Miedo, Care Santos: resumen

Estaría bien que leyeras Mentira, Care Santos: resumen y luego Verdad, Care Santos: resumen, para entender esta tercera parte de la trilogía. 

Miedo es una novela dedicada al público juvenil de la autora catalan Care Santos. Se publicó por primera vezen 2019 y es la continuación de las novelas Mentira y Verdad de la misma autora, y como en aquellas con Eric y Xenia de protagonistas. 

RESUMEN

Los suicidios es una de las principales causa de muerte, sobre todo entre los jóvenes. Muchas personas que llevan una vida normal piensan en ello, algunas lo intentarán, unas pocas lo conseguirán. Son muchas las razones para suicidarse: una ruptura sentimental, soledad o depresión. Hay razones que se escapan de toda lógica, pero en todas subyace la misma razón: el miedo a vivir. Este libro trata de una de esas personas. 

Capítulo I: Contratiempo

Me llamo Eric. Me dirijía a casa de Hugo, un chico de familia acomodada ciego al que leía libros en voz alta. Acababa de mandar un mensaje cariñoso a Xenia, mi chica. Cuando llegué a casa, el portero me saludó afable, como siempre. Me abrió la puerta Armando, con solemnidad como siempre, un mayordomo de los de antes, y entré a esa casa a la que nunca me acostumbraré por el lujo que desprende en todos sus rincones. El mayordomo me dijo que debía ir a la biblioteca, cosa rara, porque siempre estoy con Hugo en su habitación, donde él se encuentra más a gusto. No me extrañó en realidad, los padres solían hacerme entrevistas para ver que tal iba Hugo. Yo siempre les decía que bien, que a veces era insoportable, pero ellos me repetían que debía tener paciencia. Hugo parecía estar enfadado con todo el mundo, muchos días estaba borde y otros absolutamente callado. Yo decía a sus padres que necesitaba libertad, como todos lo chavales de 17 años, pero me decían que dado su estado era imposible. 

Ya en la biblioteca, el mayordomo me dijo que habúa habido un contratiempo y que ese día no habría lectura. Un accidente. Hugo estaba en el hospital. No me dio más información, no podía. No habría lectura, ni ese día, ni los próximos. Los padres de Higo, Adela y jaime, se pondrían en contacto conmigo. Me pagarían puntualmente aunque no hubiese lecturas. Llamé a Hugo. Apagado o fuera de cobertura. Recordé la lectura de la víspera: Hugo me dio la mano para despedirme, cosa que nunca hacía.

Capítulo II: Monstruo

Ahora recuerdo. La víspera Hugo estuvo raro. Le estaba leyendo Frankenstein, cuando me dijo si no estaba aburrido del monstruo, igual que Frankenstein (que en su soledad decide vengarse de la humanidad), pero del que estaba en casa. Entendí que se refería a él mismo, y le dije que más que aburrido estaba harto de su mal humor. Me dijo que por qué no me buscaba un trabajo normal para no leer libros a ciegos. Me dijo que igual iba a hacer algo pero que igual me asustaba si me lo decía. Te puedo ayudar, le dije. Me valgo solo, dijo. Creo que estaba más ciego que él, no lo vi venir.

Capítulo III: Llamadas

Fui a casa andando para ordenar mis ideas. Volvía a llamar a Hugo. Nada. Me hubiese gustado llamar a sus padres, Jaime y Adela. No sabía sus números. Quería contárselo a Xenia. Pero Xenia estaba estudiando para los primeros exámenes y su madre fue la primera que me dijo que si la quería que la dejase estudiar. La carrera de medicina era muy importante para ella. Yo estaba también en eṕoca de cambios. Con la ayuda de Alberto,  mi abogado, pude comprar un piso para mí en el barrio de Sants, tras vender el piso que me dejó Ben en herencia en el Prat. Vendí el piso porque Kevin lo había usado para vender droga y me daba asco ducharme allí. Y me compré un piso pequeño en Sants, bastante viejo. Cuando llegué allí, a esa que era ahora mi casa, me puse a llorar.

Capítulo IV: Escribiendo

Por el móvil.

Yo: No te olvidarás de mí si no nos vemos?
Xenia: No, porque mi amor por ti es inagotable.  No te podría olvidar jamás.
Yo: Yo tampoco. 

Capítulo V: Silla

Los padres de Hugo me pusieron dos condiciones en el trabajo de ser lector de Hugo, que no faltase ni un día y que estuviese como mínimo un año. Hugo se movía por la casa en una silla, ayudado por Armando, el mayordomo, hasta para ir al baño, que estaba adaptado y al que entraba solo. Un día le pregunté que seguro que se sabía el camino al baño de memoria, sin mirar,  y que ser ciego no era un obstáculo. Hicimos juntos el camino, pero apareció Adela su madre  cuando Hugo estaba dentro y tras preguntar qué hacía yo allí, le respondí que habíamos venido andando. Se enfadó y me dijo que no hiciese experimentos con Hugo, que no se me pagaba para eso.

Capítulo VI: Pizza

Al poco de llegar a casa recibí una llamada. Era Omar, mi compañero de celda en el centro. Fue una sorpresa; Carlos, el director del centro (al que había prometido ir a ver) le había dado mi teléfono. Omar me recordó que le había dicho que le invitaría a comer una pizza. No lo recordaba, pero es igual, le dije que viniese a casa, pero no a la calle del Profeta, mi piso de antes, sino al barrio de Sants. Omar llegó, vestido en plan rapero, y le conté mi vida, Xenia, Hugo, el cambio de piso, todo lo que me había pasado al salir del centro. Se extrañó de que no viera tanto a Xenia y me dijo que a igual me la iban a robar. Pedimos una pizza (sin atún) y una par de birras (sin alcohol), porque Oman era musulmán. Le conté sobre mi trabajo y alucinó. También le dije que estudiaba. El decía que lo suyo era robar. Recibió un par de llamadas intrigantes, y para hablar se retiró. No me extrañé, era lo normal. Se hizo tarde y quiso quedarte a dormir. No me inportó, aunque tuvo que dormir en el suelo, porque en toda mi casa solo había una silla, que cogí de la calle,  y un colchón que cuando no tienes nada son un tesoro. Pensé que Omar había preguntado mucho pero no me había dicho nada él. Eso era extraño, pero no tenía motivos para desconfiar de él.

Capítulo VII: Omar

Omar estaba zumbado, pero era un tío majo. Se dedicaba a ronbar pisos con su familia, tíos, primos y así. Un día se encontró con un anciano que le pillo en casa y que blandía un bate de beisbol. Al final tuvo que golpearle y el anciano se cayo y partió un par de huesos. Le condenaron por lesiones, por eso estuvo conmigo. Su tío se alegró de que le pillaran a él, menor de edad, y no a ellos. 

Capítulo VIII: Frankenstein

Comencé a leerle a Hogo Frankenstein porque me lo recomendó mi amiga Elena, la bibliotecaria. Le conté que Hugo se consideraba a si mismo un monstruo y entonces me dijo que el libro le iba encantar. Así lo hice y efectivamente, le encantó. Al igual que Frankenstein, Hugo pensaba que incluso sus padres le consideraban un monstruo. La pena ha sido que hemos tenido que dejar el libro a medias.

Capítulo IX: Mary

Mary Shelley fue la autora de Frankenstein. Se escapó de casa a los 16 con su novio y ras dos años recalaron en Suiza, donde conocieron al poeta Byron y se instalaron en su mansión a causa del mal tiempo que hizo un verano. Entre los tres se plantearon el reto de escribir cada uno una novela de fantasmas. Shelley era hija de escritores, pero aún así no lo tenía claro. Un día oyendo una conversación de su ya marido y Byron sobre Darwin y otros descubirmientos de la época, pensó en si sería posible convertir la materia inerte en vida. Tuvo un sueño esa noche en el que un científico rehacía un cuerpo humano con vida de trozos de cadáveres. Había nacido así la historia de Frankenstein. A Hugo le llamó la atención que la autora tenía su misma edad cuando lo escribió. Yo le contñe que lo curioso era que la desgracia o mala suerte del mal tiempo llevó al final a que escribiese una obra inmortal. Me dijo que ya sabía por donde iba y que no jugase a psicólogo, que le pagaban por ser lector. 

Capítulo X: Secretos

Hugo mentía. Siempre me decía que su ceguera era consecuencia de una enfermedad, cuando en relaidad tuvo que ver con un accidente de moto que tuvo con su novia. Me costó saber lo que pasó, pero al final entendí porque mentía. Mentir nos protege a veces. 

Capítulo XI: Ojalá

Despues de estar hablando con Omar, ya a las tres de mañana, recibí un mensaje de Xenia, ya estaba en la cama, cansada de estudiar para los exámenes de enero, a quien se le ocurre poner exámenes en enero, poco despues de Navidad. Me decía que estaba loca por estar conmigo, yo también con ella. Le dije que celebraríamos el final de los exámenes. Me dijo que le gustaría estar conmigo en la cama. No supe qué decir. Ojalá, puse, te amo. Y ello me dijo lo mismo. Nos despedimos y yo me quede soñando con lo que me había dicho. 

Capítulo XII: Marcelo

Tenía un teléfono móvil por el que me llamaba solo el sargento Roig. A las siete de la mañana, recibí una llamada a ese móvil. Se presentó como Paula, investigadora de la policía. Me preguntó si conocía a Ben. Como no, mi primo o mi hermano o ninguna de las cosas, que mas da, pero fue él quien cuidó de mí cuando era un chaval. Gente del clan de los Medina, que controlaban el tráfico de drogas en mi barrio, le dieron una paliza y lo mataron. Paula me dijo que había aparecido un video donde se veía la agresión mortal a Ben y que quién tomaba el video era Ángel Medina, nieto del jefe de clan, don Nicolás, que a su vez apareció muerto flotando hacía un tiempo por un ajuste de cuentas. No me extranó, estaba loquísimo. La policía me dijo que en el video se ve la cara de Marcelo, hermano, se puede decir así, de Ben. Y que necesitaban localizarlo para reabrir el caso y avanzar en su investigación. Dije que hacía tiempo que no le veía, pero que lo intentaría. Me contó que don Nicolás, el siniestro jefe, el capo que seguramente había mandado matara a Ben, había muerto en la cárcel de un infarto y que ahora que se iba a abrir la línea sucesoria en el clan, y que por lo tanto, iban a estallar conflictos dentro de él, era un buen momento para pillarles con lo de Ben y evitar que se reorganizasen, a pesar de que gracias a mi en parte el negocio de los Medina había quedado desmantelado. Me pidió además que me pasase por comisaría porque querían que viese el video. Fui para allí, dejando a Omar roncando. 

Capítulo XIII: Video

Esperando en comisaría llame a Hugo por tercera vez. Contestador. Mensaje a Xenia: un día menos de exámenes. El sargento me saludó afectuosamente. Su compañera Paula me aviso que había imágenes crudas. Seis minutos. Tres atacantes contra Ben, y otros dos mirando. No se distinguía muy bien, pero los que miraban la escena eran Kevin, la bola de grasa, y  Marcelo. Uno de los atacantes llevaba botas vaqueras con punta metálica, recordé que uno de nombre Patrick las solía llevar. En el video se veía a Ben por tierra, primero defendiénodse pero luego ya inerme. Fue muy duro y me puse a llorar. El video no tenía sonido. Paula me dijo que mejor así, si no iba a ser muy duro para mí. Le pedí por favor que me pusiera otra vez el video con sonido. Pude oir los gritos primero, gemidos y finalmente las súplicas con el último aliento de Ben, por favor, por fa..., entre los bufidos de sus agresores. Vi como moría.

Capítulo XIV: Caras

A continuación, el sargento Roig me puso encima de la mesa una serie de fotos. Me pidió que los reconociera uno a uno. Todas ellas eran de gente del clan de los Medina. Reconocí al capo, don Nicolás, a Horacio, a Ángel. Todos familiares más o menor cercanos entre sí, formando algunos de ellos a veces un grupo. Jóvenes, mayores, incluso niños. Reconocí a la mayoría, eran del barrio y muchos habían ido conmigo al cole. Había otros policías en la sala y me miraron admirados por mi memoria. Y es que nunca se me olvida una cara.

Capítulo XV: En línea

Durante esos días que Xenia estaba con exámenes, nos saludabamos por la mañana mandandonos mensajes cariñosos y de ánimo mutuo por no poder vernos. Luego a la noche, nos escribíamos algo más. Yo le dije que estaba en un nuevo caso con la policía, y ella me dijo que anduviese con cuidado. Ella igual se iba a apuntar a clases particulares para estar más tranquila de cara a los exámenes. Nos escribíamos emoticonos cariñosos. El que inventó los emoticonos hizo una bonita aportación a la humanidad.

Capítulo XVI: Fósiles

Hugo tenía en su habitación un montón de trofeos de baloncesto, una colección de minerales, un ordenador del copón, una silla ergonómica de lujo. Todo carísimo. Me daba pena que todo eso no lo pudiese ni ver ni disfrutar. Pero eso no se lo podía decir a él. Que me compadeciese de él era lo peor. Un día le propuse que fuésemos a un concierto. Ahí podría disfrutar, el oído lo tenía intacto. Cuando se lo propuse, pensó, luego dijo que sus padres no le dejarían, y que siguiese leyendo. 

Capítuo XVII: Nadie

Una vez en casa de Hugo me fije en una foto de una chica enamrcada que tenía en su habitación. Le pregunté quien era. Nadie, me respondió. Le dije que era guapa. Al día siguiente, vi que el marco vacío y la foto hecha pedacitos. Me dijo que se había cansado de la foto, que no era nadie. Y que si lo hubiese sabido antes, que la foto estaba ahí, antes la hubiese roto. 

Capítulo XVIII: Germán

Cuando salí del centro de menores, intenté buscar a Marcelo por la redes sociales. Le encontré en Twitter y le escribí diciendo que había salido y que me gustaría estar con él, para hablar de los viejos tiempos en el barrio y de Ben. No me contestó. Me resigné a no saber nada de él hasta que el sargento Roig me habló de él. Decidí buscarle de nuevo. No tenía actividad en redes, pero compartía todos los mensajes y posts de un tal Germán, que por lo que decía en uno de los mensajes, era ahora su marido. Debía trabajar en una cadena de ropa, según supe por Facebook. Mirando atentamente las fotos, pude saber que trabajaba en un centro comercial de la Barceloneta, al lado del mar. Me dirigí allí. Volví a llamar a Hugo. De nuevo, sin respuesta. Mensajeé cariñosamente con Xenia. Cuando llegué al lugar de trabajo del tal Germán, no estaba. Pero me dijeron que llegaría pronto. Como lo había visto en las fotos, le reconocí cuando llegó en su moto. Me acerqué a él con tranquilidad para no alarmarle y le dije: Tú eres Germán, no? Y me presenté, que era un medio primo de Marcelo, del Prat, que me enseñḉo taekwondo en el gimnasio. Me gané sus confianza y me comnetó que ahora estaba en barrio chic de Barcelona dando clases de yoga y otras por el estilo. Me dijo incluso el nombre del sitio, Lotus. Le dije que iría a verlo, porque hacía tiempo que no estaba con él. Me recomendó que fuese hacia las siete. Me pidió que no le dijese que lo había encontrado gracias a él. Muy majo, el Germán. Nos despedimos.

Capítulo XIX: Lotus

Llegué al gimansio Lotus, un gimnasio femenino de lujo en la zona alta para ricos en Barcelona. Entré y le dije a la recepcionista que quería ver a Marcelo. Hizo una llamada y al rato Marcelo salió de un ascensor, vestido de forma muy moderna y muy musculado. Tenía una amplia sonrisa en el rostro que se borró cuando me vió. Me saludo con falsa cortesía y me llevó a la cafetería colindante. Pidió un té verde; yo, lo mismo, aunque nunca había tomado. De pronto, muy serio, me preguntó que quería. No me anduve con rodeos. Le conté que había aparecido un video de la muerte a golpes de Ben, que sabíamos (yo hablaba en plural, para asustarle) que él estaba allí y que neceistabamos que testificase para identificar al asesino y cómplices de Ben. Se resistió  a contarme nada, me invitó a largarme, pero le dije que la próxima vez vendría la policía y que eso no le iba a gustar. Le argumenté que había que hacer justicia y me mostré firme, dejando claro que no estaba solo y que era colaborador de la policía. Al final, aceptó colaborar a regañadientes, no tenía opción. Me dijo que iba a ser duro ver el video. Le dije que ya lo sabía. Le aseguré que no tendría que ir a la comisaría del Prat, que sería en el mismo Barcelona. Me dio su teléfono y dijo que yo dijera que le llamaran de mañana. No se despidió.

Capítulo XX: Celos

Marcelo era mi modelo cuando era pequeño, un tío super cachas que ganaba medallas en taekwondo. También era el amigo inseparable de Ben, o más que amigos. Lo que pasa es que nunca lo demostraban en público, porque Ben temía que la relación de más que amigos con Ben le afectara a sus negocios en un barrio con una ideas todavía muy anticuadas. Marcelo solía quedarse en cada de Ben a dormir, en su habitación. Yo nunca les ví juntos en la cama, pero era evidente. Marcelo se iba a pronto, pensando que yo estaba dormido, pero yo estaba siempre despierto cuando se iba. 

Todo cambió cuando Marta se quedó colgada de Ben y mandó las fotos de ellas desnuda, alardeando de un romance con Ben. Marcelo se puso furioso y discutió con Ben. Yo estaba en casa. Hubo reproches e insultos muy duros. Al final, Marcelo se fue indignado, pensando que Ben estaba liado con Marta. Ben también estaba furibundo, se puso loco y consideró a Marta la culpable de todo el lío y fue a por ella. Y la mató en la explanada de los aviones. Y por eso me cayeron también amí, cuantro años en el centro de menores. Y seguramente la muerte de Ben también tuvo que ver con eso. Al final fueron los celos los que provocaron el desastre.   Los celos, ese sentimiento que destruye todo lo humano que hay alrededor.

Capítulo XXI: Deporte

Estamos en ello. Gracias por tu paciencia



Como citar: Sarasola, Josemari (2024) en ikusmira.org
"Miedo, Care Santos: resumen" (en línea)   Enlace al artículo
Última actualización: 22/09/2024

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