugo parecía estar enfadado con todo el mundo, muchos días estaba borde y otros absolutamente callado. Yo decía a sus padres que necesitaba libertad, como todos lo chavales de 17 años, pero me decían que dado su estado era imposible. 

Ya en la biblioteca, el mayordomo me dijo que habúa habido un contratiempo y que ese día no habría lectura. Un accidente. Hugo estaba en el hospital. No me dio más información, no podía. No habría lectura, ni ese día, ni los próximos. Los padres de Hugo, Adela y Jaime, se pondrían en contacto conmigo. Me pagarían puntualmente aunque no hubiese lecturas. Llamé a Hugo. Apagado o fuera de cobertura. Recordé la lectura de la víspera: Hugo me dio la mano para despedirme, cosa que nunca hacía.

Capítulo II: Monstruo

Ahora recuerdo. La víspera Hugo estuvo raro. Le estaba leyendo Frankenstein, cuando me dijo si no estaba aburrido del monstruo, igual que Frankenstein (que en su soledad decide vengarse de la humanidad), pero del que estaba en casa. Entendí que se refería a él mismo, y le dije que más que aburrido estaba harto de su mal humor. Me dijo que por qué no me buscaba un trabajo normal para no leer libros a ciegos. Me dijo que igual iba a hacer algo pero que igual me asustaba si me lo decía. Te puedo ayudar, le dije. Me valgo solo, dijo. Creo que estaba más ciego que él, no lo vi venir.

Capítulo III: Llamadas

Fui a casa andando para ordenar mis ideas. Volvía a llamar a Hugo. Nada. Me hubiese gustado llamar a sus padres, Jaime y Adela. No sabía sus números. Quería contárselo a Xenia. Pero Xenia estaba estudiando para los primeros exámenes y su madre fue la primera que me dijo que si la quería que la dejase estudiar. La carrera de medicina era muy importante para ella. Yo estaba también en eṕoca de cambios. Con la ayuda de Alberto,  mi abogado, pude comprar un piso para mí en el barrio de Sants, tras vender el piso que me dejó Ben en herencia en el Prat. Vendí el piso porque Kevin lo había usado para vender droga y me daba asco ducharme allí. Y me compré un piso pequeño en Sants, bastante viejo. Cuando llegué allí, a esa que era ahora mi casa, me puse a llorar.

Capítulo IV: Escribiendo

Por el móvil.

Yo: No te olvidarás de mí si no nos vemos?
Xenia: No, porque mi amor por ti es inagotable.  No te podría olvidar jamás.
Yo: Yo tampoco. 

Capítulo V: Silla

Los padres de Hugo me pusieron dos condiciones en el trabajo de ser lector de Hugo, que no faltase ni un día y que estuviese como mínimo un año. Hugo se movía por la casa en una silla, ayudado por Armando, el mayordomo, hasta para ir al baño, que estaba adaptado y al que entraba solo. Un día le pregunté que seguro que se sabía el camino al baño de memoria, sin mirar,  y que ser ciego no era un obstáculo. Hicimos juntos el camino, pero apareció Adela su madre  cuando Hugo estaba dentro y tras preguntar qué hacía yo allí, le respondí que habíamos venido andando. Se enfadó y me dijo que no hiciese experimentos con Hugo, que no se me pagaba para eso.

Capítulo VI: Pizza

Al poco de llegar a casa recibí una llamada. Era Omar, mi compañero de celda en el centro. Fue una sorpresa; Carlos, el director del centro (al que había prometido ir a ver) le había dado mi teléfono. Omar me recordó que le había dicho que le invitaría a comer una pizza. No lo recordaba, pero es igual, le dije que viniese a casa, pero no a la calle del Profeta, mi piso de antes, sino al barrio de Sants. Omar llegó, vestido en plan rapero, y le conté mi vida, Xenia, Hugo, el cambio de piso, todo lo que me había pasado al salir del centro. Se extrañó de que no viera tanto a Xenia y me dijo que a igual me la iban a robar. Pedimos una pizza (sin atún) y una par de birras (sin alcohol), porque Oman era musulmán. Le conté sobre mi trabajo y alucinó. También le dije que estudiaba. El decía que lo suyo era robar. Recibió un par de llamadas intrigantes, y para hablar se retiró. No me extrañé, era lo normal. Se hizo tarde y quiso quedarte a dormir. No me inportó, aunque tuvo que dormir en el suelo, porque en toda mi casa solo había una silla, que cogí de la calle,  y un colchón que cuando no tienes nada son un tesoro. Pensé que Omar había preguntado mucho pero no me había dicho nada él. Eso era extraño, pero no tenía motivos para desconfiar de él.

Capítulo VII: Omar

Omar estaba zumbado, pero era un tío majo. Se dedicaba a robar pisos con su familia, tíos, primos y así. Un día se encontró con un anciano que le pillo en casa y que blandía un bate de beisbol. Al final tuvo que golpearle y el anciano se cayo y partió un par de huesos. Le condenaron por lesiones, por eso estuvo conmigo. Su tío se alegró de que le pillaran a él, menor de edad, y no a ellos. 

Capítulo VIII: Frankenstein

Comencé a leerle a Hugo la novela Frankenstein porque me lo recomendó mi amiga Elena, la bibliotecaria. Le conté que Hugo se consideraba a si mismo un monstruo y entonces me dijo que el libro le iba encantar. Así lo hice y efectivamente, le encantó. Al igual que Frankenstein, Hugo pensaba que incluso sus padres le consideraban un monstruo. La pena ha sido que hemos tenido que dejar el libro a medias.

Capítulo IX: Mary

Mary Shelley fue la autora de Frankenstein. Se escapó de casa a los 16 con su novio y tras dos años recalaron en Suiza, donde conocieron al poeta Byron y se instalaron en su mansión a causa del mal tiempo que hizo un verano. Entre los tres se plantearon el reto de escribir cada uno una novela de fantasmas. Shelley era hija de escritores, pero aún así no lo tenía claro. Un día oyendo una conversación de su ya marido y Byron sobre Darwin y otros descubirmientos de la época, pensó en si sería posible convertir la materia inerte en vida. Tuvo un sueño esa noche en el que un científico rehacía un cuerpo humano con vida de trozos de cadáveres. Había nacido así la historia de Frankenstein. A Hugo le llamó la atención que la autora tenía su misma edad cuando lo escribió. Yo le contñe que lo curioso era que la desgracia o mala suerte del mal tiempo llevó al final a que escribiese una obra inmortal. Me dijo que ya sabía por donde iba y que no jugase a psicólogo, que le pagaban por ser lector. 

Capítulo X: Secretos

Hugo mentía. Siempre me decía que su ceguera era consecuencia de una enfermedad, cuando en realidad tuvo que ver con un accidente de moto que tuvo con su novia. Me costó saber lo que pasó, pero al final entendí porque mentía. Mentir nos protege a veces. 

Capítulo XI: Ojalá

Despues de estar hablando con Omar, ya a las tres de mañana, recibí un mensaje de Xenia, ya estaba en la cama, cansada de estudiar para los exámenes de enero, a quien se le ocurre poner exámenes en enero, poco despues de Navidad. Me decía que estaba loca por estar conmigo, yo también con ella. Le dije que celebraríamos el final de los exámenes. Me dijo que le gustaría estar conmigo en la cama. No supe qué decir. Ojalá, puse, te amo. Y ello me dijo lo mismo. Nos despedimos y yo me quede soñando con lo que me había dicho. 

Capítulo XII: Marcelo

Tenía un teléfono móvil por el que me llamaba solo el sargento Roig. A las siete de la mañana, recibí una llamada a ese móvil. Se presentó como Paula, investigadora de la policía. Me preguntó si conocía a Ben. Como no, mi primo o mi hermano o ninguna de las cosas, que mas da, pero fue él quien cuidó de mí cuando era un chaval. Gente del clan de los Medina, que controlaban el tráfico de drogas en mi barrio, le dieron una paliza y lo mataron. Paula me dijo que había aparecido un video donde se veía la agresión mortal a Ben y que quién tomaba el video era Ángel Medina, nieto del jefe de clan, don Nicolás, que a su vez apareció muerto flotando hacía un tiempo por un ajuste de cuentas. No me extrañó, estaba loquísimo. La policía me dijo que en el video se ve la cara de Marcelo, hermano, se puede decir así, de Ben. Y que necesitaban localizarlo para reabrir el caso y avanzar en su investigación. Dije que hacía tiempo que no le veía, pero que lo intentaría. Me contó que don Nicolás, el siniestro jefe, el capo que seguramente había mandado matara a Ben, había muerto en la cárcel de un infarto y que ahora que se iba a abrir la línea sucesoria en el clan, y que por lo tanto, iban a estallar conflictos dentro de él, era un buen momento para pillarles con lo de Ben y evitar que se reorganizasen, a pesar de que gracias a mi en parte el negocio de los Medina había quedado desmantelado. Me pidió además que me pasase por comisaría porque querían que viese el video. Fui para allí, dejando a Omar roncando. 

Capítulo XIII: Video

Esperando en comisaría llame a Hugo por tercera vez. Contestador. Mensaje a Xenia: un día menos de exámenes. El sargento me saludó afectuosamente. Su compañera Paula me aviso que había imágenes crudas. Seis minutos. Tres atacantes contra Ben, y otros dos mirando. No se distinguía muy bien, pero los que miraban la escena eran Kevin, la bola de grasa, y  Marcelo. Uno de los atacantes llevaba botas vaqueras con punta metálica, recordé que uno de nombre Patrick las solía llevar. En el video se veía a Ben por tierra, primero defendiéndose pero luego ya inerme. Fue muy duro y me puse a llorar. El video no tenía sonido. Paula me dijo que mejor así, si no iba a ser muy duro para mí. Le pedí por favor que me pusiera otra vez el video con sonido. Pude oir los gritos primero, gemidos y finalmente las súplicas con el último aliento de Ben, por favor, por fa..., entre los bufidos de sus agresores. Vi como moría.

Capítulo XIV: Caras

A continuación, el sargento Roig me puso encima de la mesa una serie de fotos. Me pidió que los reconociera uno a uno. Todas ellas eran de gente del clan de los Medina. Reconocí al capo, don Nicolás, a Horacio, a Ángel. Todos familiares más o menor cercanos entre sí, formando algunos de ellos a veces un grupo. Jóvenes, mayores, incluso niños. Reconocí a la mayoría, eran del barrio y muchos habían ido conmigo al cole. Había otros policías en la sala y me miraron admirados por mi memoria. Y es que nunca se me olvida una cara.

Capítulo XV: En línea

Durante esos días que Xenia estaba con exámenes, nos saludabamos por la mañana mandándonos mensajes cariñosos y de ánimo mutuo por no poder vernos. Luego a la noche, nos escribíamos algo más. Yo le dije que estaba en un nuevo caso con la policía, y ella me dijo que anduviese con cuidado. Ella igual se iba a apuntar a clases particulares para estar más tranquila de cara a los exámenes. Nos escribíamos emoticonos cariñosos. El que inventó los emoticonos hizo una bonita aportación a la humanidad.

Capítulo XVI: Fósiles

Hugo tenía en su habitación un montón de trofeos de baloncesto, una colección de minerales, un ordenador del copón, una silla ergonómica de lujo. Todo carísimo. Me daba pena que todo eso no lo pudiese ni ver ni disfrutar. Pero eso no se lo podía decir a él. Que me compadeciese de él era lo peor. Un día le propuse que fuésemos a un concierto. Ahí podría disfrutar, el oído lo tenía intacto. Cuando se lo propuse, pensó, luego dijo que sus padres no le dejarían, y que siguiese leyendo. 

Capítuo XVII: Nadie

Una vez en casa de Hugo me fije en una foto de una chica enmarcada que tenía en su habitación. Le pregunté quien era. Nadie, me respondió. Le dije que era guapa. Al día siguiente, vi que el marco vacío y la foto hecha pedacitos. Me dijo que se había cansado de la foto, que no era nadie. Y que si lo hubiese sabido antes, que la foto estaba ahí, antes la hubiese roto. 

Capítulo XVIII: Germán

Cuando salí del centro de menores, intenté buscar a Marcelo por la redes sociales. Le encontré en Twitter y le escribí diciendo que había salido y que me gustaría estar con él, para hablar de los viejos tiempos en el barrio y de Ben. No me contestó. Me resigné a no saber nada de él hasta que el sargento Roig me habló de él. Decidí buscarle de nuevo. No tenía actividad en redes, pero compartía todos los mensajes y posts de un tal Germán, que por lo que decía en uno de los mensajes, era ahora su marido. Debía trabajar en una cadena de ropa, según supe por Facebook. Mirando atentamente las fotos, pude saber que trabajaba en un centro comercial de la Barceloneta, al lado del mar. Me dirigí allí. Volví a llamar a Hugo. De nuevo, sin respuesta. Mensajeé cariñosamente con Xenia. Cuando llegué al lugar de trabajo del tal Germán, no estaba. Pero me dijeron que llegaría pronto. Como lo había visto en las fotos, le reconocí cuando llegó en su moto. Me acerqué a él con tranquilidad para no alarmarle y le dije: Tú eres Germán, no? Y me presenté, que era un medio primo de Marcelo, del Prat, que me enseñó taekwondo en el gimnasio. Me gané su confianza y me comentó que ahora estaba en barrio chic de Barcelona dando clases de yoga y otras por el estilo. Me dijo incluso el nombre del sitio, Lotus. Le dije que iría a verlo, porque hacía tiempo que no estaba con él. Me recomendó que fuese hacia las siete. Me pidió que no le dijese que lo había encontrado gracias a él. Muy majo, el Germán. Nos despedimos.

Capítulo XIX: Lotus

Llegué al gimansio Lotus, un gimnasio femenino de lujo en la zona alta para ricos en Barcelona. Entré y le dije a la recepcionista que quería ver a Marcelo. Hizo una llamada y al rato Marcelo salió de un ascensor, vestido de forma muy moderna y muy musculado. Tenía una amplia sonrisa en el rostro que se borró cuando me vió. Me saludo con falsa cortesía y me llevó a la cafetería colindante. Pidió un té verde; yo, lo mismo, aunque nunca había tomado. De pronto, muy serio, me preguntó que quería. No me anduve con rodeos. Le conté que había aparecido un video de la muerte a golpes de Ben, que sabíamos (yo hablaba en plural, para asustarle) que él estaba allí y que necesitábamos que testificase para identificar al asesino y cómplices de Ben. Se resistió  a contarme nada, me invitó a largarme, pero le dije que la próxima vez vendría la policía y que eso no le iba a gustar. Le argumenté que había que hacer justicia y me mostré firme, dejando claro que no estaba solo y que era colaborador de la policía. Al final, aceptó colaborar a regañadientes, no tenía opción. Me dijo que iba a ser duro ver el video. Le dije que ya lo sabía. Le aseguré que no tendría que ir a la comisaría del Prat, que sería en el mismo Barcelona. Me dio su teléfono y dijo que yo dijera que le llamaran de mañana. No se despidió.

Capítulo XX: Celos

Marcelo era mi modelo cuando era pequeño, un tío super cachas que ganaba medallas en taekwondo. También era el amigo inseparable de Ben, o más que amigos. Lo que pasa es que nunca lo demostraban en público, porque Ben temía que la relación de más que amigos con Ben le afectara a sus negocios en un barrio con una ideas todavía muy anticuadas. Marcelo solía quedarse en cada de Ben a dormir, en su habitación. Yo nunca les ví juntos en la cama, pero era evidente. Marcelo se iba a pronto, pensando que yo estaba dormido, pero yo estaba siempre despierto cuando se iba. 

Todo cambió cuando Marta se quedó colgada de Ben y mandó las fotos de ellas desnuda, alardeando de un romance con Ben. Marcelo se puso furioso y discutió con Ben. Yo estaba en casa. Hubo reproches e insultos muy duros. Al final, Marcelo se fue indignado, pensando que Ben estaba liado con Marta. Ben también estaba furibundo, se puso loco y consideró a Marta la culpable de todo el lío y fue a por ella. Y la mató en la explanada de los aviones. Y por eso me cayeron también a mí cuatro años en el centro de menores. Y seguramente la muerte de Ben también tuvo que ver con eso. Al final fueron los celos los que provocaron el desastre.   Los celos, ese sentimiento que destruye todo lo humano que hay alrededor.

Capítulo XXI: Deporte

De repente un día dejé de leerle a Hugo y le dije que tenía que salir, que no podía seguir así, siempre encerrado. Por ejemplo, podía practicar algún deporte. Se rió, ¿qué deporte? ¿Tiro con arco, golf, ...? ¿Qué deportes hay para ciegos? Goalball, que es como fúbol sala pero con los ojos vendados. Pensó que estaba de broma. Ni hablar. Le animé. Conocía un gimnasio donde practicaban. Le leí las reglas. Nada, no quería. Y menos deportes de equipo. Le propuse natación, pesas. Ni hablar. Que siguiese leyendo Frankenstein, y que dejase mi faceta de experto en deporte para tarados. Le propuse hablar con sus padres al respecto. Que siguiera leyendo, insistió. No me quedó más remedio. 

Capítulo XXII: Andamios

El día que fui al gimansio Lotus fui luego a la casa de Hugo, a ver que pasaba con Hugo. No tuve que subir, el portero me preguntó  por Hugo, que si estaba bien.  Le dije que no sabía nada. Muy preocupado, me contó que oyó el golpe y que se encontró con Hugo caído de espaldas sobre un andamio de la fachada. Se había intentado suicidar, pero claro, al estar ciego, no sabía que había andamios puestos. Me preguntó si sabía yo algo de sus intenciones. Le dije que no, aunque luego pensé hasta qué punto somos responsables de los actos de los demás.

Capítulo XXIII: Favor

Fui a la comisaría del sargento Roig a pedirle un favor. Quería que me diera la información sobre un chaval de 17 años que se había querido suicidar, que se enterase de en que hospital estaba. Le di la calle del suceso. ¿Niño rico? Sí, pero con una vida de mierda. En dos horas me diría algo. 

Capítulo XXIV: Carmen

Mi tía Carmen no me llama nunca. Llegué a casa y recibí una llamada suya. Muy raro, algo pasaba. Muy cariñosa, demasiado, me dijo que me pasara por el bar, que me prepararía una buena merienda.Le pregunté claramente, sin rodeos, qué pasaba para que llamase. Nada, me dijo, que quería verme, ahora o en Navidades ... Le dije que andaba muy ocupado con mis estudios. Insistió, que éramos familia y tal. Me preguntó por mi nueva casa. Le dije que vivía en Sants, nada mas, cerca de la estación. Finalmente colgó. La llamada fue muy rara, seguro que algo chungo estaba pasando. 

Capítulo XXV: Emoticonos

Xenia me envía emoticonos de enfado. Su madre le ha dicho que van a pasar las vacaciones a Madrid con los abuelos. No vale la excusa de estudiar. Las Navidades son las Navidades, dice su madre.  Al menos tienes familia, le digo, y se ríe. Dice que no quiere ir, que quiere estar conmigo. Volverá en Nochevieja. Me echa de menos. Emoticono triste, y un corazón latiente.

Capítulo XXVI: 106

He conseguido que me den la información del hospital de Hugo, incluso la habitación: está en la habitación 106 . Sección de salud mental. Su habitación estaba abierta. Hugo dormía. Tenía brazos y piernas atados. Me quedé allí, delante de él. Hasta que despertó y dijo mi nombre. ¿Cómo lo sabía? Me dijo que era por mi colonia, inconfundible colonia de bebé. Cuenta que está atado porque ayer consiguió fugarse hasta la entrada del hospital. Al menos respiró el aire puro. dice. Veo a Adela, su madre, fuera. Está llorando. Hugo dice que sus padres pidieron que lo atasen. Yo digo que sus padres también estarán pasándolo mal, pero él replica que quien lo pasa mal es él. Le propongo una sesión de lectura. Dice que pasa. Le digo que le traería algo fuerte. Cabezota, me dice. Salgo. Fuera, la madres está con cara de sufrimiento. No hablamos. En silencio nos decimos todo.

Capítulo XXVII: Misterio

Baje un día con Jaime, el padre de Hugo, a su garaje y vi una moto vieja. Era al poco de empezar a trabajar con Hugo. Le pregunté sobre ella y me dijo que era largo de contar. Le pregunté a Hugo y me dijo que metiera en mis asuntos. Semanas más tarde, su madre me preguntó si sabía andar en moto, quería desprenderse de la moto, tirarla o devolvérsela a una persona en concreto. Pero no estaba muy segura si yo era la persona adecuada. Como Jaime antes, cuando le pregunté me dijo que era una larga historia.

Capítulo XXVIII: Normas

A veces hay que romper las normas. Saliendo del hospital, me entraron de estar con las persona que más amaba. Así que me fui para la universidad, a la facultad de medicina, a buscar a Xenia. Yo me iba a matricular, pro era para mí un mundo ajeno. Fui a la biblioteca pero no la encontré. recordé que recibía clases particulares de otros alumnos de cursos superiores. Fui donde se daban esas clases en la facultad. Y encontré a xenia en actitud risueña y  cariñosa (un beso en la mejilla de él hacia ella) con su supuesto profe particular, un guaperas. No tenían apuntes en la mesa, sino un refresco. No estaban estudiando. El corazón me golpeaba. Decidí irme, pero antes les saqué una foto. Me sentí humillado al principio, un total gilipollas. Al irme, pensé que era algo normal, yo no era de ese mundo. Había roto las normas y había perdido.

Capítulo XXIX: Cáscaras

Omar ha venido a casa con una tele de 60 pulgadas. Dice que se la ha dado un amigo que le debía un favor. Ha traido pipas y cervezas. Su plan es que veamos un partido de fútbol. Dice que sería mejor si tuviésemos dos sillones. No me gusta qu venga de esa forma a casa, como si fuese suya y haciendo lo que le viene en gana. Ni quería ver la tele ni me gusta el fútbol. Solo pensaba en lo mal que me sentía por lo de Xenia. Le dije que si la tele era robada, se podía meter de nuevo en líos. Todo bajo control, dijo. Mientras llenaba el piso de cáscaras de pipas, yo solo pensaba en Xenia. Fui ha mi habitación y mire la foto que les había sacado. Sentí rabia. Golpee la pred con el puño y me herí. Los celos me comían. Me entraron dos mensajes, uno de xenia y otro de mi tía. El de mi tía, que al día sguiente me visitaría. 

Capítulo XXX: Eliminado

El mensaje de Xenia era que me echaba de menos y que estaba estudiando. Empecé a escribir frases en lmǘil, que quién era ... que qué habia hecho ... Borré todo. Después de la ira que sentí al leeerlo, ahora estaba triste. Le escribí: si me dejaras de querer, me lo dirías? Nunca dejaré de quererte, me respondió. Le escribí un mensaje largo: si lagún enucentras otra persona, por favor dímelo, aunque eso suponga que mi vida ya no tenga sentido, no hagas que sea yo quien lo descubra. Enviado. Y enseguida, eliminé. Me escribió: me muero de sueño. Y seis corazones. No le había dado tiempo a leer el último.

Capítulo XXXI: Angelitos

Entro en la habitación de Xenia. Una estantería con peluches y muñecas. Una estantería con libros. Una mesa llena de apuntes y liubros de la uni. Una colcha de mariposas. Me acerco a ella y la beso despacio. El tiempo se ha parado. Nos acariciamos suavemente. Despacio. Me pregunta si quiero. Si alguna vez lo he hecho. No, respondo. Ella tampoco. Somos dos pardillos. De pronto, la voz de su madre, a ver si la ayudamos a poner el árbol. Sí, ya vamos. Salimos.

Luego me llama mi tía. Me doy cuenta que lo de Xenia ha sido un sueño. Qué desgracia. 

Capítulo XXXII: Cruasán

Me tía me cuenta que está en una terraza en Sants y que vaya a felicitarle, cómo no. Omar no está en casa, me ducho  y en cinco minutos estoy allí. va con una señora algo mayor, que da para atrás, pelo de estropajo, piel asquerosa, maquillada. Mi tía me saludoa efusivamente, cada vez estoy más alto (lo de siempre). Me presenta a su amiga a la que doy la mano, huele mal. Es repulsiva. Tiene la mirada triste. Me siento. que qué quiero para desayunar. Café, digo. A ver si no quieres un bollo, un bocata, un cruasán, ... No. Da igual, lo pide con cruasán. Me pregunta que tal voy en los estudios, en el trabajo. Bien, le digo, sin más. Dice que mi padre me echa de menos. En fin, si mi padre nunca ha tenido a nadie ... Estoy harto de tanto convencionalismo. Me habla de los Medina, del bar, de la familia, ... Al final le digo que me tengo que ir. Me levanto. También Maite. Me quiere dar dos besos pero la esquivo y le doy la mano. Parece una prostituta. Me mira triste. Mi tía, que me quede más. Que no puedo, digo. Me abraza y me dice al oido que Maite es mi madre y que se está muriendo. Me da el cruasán que no he comido en una papel, para el camino dice. Me voy. No miro hacia atrás.

Capítulo XXXIII: Madre

Estamos en ello (86 pag de 179 hechas). Gracias por tu paciencia



Como citar: Sarasola, Josemari (2024) en ikusmira.org
"Miedo, Care Santos: resumen" (en línea)   Enlace al artículo
Última actualización: 28/10/2024

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