Miedo, Care Santos: resumen
Estaría bien que leyeras Mentira, Care Santos: resumen y luego Verdad, Care Santos: resumen, para entender esta tercera parte de la trilogía.
Miedo es una novela dedicada al público juvenil de la autora catalan Care Santos. Se publicó por primera vez en 2019 y es la continuación de las novelas Mentira y Verdad de la misma autora, y como en aquellas con Eric y Xenia de protagonistas.
RESUMEN
Prólogo
Los suicidios es una de las principales causa de muerte, sobre todo entre los jóvenes. Muchas personas que llevan una vida normal piensan en ello, algunas lo intentarán, unas pocas lo conseguirán. Son muchas las razones para suicidarse: una ruptura sentimental, soledad o depresión. Hay razones que se escapan de toda lógica, pero en todas subyace la misma razón: el miedo a vivir. Este libro trata de una de esas personas.
Capítulo I: Contratiempo
Me llamo Eric. Me dirijía a casa de Hugo, un chico de familia acomodada ciego al que leía libros en voz alta. Acababa de mandar un mensaje cariñoso a Xenia, mi chica. Cuando llegué a casa, el portero me saludó afable, como siempre. Me abrió la puerta Armando, con solemnidad como siempre, un mayordomo de los de antes, y entré a esa casa a la que nunca me acostumbraré por el lujo que desprende en todos sus rincones. El mayordomo me dijo que debía ir a la biblioteca, cosa rara, porque siempre estoy con Hugo en su habitación, donde él se encuentra más a gusto. No me extrañó en realidad, los padres solían hacerme entrevistas para ver que tal iba Hugo. Yo siempre les decía que bien, que a veces era insoportable, pero ellos me repetían que debía tener paciencia. Hugo parecía estar enfadado con todo el mundo, muchos días estaba borde y otros absolutamente callado. Yo decía a sus padres que necesitaba libertad, como todos lo chavales de 17 años, pero me decían que dado su estado era imposible.
Ya en la biblioteca, el mayordomo me dijo que habúa habido un contratiempo y que ese día no habría lectura. Un accidente. Hugo estaba en el hospital. No me dio más información, no podía. No habría lectura, ni ese día, ni los próximos. Los padres de Hugo, Adela y Jaime, se pondrían en contacto conmigo. Me pagarían puntualmente aunque no hubiese lecturas. Llamé a Hugo. Apagado o fuera de cobertura. Recordé la lectura de la víspera: Hugo me dio la mano para despedirme, cosa que nunca hacía.
Capítulo II: Monstruo
Ahora recuerdo. La víspera Hugo estuvo raro. Le estaba leyendo Frankenstein, cuando me dijo si no estaba aburrido del monstruo, igual que Frankenstein (que en su soledad decide vengarse de la humanidad), pero del que estaba en casa. Entendí que se refería a él mismo, y le dije que más que aburrido estaba harto de su mal humor. Me dijo que por qué no me buscaba un trabajo normal para no leer libros a ciegos. Me dijo que igual iba a hacer algo pero que igual me asustaba si me lo decía. Te puedo ayudar, le dije. Me valgo solo, dijo. Creo que estaba más ciego que él, no lo vi venir.
Capítulo III: Llamadas
Fui a casa andando para ordenar mis ideas. Volvía a llamar a Hugo. Nada. Me hubiese gustado llamar a sus padres, Jaime y Adela. No sabía sus números. Quería contárselo a Xenia. Pero Xenia estaba estudiando para los primeros exámenes y su madre fue la primera que me dijo que si la quería que la dejase estudiar. La carrera de medicina era muy importante para ella. Yo estaba también en eṕoca de cambios. Con la ayuda de Alberto, mi abogado, pude comprar un piso para mí en el barrio de Sants, tras vender el piso que me dejó Ben en herencia en el Prat. Vendí el piso porque Kevin lo había usado para vender droga y me daba asco ducharme allí. Y me compré un piso pequeño en Sants, bastante viejo. Cuando llegué allí, a esa que era ahora mi casa, me puse a llorar.
Capítulo IV: Escribiendo
Por el móvil.
Yo: No te olvidarás de mí si no nos vemos?
Xenia: No, porque mi amor por ti es inagotable. No te podría olvidar jamás.
Yo: Yo tampoco.
Capítulo V: Silla
Los padres de Hugo me pusieron dos condiciones en el trabajo de ser lector de Hugo, que no faltase ni un día y que estuviese como mínimo un año. Hugo se movía por la casa en una silla, ayudado por Armando, el mayordomo, hasta para ir al baño, que estaba adaptado y al que entraba solo. Un día le pregunté que seguro que se sabía el camino al baño de memoria, sin mirar, y que ser ciego no era un obstáculo. Hicimos juntos el camino, pero apareció Adela su madre cuando Hugo estaba dentro y tras preguntar qué hacía yo allí, le respondí que habíamos venido andando. Se enfadó y me dijo que no hiciese experimentos con Hugo, que no se me pagaba para eso.
Capítulo VI: Pizza
Al poco de llegar a casa recibí una llamada. Era Omar, mi compañero de celda en el centro. Fue una sorpresa; Carlos, el director del centro (al que había prometido ir a ver) le había dado mi teléfono. Omar me recordó que le había dicho que le invitaría a comer una pizza. No lo recordaba, pero es igual, le dije que viniese a casa, pero no a la calle del Profeta, mi piso de antes, sino al barrio de Sants. Omar llegó, vestido en plan rapero, y le conté mi vida, Xenia, Hugo, el cambio de piso, todo lo que me había pasado al salir del centro. Se extrañó de que no viera tanto a Xenia y me dijo que a igual me la iban a robar. Pedimos una pizza (sin atún) y una par de birras (sin alcohol), porque Oman era musulmán. Le conté sobre mi trabajo y alucinó. También le dije que estudiaba. El decía que lo suyo era robar. Recibió un par de llamadas intrigantes, y para hablar se retiró. No me extrañé, era lo normal. Se hizo tarde y quiso quedarte a dormir. No me inportó, aunque tuvo que dormir en el suelo, porque en toda mi casa solo había una silla, que cogí de la calle, y un colchón que cuando no tienes nada son un tesoro. Pensé que Omar había preguntado mucho pero no me había dicho nada él. Eso era extraño, pero no tenía motivos para desconfiar de él.
Capítulo VII: Omar
Omar estaba zumbado, pero era un tío majo. Se dedicaba a robar pisos con su familia, tíos, primos y así. Un día se encontró con un anciano que le pillo en casa y que blandía un bate de beisbol. Al final tuvo que golpearle y el anciano se cayo y partió un par de huesos. Le condenaron por lesiones, por eso estuvo conmigo. Su tío se alegró de que le pillaran a él, menor de edad, y no a ellos.
Capítulo VIII: Frankenstein
Comencé a leerle a Hugo la novela Frankenstein porque me lo recomendó mi amiga Elena, la bibliotecaria. Le conté que Hugo se consideraba a si mismo un monstruo y entonces me dijo que el libro le iba encantar. Así lo hice y efectivamente, le encantó. Al igual que Frankenstein, Hugo pensaba que incluso sus padres le consideraban un monstruo. La pena ha sido que hemos tenido que dejar el libro a medias.
Capítulo IX: Mary
Mary Shelley fue la autora de Frankenstein. Se escapó de casa a los 16 con su novio y tras dos años recalaron en Suiza, donde conocieron al poeta Byron y se instalaron en su mansión a causa del mal tiempo que hizo un verano. Entre los tres se plantearon el reto de escribir cada uno una novela de fantasmas. Shelley era hija de escritores, pero aún así no lo tenía claro. Un día oyendo una conversación de su ya marido y Byron sobre Darwin y otros descubirmientos de la época, pensó en si sería posible convertir la materia inerte en vida. Tuvo un sueño esa noche en el que un científico rehacía un cuerpo humano con vida de trozos de cadáveres. Había nacido así la historia de Frankenstein. A Hugo le llamó la atención que la autora tenía su misma edad cuando lo escribió. Yo le contñe que lo curioso era que la desgracia o mala suerte del mal tiempo llevó al final a que escribiese una obra inmortal. Me dijo que ya sabía por donde iba y que no jugase a psicólogo, que le pagaban por ser lector.
Capítulo X: Secretos
Hugo mentía. Siempre me decía que su ceguera era consecuencia de una enfermedad, cuando en realidad tuvo que ver con un accidente de moto que tuvo con su novia. Me costó saber lo que pasó, pero al final entendí porque mentía. Mentir nos protege a veces.
Capítulo XI: Ojalá
Despues de estar hablando con Omar, ya a las tres de mañana, recibí un mensaje de Xenia, ya estaba en la cama, cansada de estudiar para los exámenes de enero, a quien se le ocurre poner exámenes en enero, poco despues de Navidad. Me decía que estaba loca por estar conmigo, yo también con ella. Le dije que celebraríamos el final de los exámenes. Me dijo que le gustaría estar conmigo en la cama. No supe qué decir. Ojalá, puse, te amo. Y ello me dijo lo mismo. Nos despedimos y yo me quede soñando con lo que me había dicho.
Capítulo XII: Marcelo
Tenía un teléfono móvil por el que me llamaba solo el sargento Roig. A las siete de la mañana, recibí una llamada a ese móvil. Se presentó como Paula, investigadora de la policía. Me preguntó si conocía a Ben. Como no, mi primo o mi hermano o ninguna de las cosas, que mas da, pero fue él quien cuidó de mí cuando era un chaval. Gente del clan de los Medina, que controlaban el tráfico de drogas en mi barrio, le dieron una paliza y lo mataron. Paula me dijo que había aparecido un video donde se veía la agresión mortal a Ben y que quién tomaba el video era Ángel Medina, nieto del jefe de clan, don Nicolás, que a su vez apareció muerto flotando hacía un tiempo por un ajuste de cuentas. No me extrañó, estaba loquísimo. La policía me dijo que en el video se ve la cara de Marcelo, hermano, se puede decir así, de Ben. Y que necesitaban localizarlo para reabrir el caso y avanzar en su investigación. Dije que hacía tiempo que no le veía, pero que lo intentaría. Me contó que don Nicolás, el siniestro jefe, el capo que seguramente había mandado matara a Ben, había muerto en la cárcel de un infarto y que ahora que se iba a abrir la línea sucesoria en el clan, y que por lo tanto, iban a estallar conflictos dentro de él, era un buen momento para pillarles con lo de Ben y evitar que se reorganizasen, a pesar de que gracias a mi en parte el negocio de los Medina había quedado desmantelado. Me pidió además que me pasase por comisaría porque querían que viese el video. Fui para allí, dejando a Omar roncando.
Capítulo XIII: Video
Esperando en comisaría llame a Hugo por tercera vez. Contestador. Mensaje a Xenia: un día menos de exámenes. El sargento me saludó afectuosamente. Su compañera Paula me aviso que había imágenes crudas. Seis minutos. Tres atacantes contra Ben, y otros dos mirando. No se distinguía muy bien, pero los que miraban la escena eran Kevin, la bola de grasa, y Marcelo. Uno de los atacantes llevaba botas vaqueras con punta metálica, recordé que uno de nombre Patrick las solía llevar. En el video se veía a Ben por tierra, primero defendiéndose pero luego ya inerme. Fue muy duro y me puse a llorar. El video no tenía sonido. Paula me dijo que mejor así, si no iba a ser muy duro para mí. Le pedí por favor que me pusiera otra vez el video con sonido. Pude oir los gritos primero, gemidos y finalmente las súplicas con el último aliento de Ben, por favor, por fa..., entre los bufidos de sus agresores. Vi como moría.
Capítulo XIV: Caras
A continuación, el sargento Roig me puso encima de la mesa una serie de fotos. Me pidió que los reconociera uno a uno. Todas ellas eran de gente del clan de los Medina. Reconocí al capo, don Nicolás, a Horacio, a Ángel. Todos familiares más o menor cercanos entre sí, formando algunos de ellos a veces un grupo. Jóvenes, mayores, incluso niños. Reconocí a la mayoría, eran del barrio y muchos habían ido conmigo al cole. Había otros policías en la sala y me miraron admirados por mi memoria. Y es que nunca se me olvida una cara.
Capítulo XV: En línea
Durante esos días que Xenia estaba con exámenes, nos saludabamos por la mañana mandándonos mensajes cariñosos y de ánimo mutuo por no poder vernos. Luego a la noche, nos escribíamos algo más. Yo le dije que estaba en un nuevo caso con la policía, y ella me dijo que anduviese con cuidado. Ella igual se iba a apuntar a clases particulares para estar más tranquila de cara a los exámenes. Nos escribíamos emoticonos cariñosos. El que inventó los emoticonos hizo una bonita aportación a la humanidad.
Capítulo XVI: Fósiles
Hugo tenía en su habitación un montón de trofeos de baloncesto, una colección de minerales, un ordenador del copón, una silla ergonómica de lujo. Todo carísimo. Me daba pena que todo eso no lo pudiese ni ver ni disfrutar. Pero eso no se lo podía decir a él. Que me compadeciese de él era lo peor. Un día le propuse que fuésemos a un concierto. Ahí podría disfrutar, el oído lo tenía intacto. Cuando se lo propuse, pensó, luego dijo que sus padres no le dejarían, y que siguiese leyendo.
Capítuo XVII: Nadie
Una vez en casa de Hugo me fije en una foto de una chica enmarcada que tenía en su habitación. Le pregunté quien era. Nadie, me respondió. Le dije que era guapa. Al día siguiente, vi que el marco vacío y la foto hecha pedacitos. Me dijo que se había cansado de la foto, que no era nadie. Y que si lo hubiese sabido antes, que la foto estaba ahí, antes la hubiese roto.
Capítulo XVIII: Germán
Cuando salí del centro de menores, intenté buscar a Marcelo por la redes sociales. Le encontré en Twitter y le escribí diciendo que había salido y que me gustaría estar con él, para hablar de los viejos tiempos en el barrio y de Ben. No me contestó. Me resigné a no saber nada de él hasta que el sargento Roig me habló de él. Decidí buscarle de nuevo. No tenía actividad en redes, pero compartía todos los mensajes y posts de un tal Germán, que por lo que decía en uno de los mensajes, era ahora su marido. Debía trabajar en una cadena de ropa, según supe por Facebook. Mirando atentamente las fotos, pude saber que trabajaba en un centro comercial de la Barceloneta, al lado del mar. Me dirigí allí. Volví a llamar a Hugo. De nuevo, sin respuesta. Mensajeé cariñosamente con Xenia. Cuando llegué al lugar de trabajo del tal Germán, no estaba. Pero me dijeron que llegaría pronto. Como lo había visto en las fotos, le reconocí cuando llegó en su moto. Me acerqué a él con tranquilidad para no alarmarle y le dije: Tú eres Germán, no? Y me presenté, que era un medio primo de Marcelo, del Prat, que me enseñó taekwondo en el gimnasio. Me gané su confianza y me comentó que ahora estaba en barrio chic de Barcelona dando clases de yoga y otras por el estilo. Me dijo incluso el nombre del sitio, Lotus. Le dije que iría a verlo, porque hacía tiempo que no estaba con él. Me recomendó que fuese hacia las siete. Me pidió que no le dijese que lo había encontrado gracias a él. Muy majo, el Germán. Nos despedimos.
Capítulo XIX: Lotus
Llegué al gimansio Lotus, un gimnasio femenino de lujo en la zona alta para ricos en Barcelona. Entré y le dije a la recepcionista que quería ver a Marcelo. Hizo una llamada y al rato Marcelo salió de un ascensor, vestido de forma muy moderna y muy musculado. Tenía una amplia sonrisa en el rostro que se borró cuando me vió. Me saludo con falsa cortesía y me llevó a la cafetería colindante. Pidió un té verde; yo, lo mismo, aunque nunca había tomado. De pronto, muy serio, me preguntó que quería. No me anduve con rodeos. Le conté que había aparecido un video de la muerte a golpes de Ben, que sabíamos (yo hablaba en plural, para asustarle) que él estaba allí y que necesitábamos que testificase para identificar al asesino y cómplices de Ben. Se resistió a contarme nada, me invitó a largarme, pero le dije que la próxima vez vendría la policía y que eso no le iba a gustar. Le argumenté que había que hacer justicia y me mostré firme, dejando claro que no estaba solo y que era colaborador de la policía. Al final, aceptó colaborar a regañadientes, no tenía opción. Me dijo que iba a ser duro ver el video. Le dije que ya lo sabía. Le aseguré que no tendría que ir a la comisaría del Prat, que sería en el mismo Barcelona. Me dio su teléfono y dijo que yo dijera que le llamaran de mañana. No se despidió.
Capítulo XX: Celos
Marcelo era mi modelo cuando era pequeño, un tío super cachas que ganaba medallas en taekwondo. También era el amigo inseparable de Ben, o más que amigos. Lo que pasa es que nunca lo demostraban en público, porque Ben temía que la relación de más que amigos con Ben le afectara a sus negocios en un barrio con una ideas todavía muy anticuadas. Marcelo solía quedarse en cada de Ben a dormir, en su habitación. Yo nunca les ví juntos en la cama, pero era evidente. Marcelo se iba a pronto, pensando que yo estaba dormido, pero yo estaba siempre despierto cuando se iba.
Todo cambió cuando Marta se quedó colgada de Ben y mandó las fotos de ellas desnuda, alardeando de un romance con Ben. Marcelo se puso furioso y discutió con Ben. Yo estaba en casa. Hubo reproches e insultos muy duros. Al final, Marcelo se fue indignado, pensando que Ben estaba liado con Marta. Ben también estaba furibundo, se puso loco y consideró a Marta la culpable de todo el lío y fue a por ella. Y la mató en la explanada de los aviones. Y por eso me cayeron también a mí cuatro años en el centro de menores. Y seguramente la muerte de Ben también tuvo que ver con eso. Al final fueron los celos los que provocaron el desastre. Los celos, ese sentimiento que destruye todo lo humano que hay alrededor.
Capítulo XXI: Deporte
De repente un día dejé de leerle a Hugo y le dije que tenía que salir, que no podía seguir así, siempre encerrado. Por ejemplo, podía practicar algún deporte. Se rió, ¿qué deporte? ¿Tiro con arco, golf, ...? ¿Qué deportes hay para ciegos? Goalball, que es como fúbol sala pero con los ojos vendados. Pensó que estaba de broma. Ni hablar. Le animé. Conocía un gimnasio donde practicaban. Le leí las reglas. Nada, no quería. Y menos deportes de equipo. Le propuse natación, pesas. Ni hablar. Que siguiese leyendo Frankenstein, y que dejase mi faceta de experto en deporte para tarados. Le propuse hablar con sus padres al respecto. Que siguiera leyendo, insistió. No me quedó más remedio.
Capítulo XXII: Andamios
El día que fui al gimansio Lotus fui luego a la casa de Hugo, a ver que pasaba con Hugo. No tuve que subir, el portero me preguntó por Hugo, que si estaba bien. Le dije que no sabía nada. Muy preocupado, me contó que oyó el golpe y que se encontró con Hugo caído de espaldas sobre un andamio de la fachada. Se había intentado suicidar, pero claro, al estar ciego, no sabía que había andamios puestos. Me preguntó si sabía yo algo de sus intenciones. Le dije que no, aunque luego pensé hasta qué punto somos responsables de los actos de los demás.
Capítulo XXIII: Favor
Fui a la comisaría del sargento Roig a pedirle un favor. Quería que me diera la información sobre un chaval de 17 años que se había querido suicidar, que se enterase de en que hospital estaba. Le di la calle del suceso. ¿Niño rico? Sí, pero con una vida de mierda. En dos horas me diría algo.
Capítulo XXIV: Carmen
Mi tía Carmen no me llama nunca. Llegué a casa y recibí una llamada suya. Muy raro, algo pasaba. Muy cariñosa, demasiado, me dijo que me pasara por el bar, que me prepararía una buena merienda.Le pregunté claramente, sin rodeos, qué pasaba para que llamase. Nada, me dijo, que quería verme, ahora o en Navidades ... Le dije que andaba muy ocupado con mis estudios. Insistió, que éramos familia y tal. Me preguntó por mi nueva casa. Le dije que vivía en Sants, nada mas, cerca de la estación. Finalmente colgó. La llamada fue muy rara, seguro que algo chungo estaba pasando.
Capítulo XXV: Emoticonos
Xenia me envía emoticonos de enfado. Su madre le ha dicho que van a pasar las vacaciones a Madrid con los abuelos. No vale la excusa de estudiar. Las Navidades son las Navidades, dice su madre. Al menos tienes familia, le digo, y se ríe. Dice que no quiere ir, que quiere estar conmigo. Volverá en Nochevieja. Me echa de menos. Emoticono triste, y un corazón latiente.
Capítulo XXVI: 106
He conseguido que me den la información del hospital de Hugo, incluso la habitación: está en la habitación 106 . Sección de salud mental. Su habitación estaba abierta. Hugo dormía. Tenía brazos y piernas atados. Me quedé allí, delante de él. Hasta que despertó y dijo mi nombre. ¿Cómo lo sabía? Me dijo que era por mi colonia, inconfundible colonia de bebé. Cuenta que está atado porque ayer consiguió fugarse hasta la entrada del hospital. Al menos respiró el aire puro. dice. Veo a Adela, su madre, fuera. Está llorando. Hugo dice que sus padres pidieron que lo atasen. Yo digo que sus padres también estarán pasándolo mal, pero él replica que quien lo pasa mal es él. Le propongo una sesión de lectura. Dice que pasa. Le digo que le traería algo fuerte. Cabezota, me dice. Salgo. Fuera, la madres está con cara de sufrimiento. No hablamos. En silencio nos decimos todo.
Capítulo XXVII: Misterio
Baje un día con Jaime, el padre de Hugo, a su garaje y vi una moto vieja. Era al poco de empezar a trabajar con Hugo. Le pregunté sobre ella y me dijo que era largo de contar. Le pregunté a Hugo y me dijo que metiera en mis asuntos. Semanas más tarde, su madre me preguntó si sabía andar en moto, quería desprenderse de la moto, tirarla o devolvérsela a una persona en concreto. Pero no estaba muy segura si yo era la persona adecuada. Como Jaime antes, cuando le pregunté me dijo que era una larga historia.
Capítulo XXVIII: Normas
A veces hay que romper las normas. Saliendo del hospital, me entraron de estar con las persona que más amaba. Así que me fui para la universidad, a la facultad de medicina, a buscar a Xenia. Yo me iba a matricular, pero era para mí un mundo ajeno. Fui a la biblioteca pero no la encontré. recordé que recibía clases particulares de otros alumnos de cursos superiores. Fui donde se daban esas clases en la facultad. Y encontré a Xenia en actitud risueña y cariñosa (un beso en la mejilla de él hacia ella) con su supuesto profe particular, un guaperas. No tenían apuntes en la mesa, sino un refresco. No estaban estudiando. El corazón me golpeaba. Decidí irme, pero antes les saqué una foto. Me sentí humillado al principio, un total gilipollas. Al irme, pensé que era algo normal, yo no era de ese mundo. Había roto las normas y había perdido.
Capítulo XXIX: Cáscaras
Omar ha venido a casa con una tele de 60 pulgadas. Dice que se la ha dado un amigo que le debía un favor. Ha traido pipas y cervezas. Su plan es que veamos un partido de fútbol. Dice que sería mejor si tuviésemos dos sillones. No me gusta qu venga de esa forma a casa, como si fuese suya y haciendo lo que le viene en gana. Ni quería ver la tele ni me gusta el fútbol. Solo pensaba en lo mal que me sentía por lo de Xenia. Le dije que si la tele era robada, se podía meter de nuevo en líos. Todo bajo control, dijo. Mientras llenaba el piso de cáscaras de pipas, yo solo pensaba en Xenia. Fui a mi habitación y mire la foto que les había sacado. Sentí rabia. Golpee la pared con el puño y me herí. Los celos me comían. Me entraron dos mensajes, uno de Xenia y otro de mi tía. El de mi tía, que al día sguiente me visitaría.
Capítulo XXX: Eliminado
El mensaje de Xenia era que me echaba de menos y que estaba estudiando. Empecé a escribir frases en el móvil, que quién era el chico ese ... que qué habia hecho ... Borré todo. Después de la ira que sentí al leeerlo, ahora estaba triste. Le escribí: si me dejaras de querer, me lo dirías? Nunca dejaré de quererte, me respondió. Le escribí un mensaje largo: si alguanvez encuentras otra persona, por favor dímelo, aunque eso suponga que mi vida ya no tenga sentido, no hagas que sea yo quien lo descubra. Enviado. Y enseguida, eliminé. Me escribió: me muero de sueño. Y seis corazones. No le había dado tiempo a leer el último.
Capítulo XXXI: Angelitos
Entro en la habitación de Xenia. Una estantería con peluches y muñecas. Una estantería con libros. Una mesa llena de apuntes y liubros de la uni. Una colcha de mariposas. Me acerco a ella y la beso despacio. El tiempo se ha parado. Nos acariciamos suavemente. Despacio. Me pregunta si quiero. Si alguna vez lo he hecho. No, respondo. Ella tampoco. Somos dos pardillos. De pronto, la voz de su madre, a ver si la ayudamos a poner el árbol. Sí, ya vamos. Salimos.
Luego me llama mi tía. Me doy cuenta que lo de Xenia ha sido un sueño. Qué desgracia.
Capítulo XXXII: Cruasán
Me tía me cuenta que está en una terraza en Sants y que vaya a felicitarle, cómo no. Omar no está en casa, me ducho y en cinco minutos estoy allí. va con una señora algo mayor, que da para atrás, pelo de estropajo, piel asquerosa, maquillada. Mi tía me saludoa efusivamente, cada vez estoy más alto (lo de siempre). Me presenta a su amiga a la que doy la mano, huele mal. Es repulsiva. Tiene la mirada triste. Me siento. que qué quiero para desayunar. Café, digo. A ver si no quieres un bollo, un bocata, un cruasán, ... No. Da igual, lo pide con cruasán. Me pregunta que tal voy en los estudios, en el trabajo. Bien, le digo, sin más. Dice que mi padre me echa de menos. En fin, si mi padre nunca ha tenido a nadie ... Estoy harto de tanto convencionalismo. Me habla de los Medina, del bar, de la familia, ... Al final le digo que me tengo que ir. Me levanto. También Maite. Me quiere dar dos besos pero la esquivo y le doy la mano. Parece una prostituta. Me mira triste. Mi tía, que me quede más. Que no puedo, digo. Me abraza y me dice al oido que Maite es mi madre y que se está muriendo. Me da el cruasán que no he comido en una papel, para el camino dice. Me voy. No miro hacia atrás.
Capítulo XXXIII: Madre
Sabía de mi madre que de joven era guapa, que bebía mucho, que se lió con mi padre, que tuvo un rollo con uno de los Medina, que se quedó emabrazada, que me abandonó para irse a Londres de puta, que me escribió una postal de Navidad que llegó meses tarde. En definitiva, que pasaba totalmente de mí.
No sabía de mi madre porque se fue a Londres, porque se enrolló con un Medina, si iba a volver algún día y si sería capaz de quererla.
Me la imaginé guapa y cariñosa conmigo. Entregada. Pero luego ya no me imaginaba nada. La olvidé. De hecho, se me olvidó su cara, pro eso no fue culpa mía.
Capítulo XXXIV: Valentina
Después de lo de la la moto en el garaje de casa de Hugo, su madre me volvió a llamar pidiéndoem que buscase a su dueña para que viniese a recogerla. Me dijo que se llamaba Valentina y que iba al mismo insti de Hugo antes del accidente. Era un colegio elitista de esos. Que le corría prisa quitarse la moto de encima y que no contara nada a Hugo sobre ello. Fui al insti por la tarde y pregunté por Valentina al conserje. Me dijo que las clases no habían terminado. Esperé a que sonara el timbre. Empezaron los alumnos a salir y el conserje me señaló a una pareja. Me presenté sin más, que era Éric, amigo de Hugo. Extrañada, le conté que la madre de Hugo quería que fuese ya por la moto. Dijo a su acompañante que nos dejara un momento, y después me dijo que le dijera a Adela que no importaba, que se deshiciera ella de la moto, que le daba muy mal rollo ir a casa de Higo y que dijera que ya le habían comprado otra moto, despues de que Hugo rompiera la suya en el accidente. Le lancé un zasca, preguntándole si sus padres le habían comprando también otro novio, mirando a su acompañante. Se mosqueó y me dijo que no iba a quedarse con Hugo por pena, y que además estuvo escribiéndole después, pero que no le hizo caso. Me daba asco esa chica, y se lo hice notar. Me mandó a la mierda, me dijo que no tenía educación. No se podía hablar con la cihca. Mire hacia la entrada: su acompañante seguía allí como un pasmarote. Me largué.
Capítulo XXXV: Interrogatorio
El sargento Roig interrogó a Marcelo uno de esos días. Yo lo veía y oía todo a través de un espejo. Respondiendo a las preguntas del sargento, Marcelo contó que había sido pareja de Rubén, esto es, Ben, el primo de Éric, durante un año aproximadamente. Que era pareja de él cuando lo mataron. Estuvo en la partida de cartas que se celebró antes de que lo mataran; de hecho, él estuvo en esda partida. Cuenta que hacía creer a los demás que trabajaba para los Medina, cuando en realidad iba por su cuenta. En la partida de cartas de aquel día le acusaron de hacer trampas y se lo llevaron al descampado del aeropuerto. A él le obligaron también a ir, incluso le sujetaban.
El sargento empezó a mostrarle el video, pidiéndole que identificara a las personas que aparecían en él. Sin ninguna emoción, identificó a las siete personas que se llegaban a ver en la pantalla: tres del clan de los Medina, Kevin, Ángel (que filmaba), él mismo y por supuesto Ben, la víctima. Siete, pero de los que solo cuatro estaban vivos, añadió. El sargento le agradeció su colaboración y salió de la sala. Marcelo se echó a llorar.
Capítulo XXVI: Merche
En la sala de al lado estábamos Merche y yo. A Merche la conocí en el centro de menores. Salió antes que yo. Era muy guapa y los tíos suspiraban por ella. Pero al final de su estancia en el centro, estaba deprimida. Fuera no tenía ni nada ni a nadie y temía que su futuro fuera la prostitución. Después del interrogatorio, entró a la sala donde estaba Marcelo, le consoló, le animó y al final consiguió incluso que Marcelo sonriera. Cuando Marcelo se fue, volvió a la sala y fuimos a una reunión de los investigadores para planificar el caso de la muerte de Ben, cómo podáimos cercar a los Medina, ya por entonces desorganizados tras la redada en la que estuve yo y en la que también participó Merche. Tras la reunión, Merche y yo fuimos a comer juntos. Merche me contó su periplo tras salir del centro: estuvo en un albergue para gente sin techo, trabajo en una casa limpiando pero la echaron cuanso supieron que había estado en la cárcel, trabajó limpiando váteres en el aeropuerto y allí, en una operación antidroga, conoció al sargento Roig, que le dio una oportunidad tras ver que les ayudó a culminar con eito el trabajo. Primero estuvo de informante y luego pasó a ser policía, participó en la gran operación contra los Medina en la que yo también estuve (ver libro anteriorr: Verdad). Luego me dijo que yo siempre le había gustado, pero que su intuición le había dicho que estaba prendado de otra. De pronto, entró el sargento Roig. Había que volver a comisaría. Habían disparado a Marcelo.
Capítulo XXXVII: Capos
Desde la muerte de don Nicolás había una guerra por la sucesión en el clan de los Medina. Por un lado, losque querían que el capo a Horacio como capo, capitaneados por Antonio, hermano de Horacio, y los que querían otro capo, capitaneados por Lucas, nieto de don Nicolás, joven pero muy listo. El sargento Roig creía que el video de Ben había salido porque habúa un tercer aspirante que quería eliminar tanto a Lucas como a Antonio, que aparecían en el video. La mejor estrategia para Roig era esperar algún movimiento. En la lucha solo había hombres, se quejaron Merche y Pauala, y es que el clan era muy patriarcal, las mujeres no pintaban nada, dijo.
Capítulo XXXVIII: Ocupado
Xenia me mandó un mensaje camino de la comisaría. Estaba preocupada porque me notaba raro. Estaba ocupado, le dije, era la verdad. Me mandó un corazón pero yo no podía olvidar la imagen de la cafetería de la uni. Me volvió a mensajear camino de Madrid con sus padres. Desconecté el teléfono. Cuando me volví a conectar, tenía un montón de mensajes suyos preocupada porque no contestaba. Ya estaba en Madrid. Le escribí que estaba bien, que habían pasado muchas cosas. Era ya de noche. No me llegaron mñas mensajes.
Capítulo XXXIX: Pistolero
Hirieron a Marcelo a las puertas del gimnasio de dos tiros realizados desde una moto. Pudo caminar hasta el gimnasio pero allí se desplomó. El gimnasio suspendió toda su actividad, claro. Al tercer día murió en el hospital. Era la primera vez que los Medina usaban armas de fuego para un ajuste de cuentas.
Capítulo XL: Entierro
Al entierro de Marcelo fue mucha gente, amigos suyos gays, clientas del gimnasio y familiares. Germán, su marido, dio un pequeño discurso. Fue emocionante, pero también desconcertante el panorama humano del entierro. Fueron mi tía Carmen, no paraba de llorar y que me abrazó desconsolada, mi padre y mi madre, que no se hablaban, con mi padre apenas hablé. Mi madre me dijo que estaba orgullosa de mi. Mis primos y primas, con hijos, que no conocía. Germán me dijo que se sentía culpable por haberme contado donde trabajaba. Le hubiesen encontrado igual, dije. me invitó a una comida de despedida. No supe qué decir. Merche también estaba, creo que pensaba como yo, creo que somos iguales.
Capítulo XLI: Perdida
Durante el entierro, me llegaron llamadas perdidas y un par de mensajes que al final no leí.
Capítulo XLII: Miedo
Sin tener con quien pasar la Navidad, fui a casa de Hugo. Me dijo que donde había estado tres días sin venir. No le conté nada. Me vio un poco desanimado, y yo al revés a él más animado. Yo estaba un poco rayado con todo lo de Xenia. A Hugo le habían puesto rejas en las ventanas. Antes de la cena de Navidad, me puse a leer para Hugo La pata de mono, un relato de terror. Su madre Adela apareció diciendo que la mesa de la cena estaba puesta, Hugo no quiso ir, Adela me pidió que le convenciese, pero poco podía hacer yo que tampoco creía en las Navidades, ni tenía donde ir. En el relato La pata de mono, alguien da una pata de mono como amuleto de regalo tras un viaje a la India, por lo visto concede tres deseos a quien lo posee, el hombre no hace mucho caso y pide200 libras; al día siguiente se entera de la trágica muerte de su hijo y de que el seguro le va a pagar 200 libras. Hugo me preguntó cual sería mi primer deseo. Pensé en Xenia.
Capítulo XLIII: Nochebuena
Hugo me pidió que me quedase en la cena de Nochebunea. Era una cena muy elegante, con muchos señores y señoras amigos de los padres de Hugo, muy elegantes y de edad madura todos. Me llamó la atención que Hugo comiese con las manos incluso platos con salsa. Hugo me dijo que esa era la única forma de saber qué comía. A la gente parece que le daba igual ese comportamiento. Eran bastante aburridos. Hugo quiso irse pronto a su habitación. Le acompañé en la silla de ruedas. Le propuse que nos escapásemos de casa y aceptó el reto. A escondidas, salimos de casa y cogimos un taxi. Pidió ir al paseo marítimo. Allí llegamos a un bar y pedimos algo para beber. Enseguida llegó un antiguo amigo de Hugo, que le reconoció. Tras los saludos, Hugo preguntó si estaba Valentina, dijo que sí y le preguntó si quería estar con ella. Hugo dijo que no. Alterado, se levantó de la silla y se puso a andar por el paseo marítimo, tropezando con mesas y sillas. Saltó a la playa y me fui corriendo tras él. Pude ver a lo lejos a Valentina con su novio gilipollas, alucinada con la escena. Al final Hugo se arrodilló en la arena antes de llegar al agua y me dijo que no había sido buena idea venir.
Capítulo XLIV: Trato
Permanecimos juntos un rato en la playa. Dio a entender que estaba así de alterado por Valentina. Me contó lo del accidente: un sábado de juerga hizo una apuesta con un amigo a ver quien ganaba una carrera con el ciclomotor. Cogió la moto de Valentina. A 120 por hora, se la pegó contra un árbol. Ahí acabó todo para él. Dejó de ir al insti, dejo de hacer deporte y empezó una peregrinación por hospitales y médicos, los mejores, en busca de curación a su ceguera, hasta que él mismo les dijo a sus padres que no, que no quería más médicos. Salió alguna vez con sus amigos, pero se dio cuenta de que al final solo había silencio, no sabían de que hablar y sentían lástima. Se desclazó y entró a la orilla del agua. La madre le llamó en ese momento, alterada; Hugo la intento tranquilizar, que estábamos bien, pero la madre no dejaba de echarle la broncoa, hasta que Hugo le colgó. Volvió a llamar y Hugo tiró el teléfono al agua. Luego me llamó a mí, pero no lo cogi. Salió del agua, se calzó sin mi ayuda, mientras me contaba lo duro que era que en el hospital la gente te venga con el rollo de la vida por delante, cuando a él la vida le da asco. No le daba miedo morir, sino vivir. Le propuse un trato: que él hiciese lo que yo dijera durante una semana, y luego si seguía odiando la vida, que yo mismo le ayudaría a suicidarse. Aceptó, aunque al final negoció que serían solo 3 días.
Capítulo XLV: Pinreles
Llegué a casa y me encontré a Omar en el rellano durmiendo en unos sillones reclinables automáticos. Le desperté, me dijo que no donde me había metido, no dije nada, ni pregunté de donde había sacado los sillones. Los metimos dentro y me tire sobre uno de ellos, recordando la bronca que me había echado Adela cuando llegué a casa con Hugo. Omar se quitó las zapatillas, qué tufo! Me dijo que a Xenia también le olerían. No me gustó y le dije que se largara. Fue al baño a lavarse los pies. En la tele solo había noticias de violencia. Omar volvió, como si nada.
Capítulo XLVI: Responder
De madrigada vi que tenía una llamada perdida a la 1. Respondí mñás tarde pero no me cogieron. Era el mismo número desde el que llamaron cuando estaba en el funeral. Me quedé intrigado.
Capítulo XLVIII: Excusa
Estaba leyéndole a Hugo Los hijos de Noah, donde se cuenta la historia de un hombre que es detenido por conducir a mucha velocidad en un pueblo, y cuya situación se va haciendo inquietaten hasta llegar al terror. En mitad del relato, me llamó el teléfono desconocido. Respondí, era Xenia, estaba muy seria. Le pregunte que por qué me llamaba de ese teléfono que no era suyo, me dijo el suyo se había caido a la taza del váter. Le dije que era una excusa. Me dijo muy cortante que si pensaba que le mentía, lo mejor era cortar la conversación y que últimamente estaba muy raro. Me quedé callado, en realidad sentía MIEDO de perderla, y por eso actuaba así. Me dijo que cuando quisiera hablar con ella de verdad que la llamara, y colgó.
Capítulo IL: Madrugada
Omar a veces se iba de madrugada y volvía a la mañana con algo para casa, decía que como agradecimiento. Luego dormía durante horas. Pero una noche llamó con fuerza al timbre a las 5, abrí y estaba muy nervioso, sin cazadora y con frió. Dijo que había sido una mala noche y que no quería hablar de ello.
Capítulo L: Golpe
El día 30 por la noche unos ladrones entraron a casa de Hugo por los andamios. Estuvieron como media hora en el piso, según calcularon los policías. Se llevaron cuadros, teles, joyas y otros objetos de valor. Hugo se despertó al oir ruido y oyó como uno de los ladrones entraba a casa, se abalanzó sobre él pero el ladrón consiguió escabullirse y huir. La policía llegó a casa, Hugo se sintió como un héroe. La policía le interrogó y se llevó la chaqueta como pista, por lo visto eran de una banda de ladrones conocida. Uno de los policía que le interrogó era Merche y le comentó a Hugo que le conocía. El robo era una mala noticia, pero le había venido bien a la autoestima de Hugo. No hay mal que por bien no venga.
Capítulo LI: Raval
En casa, estaba viendo la tele, cuando dieron la noticia de que había habido una pelea en el Raval, barrio chino de Barcelona, y que un hombre había acuchillado a otro y este le había disparado matándole. Mostraron un video tomado por una vecina. Enseguida llamé al sargento Roig porque me pareció que el muerto era Antonio Medina. Roig se extrañó, no era la zona de los Medina, pero lo que había pasado era realmente una mala noticia. Las cosas se iban a a complicar.
Capítulo LII: Horacio
Horacio Medina apareció ahorcado en su celda el último día del año. Oficialmente, era suicidio. Pero se sospechaba que había su compañero de celda el asesino. Antonio Medina visitaba a menudo a su hermano Horacio en la cárcel. Pero otros Medina también visitaban a otros presos. Roig pensaba que otra facción de los Medina había encargado el asesinato, para hacerse con el control del clan y el negocio. Los Medina estaban dispuestos a todo.
Capítulo LIII: Nochevieja
Estaba en Nochevieja en casa de Hugo. Me preguntó si no tenía a nadie mejor con quien pasarl a noche. A los dos nos parecía una gilipollez celebrar el paso del tiempo. La lectura de ese día era Cuento de Navidad de Dickens, precisamente sobre el tiempo. A las dosce la criada nos trajo uvas y chanpán. No tocamos nada. Yo pensé en Xenia, donde estaría y sobre todo con quién.
Capítulo LIV: Sobrino
Le dije a Omar que me había decepcionado, que sabía que él había sido el que había dado la información para que robaran en casa de Hugo. Le dije que había un modo de que no le delatara a él y que era que devolviesen las cosas y se largara de mi casa. El se resistía, decía que no era fácil. Su tío estaba implicado, el hermano de su madre; era su familia. Le dije que él ya era mayor de edad y que iría a la cárcel, y tendría antecedentes, que eso era lo peor. Al final llamó a su tío y estuvo hablando largo rato con él, al final dijo un par de frases cortantes, todo en árabe. Y colgó. Me dijo que su tío le había dicho que ya no formaba parte de la familia. Pues enhorabuena, le dije.
Capítulo LV: Pesca
El 2 de enero un individuo amenazó con una pistola a mi madre, diciendo que no si no daba información sobre mí al día siguiente, la mataría. El individuo era un sobrino de Horacio. Mi tía Carmen me llamó y me dijo que hiciese algo por favor. Llamé a Roig y se lo conté. Me dijo que la cosa estaba chunga, que los Medina se habían vuelto locos. Nadie conocía mi cirección salvo Xenia y Omar. Roig pensó finalmente que quizás podía ser un buen cebo para pescar a los Medina.
Capítulo LVI: Beretta
Quien murió en el Raval asesinado era efectivamente Antonio Medina, hermano de Horacio. Resulta que era él quien controlaba el negocio de las casas de putas en el Raval. Él fue el asesino de Ben. Pero resulta que un joven del clan, Bernardo Medina, reclamaba parte del negocio, porque los pisos eran de su padre. Hubo peleas entre ellos, hasta la última. Antonio murió de tres tiros, disparados con una Beretta, la misma marca y modelo que la pistola con la que mataron a Marcelo. Roig me dijo que habían robado hace un timepo un lote de 30 pistolas de esa marca en el puerto.
Capitulo LVII: Compañera
Hugo me contó exultante que habían devuelto todo lo que les habían robado. Merche, mi amiga policía, vino a tomar huellas, pero estaban todas las cosas limpias. No era normal, pero yo sabía qué había pasado claro. Omar me había hecho caso. Ese día salí antes de casa de Hugo, me estaba esperando fuera, de incógnito, el sargento Roig. A Hugo lo deje ese día con Merche, para leer Frankenstein, justo el capítulo donde el monstruo le pide a su creador una compañera.
Capítulo LVIII: Información
Omar ya se había largado de mi casa. Por fin solo. Invitá Merche a cenar a casa. Le conté toda la verdad sobre Omar. Luego ella se puso a hablar de Hugo, que era un tío interesante. Había mirado en los archivos policiales y sabía lo del accidente, que iba sin permiso, el intento de suicidio a los diez días del accidente y como le expulsaron del cole por agredir a un profesor que había acusado a su novia de copiar, pero luego le admitieron otra vez cuando su padre donó dinero. Confesó que le gustaba, que le había dicho que lo esencial era lo que no se veía con los ojos. Una cita que yo recordaba de El principito.
Capítulo LIX: Goalball
Dijimos a Adela que Hugo debía declarar en comisaría para lo del robo y que debía ir solo. Para impresionar Hugo llamaba a Merche teniente. Todo era mentira, solo era un truco para poder salir con Hugo fuera de casa. Merche lo deseaba y Hugo también. Fuimos al gimnasio, el monitor vio que Hugo llevaba tiempo sin hacer deporte. Empezó con la cinta de correr, y Hugo le cogió el gustillo. Luego pasamos a jugar a golaball, Hugo, Merche y yo juntos, Merche y yo con los ojos vendados, se trataba de guiarse solo con el tacto. Al principio no dabamos una, pero al final ganamos contra el monitor. Merche le dio un beso en los labios a Higo, de la alegría que tenía.
Capítulo LX: Despedida
La operación se había organizado bien, yo no corría ningún peligro, decían. Pero algo podía salir mal. Yo debía acercarme como si nada al bar de mi tía, pelearme con un poli de incógnito, para atraer a los Medina. Plis camuflados aquí y allá, tenía un localizador y por si aca, hasta un helicóptero si había preparado. Por si me pasaba algo, le di a Roig una carta para Xenia, que se la diera si me pasaba algo. Le decía que la quería mucho y que me perdonase, por dudar, por los celos. Y que si viviera cien años, la querría todos los días, que solo pensaría en ella. Luego llamé a mi tía, le di las gracias por todo, por sus bocatas de tortillas. Y le dije que me pasara a mi madre. Le pregunté varias cosas y me contestó sin dramas. Que había vuelto porque las cosas habían cambiado, que Horacio estaba en la cárcel, que no sabía quien era mi padre pero que gracias a él salió del piso de prostitución que tenía montado Horacio, que nuca se acostó con Horacio, luego no podía ser él mi padre. Y que había pensado en mí cada día que había estado en Londres.
Capítulo LXI: Cebo
Me acerqué despacio al bar de mi tía, para que me vieran en el barrio, un secreta me hizo una zancadilla y me encaré armando escándalo. Entré al bar, había una viejecita mirando el sorteo de Lotería. Pasó el tiempo y no ocurrió nada particular. El sargenro Roig me mandó un mensaje diciendo que abortaban la operación, que había pasado mucho tiempo y que algo había salido mal. Me vendrían a recoger. Mientras, la viejecita se había dormido y vinieron dos jóvenes que me sonaban y cogieron a la viejecita para llevársela, pidiendo perdón por haberla dejado tanto tiempo. Me pidieron ayuda para meterla en el coche, así lo hice y cuando ya habíamos mtido a la viejecita, me empujaron dentro del coche. La viejecita se irguió y rejuveneció de pronto, me dijo que era Isidora, la nueva jefa del clan de los Medina.
Capítulo LXII: Pescado
Isidora me apuntaba con una pistola. Recorde que los dos chicos eran vigilantes de la timba donde pillamos a Horacio. Todo demostraba que Isidora era lista y había reclutado gente entre los Medina. Fuimos a la zona franca hasta un pabellñon donde ponía Pescafresco. Qué ironía, íbamos a pescar y el pesacado al final era yo. Me quitaron los móviles, los zapatos con el localizador. Me metieron dentro, había congeladores aquí y allá y al final me metieron en un congelador con barrotes y candado, siempre a punta de pistola. Isidora dijo que ahora había que esperar al pez gordo.
Capítulo LXIII: Precio
Aguzando el oído, pude escuchar la voz del sargento Roig desde el ocngelador. Isidora hablaba con él. Roig preguntó por mí. Todo a su tiempo, dijo. Dijo que era un chico listo, una lástima que mi madre es estuviese muriendo, dijo. En una larga conversación, Isidora le contó, y Roig fue listo porque le iba sonsacando, que era ella la que mandaba ahora entre los Medina. Que fue ella quien hizo público el video para sembrar la discordia entre los Medina, que ya era hora de que ella tomara el poder, tras décadas de desprecio en la familia, incluso cuando vivía su abuelo, hermano de don Nicolás. Fue ella quien vendió a otros miembros del clan las pistolas, para que se mataran entre ellos, para matar a Marcelo y a Antonio. Todo triste, decía, pero necesario. Eran palabras de una mujer lista y sin piedad. Le ofreció a Roig un soborno, el 20% de las ganacias, a cambio de impunidad, información, su colaboración. Podía hacerse rico; Roig le siguió el cuento. Dejaba pasar el tiempo. Isidora le apremió, tenía que decidirse, ese mismo día iba a haber un desembarco importante. Pero de pronmto se oyó un tiro, y luego más, explosiones, gritos y carreras. La policía les había localizado y había entrado. Al final, se oyó a Isidora decir que creía que Roig estaba ya muerto. Solo quedaban ella y otro de los suyos. Antes de irse corriendo, porque pronto llegaría más policía, encendió el congelador donde estaba yo, mofándose de mí. Empecé a sentir el frío, más y más, se me congelaron las manos, gritaba pero no venía nadie. Pensé en Xenia , ..., en toda mi vida, ..., en sobrevivir.
Capítulo LXIV: Cumpleaños
Desperté en un hospital, solo. Movi las piernas, las manos, estaba vivo, palpé mi nariz y la tenía llena de costras. La primera enfermera que me vio despierto me dijo que llevaba allí 22 días. Dijo que había tenido muchas visitas, de mi jefe, de mi madre y de mi novia. Xenia. Pedí mi teléfono. Me dijo que necesitaba permiso del doctor, además era madrugada. A la mañana el doctor no me dio permiso para usar un teléfono, quería asegurarse de que todo iba bien, además iba a tener emociones fuertes. Me ayudaron a ponerme en pie. Pudo verme en un espejo, estaba superdemacrado, con muy mala cara. Si me veía Xenia, ... Ya me había visto, dijo la enfermera; que venía todos los días. Ese día que desperté también, pero me hice el dormido. Me contó que había sacado notable en el último examen, que había estudiado con un primo suyo que ya me presentaría, aunque las familias respectivas de ellos no se llevaban muy bien. Me dijo que Roig se estaba recuperando, que una bala le rozó la columna y que tendría una recuperación larga, que le han ascendido y que desea volver a trabajar. Que fue ella la que siguió la pista de Isidora, aunque el propio Roig no la creía, y que gracias a ella habían desmantelado el clan de los Medina, que incluso pilló a un topo de los Medina en la policía. Y dijo que era mi cumple, y entonces me besó, le devolví el beso y la agrré de la cintura, seguí besándola, sabía a sal, de las lágrimas de alegría que empezaron a brotar de sus ojos.
Capítulo LXV: Velocidad
Ya es verano. Xeniay yo paseamos de la mano. Merche empuja la silla de Hugo, son pareja. Celebramos el cumple 18 de Hugo. La edad de la libertad. Hugo es otra persona, es feliz ahora. Jugamos al goalball dos veces a la semana, Hugo es muy bueno y le han cogido para el equipo del gimnasio. Aprende piano y está muy motivado. Se ha hecho muy autónom en casa. Ha decidido acabar bachillerato. También han pasado cosas tristes. mi madre murió del cáncer., la echo de menos aunque no fuese la mejor madre. Xenia ha aprobado todo.
Entramos en un bar. Xenia me dice al oido que sus padres no están en casa y si quiero dormir con ella. El corazón me da un vuelco. Han ascendido a Merche y a Roig. A mi me han quedado un par de asinaturas de la uni. A lo lejos veo a Valentina y su amigo Toni. Hugo dice a Merche que se suba a la silla, ella protesta pero al final se monta y Hugo coge velocidad con la silla. Cogen velocidad por el paseo, es increible la energía que tiene Hugo. Valentina se queda boquiabierta. Xenia y yo nos vamos, felices.
Capítulo LXVI: Uf (escena final)
Ya sé que queréis saber qué paso con Xenia esan noche.
Fuimos a su casa, pusimos una peli, tomamos unos refrescos. Me preguntó si estaba nervioso, un poco, dije. Tenía mil dudas al respecto, era mi primera vez. Lo estaba haciendo fatal. Y al final, me lancé sobre ella y nos besamos. Estaba al rojo vivo. Ella se quito los pantalones y yo la camiseta. Me preguntó si llevaba condón. Sí, el que me ideron en el insti, en la cartera, lo saqué y estaba arrugado. Miramos la fecha de caducidad y caducada ese mismo día! Era una señal. Me vino muy bien lo que aprendimos en la clase de educación sexual. Mientras lo hacíamos solo pensaba en Xenia y en cuanto la quería. Fue maravilloso. Al final nos dormimos en el sofá. No no voy a dar mas detalles, porque pertenecen a Xenia y a mí. Solo puedo decir que esta vez la historia acabó bien. con una felicidad absoluta.
FIN. GRACIAS POR TU LECTURA
Como citar: Sarasola, Josemari (2024) en ikusmira.org
"Miedo, Care Santos: resumen" (en línea) Enlace al artículo
Última actualización: 24/01/2025
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