Libro: El verí del teatre (El veneno del teatro), Rodolf Sirera (versión en castellano)
París, 1784. Sala privada de recibir de un palacio rococó. Muebles de acuerdo con
los gustos y el estilo de la época. Una parte del foro es curva, y está ocupada
por un tipo de gran arco practicable, cubierto con cortinajes. El resto del
foro presenta un gran ventanal enrejado, a través de los vidrios del cual
se observa el avance inexorable del atardecer. A derecha e izquierda, dos puertas
cerradas. Sentado en una butaca, GABRIEL de Beaumont espera ser recibido
por el señor MARQUÉS de… Un criado, de andar incierto, enciende
con parsimonia los candelabros.
GABRIEL (hablante en voz alta, después de una larga pausa): El señor
marqués seguramente se habrá olvidado de mi presencia…
(El criado no contesta. Silencio. GABRIEL vuelve a insistir, con tono indiferente.)
Le habéis recordado, por favor, que espero ser recibido… (pausa breve) desde hace
casi una hora…? (Ante el mutismo del otro, como haciéndose el ofendido.)
Por otro lado, no soy yo, particularmente, quien se encuentra interesado en
esta entrevista… El señor marqués, él mismo… (Se para,
inseguro. Con nuevas fuerzas:) Sí, él mismo… El señor marqués me ha
pedido una cita… No lo sabíais? En el entreacto de la función de ayer me
envió un mensaje: «Desearía hablar unos minutos con el señor
Gabriel de Beaumont, comediante… Pero, amigo mío, un actor de mi
prestigio está siempre ocupado… Tenía que leer hoy mismo algunas
obras… (Suenan, en un reloj lejano, seis campanadas. GABRIEL se
encuentra cada vez más molesto.) Oh, ya va bien así! Me estáis poniendo…
nervioso… Parecéis un fantasma, con este ir y venir sin sentido!
Pensáis que puede importarme demasiado que encendáis veinte, o cuarenta
candelabros…? Por mí, podéis ahorraros el trabajo. Me retiro.
(Levantándose.) Es evidente que esto no es más que una broma. Veo claro
que el señor marqués no ha de recibirme hoy, y yo tengo todavía muchas
cosas a hacer…
CRIADO (con tono neutro, y sin abandonar su trabajo): El señor marqués
os ruega que lo perdonéis. Estará con vos de aquí a un breve rato.
GABRIEL (sarcástico): Dios todopoderoso! Resulta que sí que tienes lengua! Por
un momento había llegado a imaginar que no eras uno ser humano, sino una
estatua animada de movimiento!
CRIADO: El señor marqués desea que vuestra estancia en su casa os
produzca placer, no que os disguste…
GABRIEL (dudando): No me disgusta… especialmente… Esta cámara es
bien acogedora, pero…
CRIADO: Con vuestro permiso… (Prepara una tableta baja, con un servicio
de bebidas y copas que saca de atrás una de las puertas laterales, que
resulta ser la de un gran armario empotrado.) El señor marqués
me encarga que os diga que podéis disponer de todo cuánto os apetezca.
GABRIEL: No me apetece nada, muchas gracias.
CRIADO: Particularmente (como si no hubiera sentido las palabras del otro) yo
me atrevería aconsejaros este vino de Chipre… Se trata de un licor de
gran precio, y de sabor exótico… (Y le sirve una copa, que GABRIEL se
ve forzado a coger.)
GABRIEL: Está bien, está bien… (Y la vacía de un trago, con deseo de acabar la
conversación. Contiene un gesto de desagrado.) Pero dile a tu amo que
todavía me sentiría más honrado si pudiera contar bien pronto con su
presencia. Me comprendes?
CRIADO: Se lo trasladaré al señor marqués… (Sin moverse.)
GABRIEL: Pero si te quedas aquí plantado, no sé cómo vas a hacerle llegar mis
palabras! (Otro golpe molesto.) Oh, por favor! Haz lo que te he
dicho!
CRIADO (sirviéndole otra copa): El señor marqués no necesita de mi
concurso para saber todo el que pasa en el interior de este palacio. (Pausa
breve.) Me aceptaréis, quizás, otra copa de este vino, señor?
GABRIEL (seco): Es un vino demasiado dulce para mis gustos.
CRIADO (impersonal): Aun así, el señor marqués es un buen aficionado.
GABRIEL (cediendo al fin, y cogiendo la copa): Muy bien! Pero si pensáis que con
este tipo de deferencias podréis apaciguar mi desagrado… (
bebe un trago, y deja la copa encima una tableta.) Ya he bebido. Y ahora,
qué? (Cada vez más llevar.) Qué cosa más queréis todos vosotros de mí?
Por qué no vas a cumplir con tus deberes?
CRIADO (humilde): Señor…
GABRIEL: No me has quitado los ojos del encima desde que has entrado en esta
cámara. Te envía el señor marqués para espiarme…?
CRIADO (escandalizado): Oh, no, señor…! (Transición.) Únicamente es que…
(Como dudando.) Es que parecéis más alto en el escenario.
GABRIEL (sorprendido): Ah, esto… (Envaneciéndose inconscientemente.) Es muy
sencillo. En el escenario, el espectador no tiene más puntos de referencia que
los que nosotros queremos mostrarle…
CRIADO (suavemente): Y vuestra voz…
GABRIEL (divertido, a pesar de todo): Resulta más vibrante, con más cuerpo… No es
esto? (Didáctico.) Es lógico. Aquí, hablando contigo, no me tengo que
preocupar para adaptarla. No hay problemas de distancia o de
sonoridad…
CRIADO (forzando su interés): Queréis decir que, cuando actuáis, no os produce
sobre el escenario exactamente lo mismo que en la vida real…?
GABRIEL (ganado definitivamente por la conversación): Está claro que no. Esto
sería imposible… Si así hiciera nadie me sentiría correctamente, o bien
no llegaría a transmitir a los otros los sentimientos del personaje…
CRIADO: Perdonad mi insistencia, pero todo lo que guarda relación con el
teatro es un tema que me apasiona. Habéis citado los sentimientos de los
personajes. Queréis decir esto, exactamente, o quizás os referís a vuestros
propios sentimientos, que en la actuación…
GABRIEL (cortándolo): No, no… Son los sentimientos del personaje, de verdad,
pero en cierto modo también son los míos… (Vuelve a sentar,
sin dejar de hablar.) Quiero decir que cuando se actúa, llega un punto en
que no puede distinguir donde empieza y acaba la ficción…
CRIADO (anhelando): Hay que sentir, pues, sinceramente aquello que se expresa encima
el escenario…?
GABRIEL.Tú lo has dicho: se expresa aquello que se siente.
CRIADO: Pero, por el contrario, vos mismo habéis afirmado antes de que tenéis que recurrir
a determinada manera de hablar… la correcta colocación de la voz… Esto es convencional.
Y, por otro lado, como participar sinceramente
de los sentimientos de los personajes de Racine, por ejemplo, cuando
Racine, como todos los clásicos, se expresa por medio del verso, de una
forma que, según yo llego a entender, no es natural y con un
vocabulario que, por otro lado, tampoco es un vocabulario de uso
corriente?…
GABRIEL (divertido): Me has salido filósofo tú, como el señor Diderot? (Ríe.) No,
amigo mío, estas disquisiciones no se avienen demasiado bien con tu
CRIADO (imperturbable): Perdonád mi osadía, señor, pero las
GABRIEL: Ah, no; esa no es la verdad. Tu marqués, por ejemplo,
ejerce el poder… Disfruta de un poder efectivo, real… Este poder
—y tú tienes que saberlo, sin duda, mejor que yo mismo— no es una
CRIADO: Sí, pero se puede acceder de la miseria al poder, o del poder a la
miseria. Los estatus sociales pueden ser invertidos…
GABRIEL (sorprendido): Decididamente, tú serás uno de aquellos que estaban
subscritos a escondidas a la Enciclopedia! Nunca había oído a un criado
expresarse con un vocabulario parecido!
CRIADO: No sé por qué os extrañáis, señor… Vos mismo habéis adquirido un
lugar en la sociedad, sin ser noble… Y lo habéis adquirido a partir tan solo
de vuestro propio y exclusivo esfuerzo, y esto es muy admirable…
GABRIEL (amargamente): Un lugar en la sociedad… (Conteniendo un desfallecimiento
repentino.)
CRIADO (emocionado): Un cómico… La profesión más despreciada y envidiada
a la vez. Todo el mundo siente la necesidad de representar alguna vuelta… En la
vida real, quiero decir; fuera de los escenarios… (Después de una breve pausa,
como decidiéndose a hacer al otro una gran confesión:) Yo mismo…
GABRIEL (sin darse cuenta de la excitación creciente del criado): No me extraña.
El trabajo de los criados los aboca inexorablemente a la mentira. Ser criado
significa también actuar, representar su papel…
CRIADO (cortándolo, rápido): No, no es esto el que quería deciros ahora… Realmente
se trata de una cosa más sencilla. Yo he actuado para vos, he hecho un
personaje… y vos, con vuestra experiencia, no habéis estado capaz de
descubrirme. Mi actuación, pues, es muy exitosa. Y lo es,
sobre todo, porque me he presentado ante vuestros ojos con la más
completa y absoluta naturalidad.
GABRIEL (desorientado): Qué quieres decir? No te comprendo…
CRIADO: Sencillamente esto: yo no soy el criado del señor marqués…
(Lentamente y sin mirar el otro.) Soy el señor marqués… yo
mismo… en persona…
GABRIEL (después de una pausa. Inseguro, tratando de demostrar que no se ha
creído la broma y que, además, esta le parece de un gusto bastante dudoso):
No seas ridículo… Esto es imposible…
CRIADO (sin abandonar el tono humilde y discreto que ha mantenido desde el
principio): Y por qué no? Cuántas veces habéis visto vos el señor
marqués, es decir, a mí, en vuestra vida? Tres, cuatro… cinco como máximo
; siempre de lejos, con su peluca y sus trajes de
gala… No… Mirád: es muy fácil… Una discreta penumbra, un
peinado distinto, una casaca corriente, y, sobre todo, la manera de habla y los
gestos de un criado… Y con esto es suficiente… (Sonríe.) Y yo, inocente
de mí, pensaba que no podría mantener la ficción ni un momento, ante
vos, todo un profesional! Oh, pero es cierto que no os habéis
dado cuenta? Mi conversación, las cosas que he dicho —no la manera de decir-
las, me comprendéis?— la… la profundidad de mis razonamientos, la
temática… Todo esto tenía que haber atraído vuestra atención, todo esto me delataba…
Pero no… Os habéis dejado convencer con solo que por la forma
externa… Iba vestido de criado, pues tenía que ser un criado… Pero el
traje es siempre un disfraz…
GABRIEL (cada vez más violento): Con disfraz o sin ella, no podrás
engañarme, si es esto el que te pensabas! Conozco los de tu
clase…! (Con energía.) Llamaré a tu amo, y los tres nos explicaremos.
CRIADO (muy tranquilo y con voz muy suave): Amigo mío, no os tendría que
hacer falta ninguna prueba… Habláis mejor confiando en mi palabra…
GABRIEL (que se ha levantado, y ha echado con fuerza del cordón de la campanilla
de servicio, mientras el CRIADO hablaba): Calla!
CRIADO (después de una larga pausa): Habéis visto? Nadie viene a responderos.
Dudáis todavía del que os digo?
GABRIEL (volviendo a tocar con ahínco la campanilla, los ecos de la cual
parecen perderse en alejadas cámaras): Me niego a aceptarlo. Si
no me escuchan, iré yo mismo a buscarlos! (Se dirige a la puerta de un
lateral, pero con la excitación del momento se equivoca de lado, y abre la que
corresponde al armario del cual había sacado antes el CRIADO las
bebidas. Enfurecido, vuelve a cerrarla, y cruza la cámara en dirección a
la otra puerta.)
CRIADO : Esto es un armario guardarropa (sonríe) y la otra puerta, la que da al
vestíbulo, está cerrada con llave…
GABRIEL (comprobando que es cierto, se encara con el criado): Cerrada?
CRIADO : Desde fuera. Esas son las órdenes que he dado a mi mayordomo.
GABRIEL (gritando): Cerrada desde fuera? Has perdido el juicio! Dame la llave!
(Avanzando amenazante hacia el otro.) Dame la llave, o te la quitaré a
la fuerza! Me has oído?
CRIADO : Oh, sí… Pero ya no estáis tan seguro como hace un minuto… Empezáis a
dudar…
GABRIEL (violento): La llave!
CRIADO : Gabriel de Beaumont… (El cambio en la voz del CRIADO ha estado tan
sorprendente, que GABRIEL se para, prendado.) Si yo soy quien os he dicho que
yo soy, y vos osáis de levantar vuestra mano contra mi persona,
amenazándome… (Es tan duro el tono de sus palabras,
que la frase, a pesar de que inacabada,
impone en la cámara un largo e impresionante
silencio.)
GABRIEL (rehaciéndose, pero sin la convicción de antes): Yo no os amenazo!
Me retenéis aquí, contra mi voluntad!
CRIADO (seguro): Desgraciadamente, no hay ningún testimonio que lo demuestre-
(Después de una breve pausa y suavizando la voz.) Pero, no… No quiero
tratar de imponeros nada. Únicamente os pido que me escuchéis.
(Cruzando el escenario en dirección a la puerta del armario empotrado.)
Todavía no estáis convencido. No me aceptáis como marqués porque
no voy vestido de marqués. (Mientras habla, ha abierto la puerta del
armario, y saca una peluca, con la cual sustituye la que llevaba, y una
chaqueta lujosa, que cambia por la del CRIADO.) Pues bien: me apresuro a
satisfaceros. (Una vez vestida, cierra la puerta del armario, y se gira hacia
GABRIEL , que le mira boquiabierto.) Qué me decís ahora?
GABRIEL (trabajosamente): Yo… no sé… Me encuentro confuso…
MARQUÉS (se sienta, y hace un gesto conciliador a GABRIEL ): Sentáos, por favor, amigo
Gabriel… (GABRIEL se sienta como un autómata.) Quería hablar con vos,
porque os tengo que hacer una propuesta… en lo referente a vuestra profesión…
Por eso este juego inocente de los disfraces. Me perdonaréis, así lo
espero, pero tenía que probarle.
GABRIEL (después de una pausa. Muy inseguro): Señor marqués… Tendré que
llamaros así, de ahora en adelante? Excusadme a mí también, pero
todavía dudo. Eres tú… Quiero decir, sóis vos el señor marqués…
realmente? O se trata, quizás, de una nueva broma? Pero no… Soy un
estúpido… Las pruebas que me habéis aportado parecen definitorias. Sí, sois
el marqués, en efecto. Y yo tenía que haberlo adivinado desde un
principio… (Las convenciones sociales van imponiéndose despacio, y
GABRIEL empieza a reaccionar en consecuencia.) Verdaderamente,
me habéis impresionado… Y ahora temo no haberme comportado con vos como
hacía falta, desde un principio. Pero, espero que me comprendáis… Yo nunca podía
sospechar que… Es decir… Si de alguna manera os he faltado…
MARQUÉS (amablemente): Oh, no… Cada cual actúa con los otros de acuerdo
con lo que él cree que son los otros… y de acuerdo con el lugar que él
mismo piensa ocupar —u ocupa realmente— dentro de la sociedad…
Os dáis cuenta? Ahora que sabéis que yo soy el marqués, habéis abandonado este
tono de importancia… este tono de dominio, de seguridad, con que os
dirigiáis al criado. Ahora ya no me habláis de tú, sino de vos. Ahora mismo,
quizás sin saberlo, empezáis a actuar vos también…
GABRIEL (exagerando sus protestas): Señor! Queréis decir que… Oh! Cómo
podéis dudar de mi sinceridad?
MARQUÉS : Si no dudo, amigo mío! Simplemente remarco un hecho del que vos
mismo, seguramente, no llegáis a tener ni conciencia. (Pausa breve.) En
la vida real, como trataba de explicaros antes, actuamos… todos
nosotros, siempre… Esta actuación cotidiana es, por otro lado,
absolutamente necesaria para la supervivencia del estatus social… Incluso
para nuestra propia supervivencia como individuos… Ah, si
tomásemos en serio las teorías del señor Rousseau, este mundo
sería un tipo de infierno…! (Dice esto último con cierta delectación
morbosa.) El buen salvaje… (Pausa. Sonríe.) No… El hombre en estado
natural no es precisamente bueno… Se manifiesta de manera auténtica, eso sí
… Pero esta autenticidad, esta sinceridad, amigo Gabriel… nos
mostraría como realmente somos. Y somos peores que las fieras más terribles
de la selva… Os lo digo yo, que sé…
GABRIEL : Aun así, señor marqués… en este siglo nuestro, tan ilustrado;
entre nuestros civilizados contemporáneos… se han dado casos de
suma crueldad… de personas que, libradas a sus instintos más
primarios…
MARQUÉS : Está claro que sí… Pero yo, cuando hablaba del infierno en la tierra, lo
hacía no con tono de rechazo… moral… ni de condenación piadosa…
Constataba objetivamente un hecho por el cual, por otro lado, siento cierta
admiración… digamos estética…
GABRIEL (sorprendido): Entonces, no os comprendo, señor marqués… Como puede
tener la transgresión… belleza?
MARQUÉS : Oh, pero… (Un poco decepcionado.) No lo pensáis vos también? Esto
me extraña… Realmente, cuando interpretáis personajes depravados o
asesinos, no sentís en el fondo de vuestra alma cierta envidia…? Quiero
decir… durante un tiempo abandonáis la piel de las convenciones sociales, de
las formas establecidas… Dejáis de ser como es debido…
GABRIEL (muy seriamente): Pero es ficción…
MARQUÉS (sonríe otra vez): Oh, sí… ficción… Está claro… Me olvidaba
de esto… (Larga pausa. Se levanta el MARQUÉS . Va a un mueble, abre un
cajón y saca un libro.) Os he gritado porque quiero que representéis una
obra mía.
GABRIEL : Una obra? Escribís vos, señor marqués? (Lo dice demasiado sorprendido
como para resultar convincente. El MARQUÉS el mira, con curiosidad.)
MARQUÉS : He hecho una experimento. (Acercándose a él.) Gabriel, estoy muy
interesado en que vos lo estrenéis. Yo me haré cargo de todos los gastos.
Recibiréis una buena cantidad si lo aceptáis.
G ABRIEL : Es mi profesión. (Pausa.) Me la dejáis leer?
MARQUÉS : Sí, pero… (Parándose, de repente. Sin darle el libro.) Tengo que
advertiros antes de que mi obra no se asemeja demasiado al estilo de
las que vos representáis. No puedo aseguraros un gran éxito.
GABRIEL : No os comprendo. El autor, cuando escribe una obra, siempre espera
salir bien.
M ARQUÉS : A mí no me preocupan demasiado las opiniones mundanas… (Pausa.)
No, amigo Gabriel. Mi obra es una obra de investigación. En ella
quiero comprobar —y demostrar también— mis teorías: el señor
Diderot habla, de manera absoluta, que el mejor actor es aquel que
más alejado permanece de su personaje. El teatro es ficción, y, como tal
ficción, la forma más adecuada de crearla en el espectador es, justamente,
fingirla de una manera cerebral. Vos, por vuestra cuenta, os contradecís
en este punto. Me habéis dicho que la emoción os domina cuando representáis,
que vuestra personalidad se confunde con la del personaje, pero
reconocéis a la vez que esta identificación no es completa en cuanto que
empleáis determinadas técnicas: colocación de la voz, movimientos,
etcétera. Yo, por mi lado, quiero defender las posiciones extremas: las
mejores actuaciones son aquellas a las cuales el actor es el personaje, lo
vive intensamente, pierde, incluso, la conciencia de su propia
individualidad. El teatro no tiene que ser ficción, ni arte, ni técnica… El teatro
tiene que ser sentimiento, emoción… y, por encima de todas las cosas, el placer
de transgredir las normas establecidas… Al escenario tenemos que arrastrar
nuestras miserias, nuestras angustias, nuestros deseos inconfesables,
nuestros miedos… Gabriel… nuestra verdad… Aquello
que no osamos de reconocer ni de aceptar en nuestra existencia
cotidiana, esto es el que a mí me interesa… Y quiero hombres como vos,
amigo mío… hombres valientes e imaginativos, que estén dispuestos a llevarlo a término…
(GABRIEL , vencido por un cansancio repentino, se ha dormido).
El MARQUÉS , que había ido excitándose progresivamente en
su declamación, se para, al darse cuenta. Muy suavemente, sin ningún
tono de reproche, se acerca a GABRIEL , y le habla casi al oído.)
No me escucháis…
EN PROCESO. GRACIAS POR TU PACIENCIA
Como citar: Sarasola, Josemari (2024) en ikusmira.org
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Última actualización: 14/05/2025
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